El libro Las ventanas y las voces fue publicado originalmente en 1998, sin embargo, y cómo establece el mismo autor en el epílogo de esta edición, no existe la obra definitiva, el autor siempre tendrá el impulso de revisitar su obra, verla con ojos nuevos y remendarla.
Es por este motivo que Juan Carlos aceptó de manera inmediata publicar esta nueva edición, con remiendos y arreglos que, si bien no se habían hecho públicos, él ya había estado haciéndole a su obra. Compuesta por siete cuentos, que hacen referencia a siete capítulos definitivos en la vida de un mismo personaje, esta obra puede ser leída de dos maneras. Una, como una novela, es decir como una sola obra cohesiva compuesta de siete capítulos o, también, como una compilación de cuentos independientes que pueden ser leídos sin ningún orden en particular.
En siete cuentos o capítulos, dependiendo del camino que cada lector decida tomar, el autor nos enfrenta con nuestra propia condición humana y lo logra a través de la naturaleza. En entrevista con Alternativa, Juan Carlos Botero explica que esto obedece a un doble propósito: “Primero, quiero hacer un homenaje a la naturaleza, como un gran admirador de Hemingway y Faulkner y ambos tenían eso, en su literatura uno ve permanentemente un gran canto a la naturaleza, una gran alabanza. Lo cual no significa que sea una visión dulce de la naturaleza, ahí está con toda la violencia. La segunda razón es porque el mar no es un elemento, es un escenario. Son escenarios ideales para ubicar al personaje en momentos límites, momentos donde salen a relucir las cualidades más auténticas de su ser, de su condición, su verdadero valor y su verdadera cobardía. Son escenarios propicios para esos momentos de intensidad, de aprendizaje, de introspección”.
Todos estos cuentos, están basados en las vivencias reales del autor, vivencias que ha utilizado como inspiración para lograr incitar en sus lectores una introspección que sólo es posible mediante el arte. Construidos con metáforas, sus cuentos generan reflexión sobre la realidad del país e incitan a la vez, a cambiar nuestra cultura, nuestra naturaleza que, se ha vuelto, con el tiempo y la exposición a la violencia, una naturaleza violenta. “Es lo que nos pasa en Colombia, no sabemos cómo comportarnos en sociedad, por eso hoy estamos viviendo y respirando una cultura de la violencia. Nos gustaría creer que la violencia la cometen unos remotos y lejanos delincuentes y nosotros no tenemos nada que ver. Si eso fuera cierto, basta ver cómo nos tratamos, cómo polemizamos, cómo conducimos el auto. Somos reproductores de la violencia”.
“Es lo que nos pasa en Colombia, no sabemos cómo comportarnos en sociedad, por eso hoy estamos viviendo y respirando una cultura de la violencia. Nos gustaría creer que la violencia la cometen unos remotos y lejanos delincuentes y nosotros no tenemos nada que ver. Si eso fuera cierto, basta ver cómo nos tratamos, cómo polemizamos, cómo conducimos el auto. Somos reproductores de la violencia”
Son las grandes preguntas de la humanidad, aquellas que están en las obras de arte y en los libros, aquellas que se han debatido por siglos, las que nos lleva a confrontarnos con nosotros mismos, con nuestro rol en la sociedad y, a la vez, nos forman como ciudadanos. Esa cultura de ser ciudadano se logra mediante la reflexión que trae el arte, mediante la formación cultural y así se pueden desarrollar nuevas actitudes revolucionarias. Para el autor, la actitud que más se necesita en este momento, la más revolucionaria, es la decencia. “Si nosotros, no cambiamos nuestra cultura de violencia por una cultura basada en el respeto, en la cortesía, en el buen trato, en escuchar desde una posición autocrítica, de permeabilidad, de tolerancia por más procesos de paz que se hagan, no habremos solucionado el problema de la violencia en Colombia”.
Al final, esta obra de Juan Carlos Botero, como tantas otras obras de tantos otros autores antes que él y, seguramente después, es la de recrear el mundo que ha visto y vivido con la suficiente distancia para asumir un papel crítico frente al mundo. Está, en la lectura de Las ventanas y las voces y en la de tantas otras obras, la clave de la sociedad colombiana de cambiar, de evolucionar hacia la cultura de la tolerancia, están en el arte y la cultura las herramientas necesarias para combatir la violencia que nos ha invadido como sociedad.