“Colombia no será viable y sostenible sino lideramos las reformas sociales que el país necesita y la institucionalidad, y dentro de esta el sector empresarial, asuman un claro compromiso con la necesaria equidad social”.
POR: Víctor G. Ricardo
Con el fin de fortalecer nuestra institucionalidad, democracia y sociedad, resulta fundamental analizar objetivamente lo que las recientes elecciones nos han enseñado, de tal manera que las mismas se conviertan en una oportunidad de cambio que nos haga mejores como país.
Para empezar está el tema de la Registraduría y su papel como garante de las elecciones y por lo tanto de la democracia misma. En las elecciones del Congreso, la Registraduría empezó a reflejar inmensas anomalías que incluso sirvieron para que algunos candidatos manifestaran su desconfianza, hecho absolutamente grave que no nos puede volver a suceder.
Necesitamos una Registraduría fuerte, transparente y abierta al escrutinio, pues en sus funciones electorales está el corazón de la estabilidad institucional, y diferencias como las que se presentaron entre el preconteo y el escrutinio final, por falta de previsión en el diseño de los formularios y la adecuada capacitación de los llamados a realizar estas tareas, son gravísimas y no pueden volver a ocurrir en nuestro país.
En segundo lugar observamos nuevamente el abstencionismo como gran protagonista. Buena parte de la población sigue sin participar en las elecciones, a pesar de que en coyunturas como las que estamos viviendo cada voto resulta decisivo y no votar significa una falta de civismo en el acto más noble e importante como es el ser parte de la definición del futuro de nuestro país. ¿Con qué derecho después se reclama sobre hechos que sucedan si no se participó en las elecciones?
Corresponde al nuevo gobierno mirar con mucha responsabilidad este tema del abstencionismo que es muy grave para la democracia y las instituciones de un Estado de derecho. En este asunto no solo será necesario revisar temas logísticos y operativos a fin de garantizar una adecuada planeación de los festivos cuando hay elecciones, sino que se tendrán que mirar causas raíces de este grave problema como son los asociados a la cultura política y ciudadana en nuestro país.
En tercer término y en mi opinión uno de los más profundos, está el mensaje expresado en las urnas de castigo y desconfianza frente a los partidos políticos y sus líderes tradicionales. Una democracia fuerte es una democracia con partidos y líderes fuertes.
Finalmente dentro de las lecciones de las justas electorales está el llamado y el clamor casi que unánime del electorado de un cambio en nuestra sociedad. La sociedad no aguanta más por ejemplo con la corrupción y la inequidad en nuestra nación.
La tarea contra la corrupción debe ser implacable y no solo por la acción del Gobierno, sino en especial del presidente de la República que, como jefe de Estado, debe liderar las reformas que permitan una acción eficaz de las tres ramas del poder público, en especial de la Rama Judicial que también debe además de ser eficiente, mostrar determinaciones contra la impunidad y garantizar la buena y oportuna administración de justicia.
En cuanto a la inequidad el llamado al cambio es para todos, tanto actores públicos como privados. Colombia no será viable y sostenible sino lideramos las reformas sociales que el país necesita dentro de la institucionalidad y dentro de esta el sector empresarial, que deben asumir un claro compromiso con la necesaria equidad social. En esta tarea, dentro de muchas otras, resultará esencial volverle a dar al campo la importancia que debe tener, acabando el gran abismo que hoy existe entre las zonas urbanas y las rurales.
Llegó la hora de la verdad. Se requerirá de una mente que desde el Estado acabe la polarización en que nos encontramos y trabaje con la mayor responsabilidad y compromiso en la construcción y desarrollo de un país que ha sufrido la violencia en todas sus formas, una corrupción incalculable en las tres ramas del poder público y un narcotráfico que acabó con los valores y principios. Ha llegado la hora de aprender las lecciones que estas elecciones nos han dejado, pues de lo contrario podemos llegar a un lugar de abismo que nos expone al riesgo de ser un Estado fallido.