Por Juan Fernando Sánchez /Actor, productor teatral y gestor cultural
Las producciones cinematográficas El agente topo y La vida ante sí abordan temas como la soledad, la muerte y la tercera edad, desde la nostalgia y un toque de comedia.
Hoy en día se oye popularmente el concepto de obsolescencia programada y es muy usado para definir la vida útil de los dispositivos electrónicos y de tecnología. ¿Cuánto tiene de similitud con la sociedad y los comportamientos humanos actuales?
El concepto de muerte ha ido transformándose y siempre ha sido acompañado de un halo de misterio para crear diferentes suposiciones sobre lo que hay en el más allá.
Las culturas, a lo largo de la historia, han tenido unos rituales muy presentes en su tradición acerca de la muerte. Todas coinciden en que existe un paraíso al que las almas llegan a reposar después de abandonar su cuerpo físico, ya sea de inmediato o después de una cantidad de vidas. Los budistas creen que la vida no termina con la muerte, sino que se reencarna en un nuevo cuerpo; entonces, se fomenta la práctica de vivir idealmente para tener una continuación ideal. En África, el lumbalú es un festejo que dura nueve días, en los que se facilita el tránsito del alma hacia el mundo de los muertos, se reconoce la muerte como algo vital y necesario, y se resaltan la solidaridad y los vínculos de grupo. Los tibetanos, por ejemplo, ven la muerte como un estímulo para vivir con sinceridad y en comunión con los seres que los rodean. En las culturas prehispánicas estaba resaltada la forma como sus muertos iban preparados hacia el más allá (con alimentos, riquezas y armas) y no iban solos.
Pero las creencias con respecto a la muerte del mundo occidental y su religión no nos preparan desde niños para afrontarla y se fomenta la cultura del apego, con la idea de que todo termina con la muerte y se cumple el ciclo vital (nacemos, crecemos y morimos). En ese orden de factores, cuanto más cercanos estamos a la taquilla, la vida se va extinguiendo más dentro de cada uno y, con ella, nuestras habilidades y el conocimiento. O deja de ser útil nuestra función en la sociedad y sus prácticas, con lo que se les da un poco la espalda a las tradiciones ancestrales por las que la cercanía a ese último respiro les daba a las personas un venerable estatus frente a los suyos. Los ancianos eran valorados por su sabiduría y eran miembros importantes en sus comunidades, tenían voz y voto, recibían respeto y cuidado.
La pandemia del coronavirus ha puesto al planeta en un contacto directo con la muerte. Casi todos hemos sentido el caso propio, de familiares o de amigos y, en ocasiones, de esa relación con el virus el resultado ha sido fatal. Una de las poblaciones más vulnerables es la de edad avanzada, lo que nos ha mostrado la crudeza de una realidad que lleva muchos años instaurada en nuestra cotidianidad y es la indiferencia y el desplazamiento que les damos a nuestros adultos mayores; son relegados y convertidos en una sobrecarga inconveniente, ante la falta de tiempo ocasionada por la competencia brutal y los días agitados de la vida moderna.
En la entrega de los Premios de la Academia 2021 estuvieron nominados dos proyectos que despiertan la sensibilidad por esta dolorosa realidad: El agente topo, un documental chileno dirigido por Maite Alberdi que se puede encontrar en Netflix y nos cuenta la historia de Sergio, un hombre de 83 años que es convocado por Rómulo Aitken, un investigador privado, para que sea agente infiltrado en un hogar de reposo para ancianos. Su misión es detectar si la madre de una de sus clientas es maltratada; durante tres meses, Sergio pasa de ser un agente topo a convertirse en un adulto mayor más que habita el lugar. Es una obra que toca las fibras, por el abandono, la ausencia y la soledad a los que se ven enfrentados quienes viven en este hogar. Es imperdible por el modo enternecedor con el que es contada y por su dosis de realidad; una realidad que, al hacer como que no vemos, pretendemos que no existe.
Por otra parte está La vida ante sí, una película italo-estadounidense basada en la novela homónima de Romain Gary. Aunque ya había sido llevada al cine en 1977, la versión actual puede ser vista en Netflix y marca el regreso al cine de la emblemática estrella italiana Sophia Loren, a sus 86 años. Es una cinta dirigida por su hijo Edoardo Ponti, que nos sumerge en la historia de madame Rosa, una prostituta judía sobreviviente del holocausto que se hace cargo de los hijos de otras trabajadoras sexuales. A su casa llega Momo, un refugiado senegalés, interpretado de bella manera por Ibrahima Gueye, con quien protagoniza una historia de amor filial entrañable. Es una película que nos da atisbos del cine italiano de la posguerra y nos lleva a momentos de nostalgia por esa forma de contar historias y ver las escenas estremecedoras de dos talentosos actores de generaciones distantes. La vida ante sí fue nominada a mejor canción original en los premios Óscar 2021.
Es muy valiente ver historias conmovedoras que nos cuestionen nuestro actuar y más valiente aún es oír el grito inaudible que las personas, cercanas o no, nos dan antes de partir.