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Simón Santiago Doncel Simón Santiago Doncel Juan Fernando Cristo

AC/DC: la tragedia de un aquelarre

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Normalmente, usted entendería que AC/DC es una banda de rock que escucha su vecino ruidoso a todo volumen los sábados por la mañana, o que se refiere a la nomenclatura para referirse a “Antes de Cristo” o “Después de Cristo” si usted es de los que llenó el Formato Minerva, le tocó leer el Manual de Urbanidad de Carreño o sabe para qué carajos es el Catastro.

Sin embargo, AC/DC tiene que cambiar en Colombia y debe decretarse una resignificación popular, social, deconstruida, rebelde, revolucionaria, antiortográfica y antiimperialista de: “Antes del Cambio” y “Después del Cambio”, siguiendo los designios presidenciales y su ego de tamaño universal.

Estamos a la mitad del mandato del gobierno de “El Cambio” o en el año 2 D.C., que ganó con el 50,4% de los votos de una nación que confundida, buscaba sobreponerse a un ambiente de zozobra, rabia y miedo gracias a la pandemia de Covid-19, a protestas sociales legítimas, bloqueos y asedios de grupos armados ilegales que dejaron cientos de muertos en todo el país.

Han sido dos años en los que la extrema derecha, el imperio, los yupis, los paramilitares, los medios y todo lo que no sea parte de “El Cambio”, “no han dejado gobernar”, según el jefe de Estado, el aquelarre de influenciadores pagos por RTVC y aliados parlamentarios … Tanto así que la corrupción de los carrotancados de plata que se habrían robado los miembros del gobierno en la Unidad para la Gestión del Riesgo, ordenados desde los Ministerios de Hacienda y del Interior e incluso habrían terminado en los bolsillos del ELN, según la versión oficial, fueron para pagar congresistas para detener las reformas de “El Cambio”.

De ahora en adelante, Colombia tendrá que invertir esfuerzos en el “Acuerdo Nacional” que llevará a la Constituyente propuesta por el Presidente en su sabiduría cósmica emanada de las huestes de la organización sacra, nacida un 19 de abril y que en términos gubernamentales hizo un “cerco humanitario” al Palacio de Justicia.

Podrán esperar el recaudo fiscal que cayó en más de 10 billones, la ejecución presupuestal más baja en una década, el aumento del índice de criminalidad organizada, las continuas violaciones al cese al fuego e incumplimientos que solo del ELN, que ya van en 39 en los últimos once meses y un largo etcétera de cifras en rojo.

Lo que no puede esperar es la cruzada para la refundación ideológica de Colombia y probar que el Presidente tiene razón en todas sus pastorales o trinos que destilan madurismo, que siguiendo las cifras de La Silla Vacía, serían en promedio 54 diarios y podrían costarle a los colombianos, cerca $32.062.500 razones al mes, saquemos cuentas:

El salario del Presidente de la República es aproximadamente de $57.000.000, es decir, $1.900.000 diarios para 30 días, según el Observatorio Fiscal de la Universidad Javeriana.
Suponiendo que se tarda más o menos cinco minutos en la redacción de cada trino, ocuparía un total de 4,5 horas o casi media jornada laboral.

Una tragedia para “El Cambio”, que pasó de ser la esperanza de los colombianos que depositaron su voto por una promesa con tanta viabilidad como el tren elevado entre Buenaventura y Barranquilla y se ha limitado a ser un aquelarre de tuiteros dedicados al autoaplauso de un cascarón de anuncios rimbombantes sin fondo técnico.

Estando en el año 2 D.C. al aquelarre se le fue el tiempo sin entender que son solo un gobierno más en la vida republicana de Colombia, lo que no justifica un Fast Track para hacer pasar sus reformas más fácilmente o hacer una nueva constitución para entregarle más funciones y menos controles al presidente.

El único acuerdo nacional que Colombia requiere es para una reforma destinada a limitar los superpoderes ejecutivos y que lo obligue a llegar cumplidamente a sus obligaciones, promoviendo una gestión más institucional y menos populista, aumentar la autonomía de las Fuerzas Militares y fortalecer los pesos y contrapesos de las ramas del poder público del país.