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“Uno podría decir que estos cuentos son vallenatos en clave de género negro”

*Especial para Revista Alternativa. Por: Carlos Barros Ferreira

Foto: Hansel Vásquez, Revista Alternativa.

Luis Felipe Núñez Mestre nació en Valledupar en 1992 y a sus 31 años este escritor colombiano es el reciente ganador del premio literario Casa de las Américas en su edición 63 por su libro de cuentos «Todos somos islas». Merecedor de distintos reconocimientos (en 2014 ganó el III Premio Nacional de Cuento La Cueva con “Abrakadáber”, y en 2018 el Concurso Distrital de Cuento Ciudad de Bogotá). Nos compartió claves de su arte y de otros interrogantes, dio recomendaciones y hasta habló de cuál es para él su obsesiva ciudad de la furia.

Luis, algo que me causó curiosidad fue que el libro con el cual ganaste, se llama «Todos somos islas». Me recordó, aunque siento que puede ir a contracorriente, al famoso epígrafe de «Por quién doblan las campanas» de Hemingway el cual citaba aquel poema de John Donne de «Ningún hombre es una isla, ningún hombre es un continente».

Claro, de ahí viene el título. Además del título, en el libro hay un epígrafe del poeta haitiano Frankétienne. Y entonces ¿qué es la soledad? Se pregunta el poeta. Lo cual me llevó a pensar en que todos somos islas y todos estamos solos. Vivimos en un mundo en donde, no sé, tienes siete mil amigos en Facebook, no sé cuántos mil seguidores en Instagram y llega el viernes y te estás comiendo una pizza solo o viéndote la repetición de un programa de los 90. Pues, quizás eres más isla de lo que tú piensas y creo que justamente el título va a contracorriente. Es una provocación. Digamos que a mí me parece acorde a nuestros tiempos. En este momento de hiperconexión parece que estamos más solos que nunca y por fuera de las redes, mucho más.

La soledad es un tema recurrente, sobre todo cuando enmarcan autores que vienen del caribe y casi que se vuelve una etiqueta bastante pesada, ¿la sientes así o sientes que tal vez la soledad en este libro de cuentos va por otros derroteros a los usuales que siempre etiquetan a los autores caribes?

Si te pones a pensar en nuestra historia, es la historia de unos marineros que vinieron a pasar trabajo a un continente inmenso. Siendo esta la versión que nos cuentan de la historia que conocemos. Por otro lado, pues Las Antillas, que es el primer caribe, son islas y no hay que ser tampoco demasiado metafórico para entender a la isla como un fenómeno de la soledad. Y también, es la soledad con algunos atisbos de esperanza. Ya luego tienes diferentes islas y es injusto decir que todas las islas son iguales, que todas las islas tienen el mismo pasado y que las dinámicas se parecen, pero no sé. No puedes comparar otras islas insignias. Gran Bretaña es una isla, ¿no? Entonces, creo que la mirada del Caribe sobre la isla sí impone una mirada particular. El caribe es la primera fábrica del mundo y de la soledad. Y esta, como la entendemos hoy, es una soledad que tiene que ver mucho con el trabajo y con nuestra condición de trabajadores.

James Ellroy, autor de novela negra y gran referente mundial del género, dice que la geografía es el destino. ¿Es vital para ti conocer en demasía la geografía para la historia o puedes prescindir de ella y a punta de imaginación lograr el impacto que deseas lograr?

Bueno, párale bola. Yo soy del Valle. El Valle es una especie de isla. Sólo que en vez de mar lo rodean montañas. Por supuesto que mi experiencia de isla es más montañosa. Los nueve cuentos que integran el libro suceden en una misma ciudad. Pero esa ciudad está hecha de retazos de ciudades en las que yo he vivido. Mi papá fue militar. Mi infancia fue una infancia nómada en la que yo viví parte de ella entre Valledupar, Barranquilla y Montería. Yo no tengo esa casa con la que algunos fantasean “es mi casa de la infancia, es la casa donde yo crecí”. Esa casa para mí no existe. Y creo, que en vez de buscar espacios como concretos para desarrollar mi literatura, me he visto obligado a acudir a esos fragmentos de ciudades y fragmentos de casas que he tenido a lo largo de mi vida para hacer mi propia casa y mi propia ciudad.

¿Buenos Aires es la ciudad de tu furia, Luis Felipe?

(Risas) Bueno, no sé, a mí me parece que hay ciudades de la furia.

La mía es Soledad 2000.

(Más risas) Para mí la ciudad de la furia es Barranquilla, pero en la versión de Omar Geles. En Buenos Aires atendí un kiosco en la calle Jorge Luis Borges con Russel. Vendía perros calientes, me codeaba con los borrachos de la noche, y eso para todos los que hemos atendido borrachos, sabemos lo que significa. Eso también es poesía. Porque la poesía es también saber cuándo pararse duro y cuando no.

Tocas un tema que es bastante peculiar porque sé que uno de tus orígenes como escritor es precisamente siendo poeta. Sé que en algunos de tus cuentos, sobre todo en los que has podido salir vencedor, caso La Cueva o Idartes, hay ese gusto por cierta poesía la cual no es del todo antillana, tampoco andina y mucho menos latina, ¿cuál sería?

La tradición de mi lengua materna es la música que se oía en casa, y este es el vallenato. Ahorita que hablas de eso, me gusta la perspectiva que le da Marlon James al reggae, ¿sabes? Poder contar un vallenato en clave de novela negra, es una posible aspiración poética. Uno podría decir que estos cuentos son vallenatos en clave de género negro.

Foto: Hansel Vásquez.

En ese orden de ideas, ¿Todos somos islas lo podrías definir como nueve vallenatos llorones o un paseo negro sabroso?

Tú sabes que, en la Costa, Barranquilla o Montería, hay vallenato, pero hay otros ritmos que son fabulosos. Yo me acuerdo de un grupo barranquillero que se llamaba Aquí No Queda Nadie, en Montería de Motovacas, el cual era puro punk; en Santa Marta había uno que se llamaba MKD (Me Kago en Dios); en Valledupar teníamos Línea del Frente. Y si nos vamos a la champeta, pues… Yo creo que quizá hay uno que otro vallenato de género negro, pero también hay algún punk llorón, alguna champeta chistosa, mamadora de gallo, porque yo creo que el complejo del costeño como un vallenatero, ya pasó. Hay mucha vaina bacana por rescatar que hace parte de todo.

Pero hace parte de tu ADN literario o por lo menos lo que hay detrás del vallenato.

Claro. Pero es que ese mismo espíritu es el de los pelados que hacen punk en Barranquilla, o que hacen rock o que hacen hardcore. Los mueve el mismo impulso poético, pero el resultado es otro. No necesariamente comercial, no necesariamente para enamorar a la novia. Tal vez sea para provocar a la autoridad, tal vez para contar tu experiencia en la cárcel o acerca del crimen.

Todos somos islas actualmente está inédito para los lectores, cuál sería el abrebocas para cuando salga el libro uno diga: vamos por él.

Para mí es el honor de que un colombiano haya ganado nuevamente un premio Casa de las Américas. Digamos que a veces la gente que me conoce, los amigos, la gente de Valledupar, los que me conocen en Bogotá, mis profesores, me dicen: “felicitaciones, me siento orgulloso”. Pero a veces la mejor forma de sentirnos orgullosos de nuestra literatura, de nuestra experiencia literaria, es leerla. Creo que la única forma de celebrar conmigo este reconocimiento que ha tenido mi trabajo sería a partir de la lectura y quizá esa es la única manera en la que yo pueda sentirme un poco menos isla.

¿Qué autores te hicieron sentir más que isla un archipiélago para construir Todos somos islas?

Empecé diciendo Marlon James. Para mí fue una revelación. Un escritor procedente de un país donde todo se ve desde afuera como puro reggae. Te suelta siete balazos en setecientas páginas. Eso es alucinante. En los agradecimientos está Faulkner y es de cajón citarlo en este tipo de situaciones, pero yo me quedo con la lectura que James hace de Faulkner. Todavía se puede hacer esa literatura de una manera resistente, de una manera mucho más urbana y criminal. Desde ese otro Faulkner que no es el usual.

Ya que mencionas Breve historia de siete asesinatos, James habló de dos lecturas fundamentales para construir su novela: Mientras agonizo y el reportaje Frank Sinatra está resfriado de Gay Talese. ¿Qué lecturas te dieron fuego para esta obra?

Para mí es fundamental Foster Wallace y Pynchon. Pero también es fundamental Lorrie Moore. Me parece fantástica. También una cuentista haitiana llamada Edwidge Danticat. Rubem Fonseca que es un maestro del cuento, sin duda. Por supuesto, las novelas y cuentos de Leonardo Padura. El libro de cuentos Cosas peores de Margarita García Robayo.

También ganadora del Casa de las Américas.

Para mí ese libro fue realmente estimulante porque yo venía de un periodo de leer al grupo La Cueva y me encuentro con una costa desde el otro extremo. Desde una feminidad expresada desde la lítote, desde el ahorro absoluto del lenguaje y eso me resultó muy estimulante porque cuando tú vas a ciertas a ciertas formas de ver el caribe parece que el caribe se agotó, entonces siempre es muy reconfortante encontrar ese tipo de miradas.

Autores colombianos.

Ya te mencioné a Margarita García Robayo. Me gusta mucho Alonso Sánchez Baute. Su obra es relevante. Me gusta Luis Molina Lora. La obra de Óscar Pantoja. Creo que cuando acudo a Óscar me doy cuenta de que la imaginación todavía es posible y también pensar la literatura desde los géneros populares. Tú sabes que aparte de novelista, Óscar es guionista de cómics, entonces, me resulta muy estimulante su obra. De mi generación me gusta Daniel Ángel y Harold Muñoz.

Eres un killer de los premios literarios. Premio que se te atraviesa, lo matas con toda. Ahora estás en la flamante lista de ganadores del premio Casa de las Américas. En nuestra realidad latina son muchos los escritores que participan en concursos y premios literarios más con el anhelo de salir publicados que de salir ganadores. ¿Cuál es tu siguiente anhelo?

Justamente este es un premio que a diferencia de los otros me toma trabajando y siento que, en vez de premiar un libro, me han premiado la constancia, la disciplina, el método y eso me hace sentir mucho más tranquilo respecto al libro y a lo que sigue.
Mi próximo anhelo es seguir escribiendo. Que esta pila no se acabe. Ahora mismo estoy trabajando en una novela. Respecto a lo que decías de los premios, yo creo que la lista como género literario es un género muy antiguo. A veces el honor es hacer parte de ellas. Una en donde está Roque Dalton, Benedetti, Onetti, Galeano, Adelaida Fernández Ochoa es tremendo. Más allá de la publicación. Versiones de este libro fueron rechazadas en todas las editoriales. El premio es un camino para seguir publicando o para que te publiquen, para que te observen. Ojalá este sea el caso. Si no tendría que seguir concursando porque tampoco es fácil concursar. La expectativa, el desgaste, el día antes de la semana del fallo, la adrenalina de que te llamen o no, la paranoia con el teléfono. Esa es la parte fea de los concursos.

La última y nos vamos.

Dale.

El género del cuento se caracteriza por aquellos escritores que lo cultivan demasiado y por ende se ven abocados a tener su propio decálogo, trucos o reglas que le funcionan. ¿Podrías compartir un consejo?

Leer a William T. Vollmann, leer a William T. Vollmann, leer a William T. Vollmann.