El cantautor se dio la oportunidad de llevar su talento artístico a otros escenarios: un libro, un podcast, un proyecto de película. De esta experiencia, y de temas que no le gustan de la industria de la música, nos habló.
Por NINA RODRÍGUEZ
Cantante, compositora y diseñadora colombiana
@ninarodriguezmusica
A sus cuarenta y cinco, Santiago Cruz aprovechó la pandemia, no para reinventarse como el gran cantautor que es, sino para ampliar sus fronteras, para contar historias de otra manera: creó el podcast Punto de vista; estudió las costuras de hacer guiones para películas y está escribiendo el primero para una de las dos producciones cinematográficas que tiene proyectadas; grabó nuevas canciones y, quizá lo más importante, publicó el libro Diciembre, otra vez, en cuyas páginas desnudó su historia personal.
Esta última experiencia en particular, que para él fue un proceso catártico hacia la aceptación, es también, en mi opinión, una radiografía de la industria de la música. Al escudriñar con él en el libro, otros medios se han centrado en la tragedia de su padre, ligada a la triste realidad que genera el narcotráfico, y en el tema de su pasado con las adicciones. En esta conversación de artista a artista, el énfasis está en otros aspectos.
Alternativa: ¿Cómo surgió la idea de hacer el podcast para entrevistar personajes y cómo fue la experiencia?
Santiago Cruz: Uno aprende un montón haciendo todas estas cosas. Resulta que, en un comité de la Academia Latina de la Grabación, del cual yo hacía parte, surgió el interrogante sobre si todo el que escribía una canción era cantautor y alguien dijo que una condición para ello era “reflejar un punto de vista”. Y yo creo que ese punto de vista se enriquece con otros.. Con el ‘desocupe’ de la pandemia, surgió la alternativa del podcast con el enfoque de contrastar puntos de vista con escritores, deportistas, periodistas, etc. Empecé con Daniel Álvarez con un propósito fundamental: desmitificar la idea del éxito que predomina.
¿Cómo es eso?
Sí, acá hay una especie de cuadrícula del éxito: si tú llenas todas las casillas, eres exitoso. Yo al final de los podcasts siempre hice la misma pregunta: “¿Qué es para usted el éxito?” Recuerdo dos respuestas especialmente conmovedoras: la de Rosana, la cantante española, quien contó que había sabido que era el éxito incluso antes de grabar, cuando su papá se levantaba de la siesta y le pedía que le cantara una canción al piano. La otra respuesta memorable fue la del escritor Ricardo Silva Romero: “El éxito es sentir la menor cantidad de envidia posible”. Ahí uno se da cuenta de que ese es un concepto demasiado amplio y subjetivo. ¡Y qué bueno que cada quién construya su propia idea de éxito!
La pandemia puso a los artistas a mirar el arte y nuestro discurso de una manera distinta. Y tú empezaste, muy rápidamente, a entrar en estos conceptos fuera de lo común…
Sí, recuerdo que en algún momento de la pandemia compré un audiolibro, The 4D Songwriter, en el cual el autor, Jayson John Evans, dice una cosa tremenda sobre la carrera de hacer música: “De todos los caminos que puede tomar la gente para llegar a su música, lo menos que está generando enganche es la música misma. Eso no quiere decir que puede hacer música basura, pero sí que tenga presente que eso es lo que está enganchando más ahora. Pero hubo otra parte que también me quedó: “Tenga en cuenta que usted es más que un músico; es un creador que está habituado a canalizar su creatividad por la música, pero usted es un creador. Entonces, dése la oportunidad de crear en otros escenarios distintos…”. Y eso fue lo que pasó.
Es muy importante lo que dices porque a veces la industria lo mete a uno en una caja y uno mismo como artista empieza a ponerse limitantes y barreras…
No es que esté de acuerdo en todo con Evans. Sigo pensando que la música es lo principal, pero sí creo que hay que ampliar las narrativas en torno a la música.
Precisamente, en el libro dices: “Yo soy una persona que cuenta historias. Y para contarlas hay una infinidad de posibilidades”. Háblanos de esa reflexión. De hecho, durante la pandemia también me puse a estudiar guion cinematográfico, estoy escribiendo una película y tengo otra en la cabeza. Tengo que terminar la primera y a partir de ahí ver qué va a pasar, pero el solo hecho de nutrirte intelectual y emocionalmente de otra disciplina artística, de otra manera de canalizar esa corriente creativa que tienes, me parece ya un ejercicio tremendamente valioso.
Me parece un acto muy valiente porque te sales de tu zona de confort y redactas un artículo, das una charla o escribes un libro. Y también me parece muy valiente que te salgas del refugio de las canciones y cuentes las historias en un libro…
Sí, la historia en las canciones está disfrazada de alguna manera. El tema de las etiquetas es nocivo en todo sentido. Me parece que al final la música nunca ha debido etiquetarse. En mi época de disquera me pasó mucho que no sabían si ponerme como artista pop o como cantautor. ¿Por qué tiene que ser la una o la otra? Recuerdo que en México estuve en un festival de cantautores en Querétaro, con Pablo Milanés, Pancho Céspedes y Jorge Drexler, y una semana después canté en el Lunario con Aleks Syntek y Noel Shajris, y me sentía igual de cómodo en los dos escenarios. ¿Por qué ponerlo a uno en un cajón determinado si uno toma un poquito de aquí y un poco de allá y termina armando su propia cosa?
Y decidiste romper con eso…
De una época para acá se volvió, no una obsesión, pero sí de mi interés tratar de romper con esos prejuicios. Yo no creo que un libro me haga escritor ni que con cinco entrevistas uno se haga periodista, pero sí creo que uno tiene las herramientas para visitar esos lugares de una manera respetuosa.
Con respecto al libro, me encantó como arrancas diciendo “si tiene una historia, cuéntela…”.
Pero si te fijas, el principio es una especie de excusa también. Uno mismo se deja contaminar por los prejuicios: si es importante, si es pertinente, si tiene peso. El libro tenía que saltar esos prejuicios para llegar a determinados lugares, pero los primeros prejuicios que tenía que saltar eran los míos.
Aceptarse a uno mismo, incluso con sus lados más oscuros o menos favorables, es un mensaje pertinente siempre.
¿Y al escribirlo pensaste para quién iba dirigido?
No es para alguien específico, pero yo sé que a quien esté en el camino o en la industria de la música le puede interesar; que a una persona que esté o tenga a alguien cercano en un proceso de adicción y rehabilitación le va a interesar. Sé que hay gente que de una u otra manera se ha visto tocada por nuestra realidad nacional. A ella le va a interesar también. Sin embargo, no tenía un blanco al cual apuntarle. Al final, tenía claro que la columna central del libro es la aceptación y creo que ese es un mensaje bienvenido. Aceptarse a uno mismo, incluso con sus lados más oscuros o menos favorables, es un mensaje pertinente siempre, y más en un tiempo en el que todos nos ‘sobrevendemos’, somos nuestra primera agencia de marketing y nos tomamos siempre la ‘selfi’ del modo en el que quedemos más guapos.
Y en el libro realmente hay una historia…
En la escritura de guiones y demás, siempre se habla de “los pasos del guerrero”, es decir, como se debe construir una historia con un marco narrativo. El héroe empieza en un lugar y llega a otro, y hay un proceso de transformación. Y el libro tiene eso: un personaje que está en un lugar complicado y termina en otro, por lo menos, más luminoso. Creo que ahí hay un valor narrativo.
Brené Brown dice que no hay vulnerabilidad sin coraje y lo que más me resonó de tu libro es que es vulnerabilidad desde el coraje, algo poco común de oír en una voz masculina. ¿Qué es para ti la vulnerabilidad?
Ufff… La vulnerabilidad es casi una marca a través de las canciones, pero eso reta un montón. Hay parte del público que se siente retada por esa expresión de vulnerabilidad. En una conversación con el músico Iván Benavides me decía eso: “A mí me encanta su vaina porque usted, con el tamaño que tiene, y hace la música que hace. Usted se va a lo sutil, a lo vulnerable, y me parece que en ese contraste hay un poder muy grande”. Pero debo decir que eso nunca fue algo pensado. Simplemente, así me construí como persona y, por ende, como artista. Y vuelvo al tema de la aceptación: al final esa vulnerabilidad termina siendo un ejercicio de aceptación. A partir de la música uno tiene la oportunidad de cambiar muchos mensajes.
Estoy rodeado de mujeres desde que nací y me siento más cómodo rodeado de ellas porque aprendí desde chiquito que son la fuerza del universo.
¿Mensajes para transformar la sociedad?
Sí, la música tiene que responder también a cómo van cambiando los tiempos. Una cosa era escribir una canción en los 50 y otra en 2021 con la sociedad en la que estamos viviendo, incluso desde el uso de los pronombres, de la binariedad o no de lo que estamos diciendo, o de la relación hombre-mujer y pareja. Hay que ir a lugares distintos para tratar de cambiar esos mensajes. Por ejemplo, hace poco salió la canción Yo te todo, con Alejandro Sanz, y el video muestra a dos bailarines y a dos bailarinas en un ‘merequetengue’ de todos contra todos bellísimo. En la canción, en ningún momento, habla de él o de ella. Conscientemente hicimos una canción ‘desgenerada’. Y ahora acabo de sacar una canción que se llama A ella no le gustan las fotos. Hay que ampliar el mensaje para que la discusión se amplíe también.
Tú sueles llevar a artistas mujeres a tus presentaciones. Tú me invitaste muy amablemente a estar en un concierto. ¿Cómo ves el papel de la mujer en la industria musical?
Todavía falta mucho por recorrer, pero ahí nos metemos en una discusión que es la banalización de las acciones afirmativas y las cuotas. A mí me encanta trabajar con mujeres. Sin embargo, aún hay vicios machistas en la industria, como en la sociedad en general. Yo estoy rodeado de mujeres en la banda, en el manejo de mis temas, pero aún falta gente en el campo. Hay que seguir tomando iniciativas y dando ejemplo.
En el libro también son muy importantes las referencias a ellas…
Sí, mi amiga Maleja Restrepo me dijo que se queda con la visibilidad de que en el libro resalté la importancia de varias mujeres en mi vida, desde mi mamá, mi esposa, mi hermana, Mariana –mi manager–…Y eso no fue algo consciente. No sé si tiene que ver con el hecho de que a mí me criaron mis dos abuelas, mi mamá y 10 tías. Estoy rodeado de mujeres desde que nací y me siento más cómodo rodeado de mujeres –y no lo digo en el sentido de harén– porque aprendí desde chiquito que son la fuerza del universo.
En la reciente discusión pública entre J Balvin y Residente, a raíz de las nominaciones a los Grammy Latino, se destaparon muchas cosas de la industria de la música. ¿Cómo viste esa situación?
Todo está en las formas. Yo encuentro sentido en algunas de las cosas que dice José (J Balvin) y en algo de lo que dice José Rene (Residente), pero creo que las formas son desafortunadas en ambos casos. Se jugó a la ‘tribuneada’, al tremendismo taurino que apela al truco y al apetito de escándalo. Pero es igual de válido en el sentido de que se van desenmascarando cosas que están mal en la industria.
¿Qué cuestionas de la industria?
Muchas cosas y por eso publiqué un fragmento del libro con unas frases del pianista Pau Chaferque que cada vez las confirmo más al conocer vainas de la industria que dan ‘pereza’. Él decía: “Te deseo que llegues a justo antes del lugar adonde tú quieres llegar, porque adonde tú quieres llegar la vista no es bonita. No te va a gustar y te vas a querer devolver, y estando allá ya no vas a poder”. Yo creía que, cuando uno llegaba a determinados lugares de la industria, el triunfo era la libertad, y me he dado cuenta de lo contrario, de gente que ha llegado adonde uno quiere llegar y están muy presos. Pienso que es necesario romper la creencia de que hay que venderle el alma al diablo para lograr eso. ¡Qué bueno llegar a un lugar bacano sin que sea un proceso horrible!
Agradecimientos a Diamantina & La Perla, tienda de muebles y decoración, escenario de la entrevista.