La cantautora bogotana recibió cuatro nominaciones a los premios Grammy Latino y una a los Anglo, gracias a un trabajo muy personal hecho en casa entre el embarazo y la pandemia.
Por Nina Rodríguez
Cantante, compositora y diseñadora colombiana
@ninarodríguezmusica
Paula Arenas fue una de las figuras colombianas destacadas de los más recientes Grammy Latino, con sus cuatro nominaciones, gracias a “Mis amores”, un trabajo hecho en casa mientras esperaba a su primer hijo, el ‘León’ de su vida, y lidiaba con el encierro de la pandemia.
Su nombre estuvo entre los candidatos en las categorías Canción del Año, con A tu lado; Álbum del Año, Mejor Álbum Vocal Pop Tradicional y Grabación del Año. Ninguna le dio el gramófono, pero todas le darán una proyección distinta a la carrera de Paula, quien -por cierto- cantó en el tributo a Armando Manzanero durante la gala de premiación. Al cierre de la edición se conoció su nominación a los Grammy Anglo en la categoría Best Latin Pop Album.
Las nominaciones son el reconocimiento a un esfuerzo de muchos años, que llevó a la artista de las “chisgas” –como se les dice en el medio a los toques en bares, restaurantes y eventos– al escenario de los mejores de la música latina. Detrás de ese logro, hay una historia llena de humanidad.
Alternativa: Dicen que descubriste tu talento cantando como “Gaviota”, la de “Café con Aroma de Mujer”. ¿Cómo fue eso??
Paula Arenas: Sí, en mi casa siempre fueron noveleros y cuando salió Café con Aroma de Mujer yo era una niña súper chiquitita y me la pasaba cantando como Gaviota; siempre movía el pelo como Margarita Rosa de Francisco. En el colegio me decían “La Gaviotica” y me llevaban a cantar a la emisora escolar. Como a los siete años comencé a sentir pena de que me dijeran así. Algo muy triste, pero igual seguí en el coro. También estuve en una que otra academia, donde me decían que no podía cantar tan duro. Nunca aprendí un instrumento, pero siempre me gustó lo de cantar.
A mí también me entraba la vergüenza cuando mis papás en cualquier reunión decían: “La niña canta… cante, cante”. Sin embargo, cuando dije en mi casa que quería estudiar música, la respuesta fue: “No, no. La música, no”. ¿Cómo fue eso para ti?
Fue distinto. Siempre quise cantar, pero sentía un miedo terrible porque no tenía ritmo. No me da pena decirlo: no entraba bien. Cuando llegó la hora de estudiar la carrera dije que quería estudiar cocina y recuerdo a mi papá –tan divino– diciéndome: “Pero ‘Paul’ –así me llama–, si a ti lo que te gusta es cantar, a ti te gusta la música”. Cuando me dijeron eso, me presenté a música en los Andes y la Javeriana. En la Javeriana no hubo posibilidad porque yo no sabía qué era una clave de sol. En los Andes me presenté a canto y me dijeron “acá no nos gusta esa música, acá solo música clásica”. Entonces estuve estudiando composición clásica, pero no era lo mío, y un día dije en mi casa que me retiraba y que me iba a dedicar a cantar. Me fui a otra escuela, donde tú y yo nos conocimos, pero ahí tampoco seguí. Después apareció un tipo con quien me la pasé haciendo chisgas.
¿Cómo fue esa época de chisguear, de cantar a Juan Gabriel de evento en evento?
Tengo sentimientos encontrados. Al principio me hartaba porque era una chisga muy barata, de canciones populares que no me tramaban, pero era trabajo y yo cantaba donde fuera. Sin embargo, después, cuando empecé a trabajar en el restaurante El Bandido, y me conocieron más, comencé a encontrarle más gusto a esta labor. Posteriormente hice la chisga con el profesor Rubio; ahí arranqué con lo de cantar a Frank Sinatra junto con todo un combo. Ahí la vaina me cambió.
¿Recuerdas con cariño esa etapa?
Amo ese momento de mi vida porque esas canciones las cantaba con el alma. A mí me fascina esa música y es la que más oigo todavía. Fueron años muy lindos, aunque también muy pesados. Me salía trabajo al ‘cien’. Creo que no he vuelto a ganar como en esa época.
¿Y qué pasó luego?
Yo fui puliendo mi chisga y un día conocí a Luis Fernando Ochoa, un personaje importante en la industria y productor de Shakira. ¡Una figurota! Cuando uno conoce ese tipo de personas, se deja influenciar un montón, y este señor me dijo: “Mira, no esperes ser como Shakira porque no lo vas a ser. Más bien ponte a hacer esta chisga que tú haces, ponte en la escena elegante y métele la ficha; arma una cosa bien jalada y empiezas a vender eso”. Y lo peor es que le hice caso.
«Este es un mundo machista… Uno ya lo sabe. Pero si el hombre da un paso, uno da tres».
Armaste la big band…
Sí, armé mi big band, con la que hice un disco, un DVD y cinco eventos espectaculares, gigantes, muy bien pagados. Yo contrataba el sonido y músicos, hacía disfraces y era la cantante. Me volví como una taxista. Decía: ‘si esta vaina se me pasa, yo cobro’. Era rabiosa. Realizaba un evento en la mañana y podía hacer otro en la tarde, y así era. Sin embargo, estaba perdiendo mi norte y tuve problemas de adicción. La fiesta desconcentra…
¿Es cuando decides irte a Miami?
No. Yo no tenía ningún interés en irme para Estados Unidos. Es más, estaba decidida a dejar mi música. Había dicho: “Me doy por vencida; todo el mundo habla mucha m…, me voy a meter a lo que haga plata”. Mira lo que es uno estar ciego. Yo ya había logrado cosas; que yo no me hubiera dado valor es otra cosa. A mi canción con Esteban Mateus (Esteman) le había ido muy bien; a la canción Un día cualquiera, con Juan Pablo Vega, igual. Ya estaba empezando a tomar un caminito, sobre todo con Juan Pablo.
¿Y cómo conociste a Julio Reyes Copello?
En un Bogotá Music Market (BOmm), Juan Pablo me dijo que quería presentármelo. Yo sabía que él trabaja con un tipo importante, pero no sabía quién era. Y no me importaba porque yo estaba en otra película: ser rica a partir de chisgas. Yo sí veía que a Julio todo el mundo le traía discos y se le acercaban, pero no comprendía bien cuán gigante era.. Durante la charla le dije que tenía una big band y le mostré una cumbia villera que estaba haciendo, así como la canción con Juan Pablo, pero nada qué ver… Luego, Julio me dijo: “Lo que tú necesitas es saber qué es lo que quieres, encontrar sonido, pero yo quiero trabajar contigo”.
¿Se concretó algo?
Pasó un mes y ya había perdido cualquier ilusión, pero un día me llamó Julio de Miami y me dijo que había tenido un sueño con mi voz y quería hacer algo. Entonces me fui para allá por una semana. Eso fue en octubre de 2014. Julio me puso a componer y después me dijo: “Definitivamente, creo que tú no sabes qué es lo que quieres. Date seis meses de silencio, y te vienes para acá y empezamos a escribir y a hacer algo”. El 20 de enero de 2015 me fui para Miami y lo que iban a ser solo seis meses se convirtieron en casi siete años. Al principio no sucedió nada y pasó un año antes de lanzar una canción. Yo seguí insistiendo e insistiendo detrás de Julio para que me paraba bolas, todos los días en el estudio hasta que finalmente firmé un contrato.
¿Cómo descubriste a la compositora, que es un proceso muy de uno? Por lo menos, así fue en mi caso…
Sí, inicialmente no me daban crédito de compositora; no tenía la seguridad para llamarme compositora. Yo escribía y escribía, y Julio me decía “no te creo, no te creo”. De repente comenzó a creer y yo también empecé a creer. Después escribí con otra gente como un ejercicio que me ponía Julio. Hoy me considero una muy buena compositora y me lo creo. Uno a veces no se cree los talentos.
¿Cómo fue recibir ese primer reconocimiento con la nominación a los Grammy como nueva artista?
En 2017 me nominaron con mi EP Colores, el que hice con Julio. Fue indescriptible. Él me llamó y me dijo “estás nominada” y yo no lo podía creer. Lloraba y lloraba. Siento que en todo este proceso me aferré muchísimo a Julio por la seguridad que me daba. En 2019 me nominaron con Visceral y acudí muy asustada. En este 2021, a mis 33 años, después de que nació mi hijo León, te puedo decir que finalmente me estoy dando el crédito a mí misma, porque antes me decía “esto es por Julio o por Sony”, la disquera.
Es muy importante lo que dices. Se la pasa uno buscando esa figura externa, que bien puede ser un premio o una persona. En mi caso siempre me sentía más segura si había un productor, como Juan Pablo o Juan Galeano, que me diera el espaldarazo. Y hoy en día todavía presento un disco y digo “pero lo está produciendo tal persona” como forma de reducir un poco esa angustia…
Sí. Es una estupidez. Yo también todavía lo tengo y es algo común en los cantantes. Todos quieren conocer a estos grandes productores porque les pueden cambiar la carrera, pero yo no creo eso. Es un trabajo de todos. Claro que hay un montón de gente que ha participado, que ha ayudado, que me ha apoyado, como Diana Ramos. Yo no descuido a mi equipo nunca. La gente que me ha apoyado desde el principio sigue conmigo. Igual, hay gente que se va, pero uno debe seguir creyendo en uno mismo. Si no, está jodido.
Este año recibiste varias nominaciones al Grammy por el disco Mis amores. ¿Cómo te cambió la vida ser mamá y hacer música? Creo que es un acto espiritual muy grande.
Cuando supe que estaba embarazada me dio mucha alegría porque siempre quise ser mamá, pero también me cagué del susto con mi carrera porque ya estaba tomando impulso con las nominaciones. Era 2019 y me acababan de candidatizar a tres Latin Grammy. Al principio fue terrible, pero después Beto, mi esposo, me dijo: “Deja de pensar que estamos en el renacimiento y que no puedes ser mamá, cantante y todas las demás vainas que quieras”. Afortunadamente tengo una persona divina a mi lado que cree en mí y me apoya. De hecho, “A tu lado”, que está nominada a Canción del Año, se la hice a Beto, por esta situación que te estoy contando y porque, para rematar, nos habían encerrado.
¿Cómo fue la experiencia del embarazo?
No lo pude gozar con la familia ni con las amigas, pero sí tuve cosas muy lindas. Nos unimos un montón en la casa. Me puse como una ‘marrana’ y cuando nació mi bebé pasaron varias cosas: a mi papá le dio un derrame cerebral y a mí se me secó la leche. Me dio una depresión posparto asquerosa. Toda esta maraña de sentimientos por no poder ver a mi papá, no poder hacer mil cosas y verme en ese estado hizo crecer en mí unas ganas inmensas de volver a la música, la que me ha salvado muchas veces.
¿Y cómo pudo avanzar el proyecto entre tantas dificultades?
Yo tenía unas canciones y empecé a trabajarlas, pero ya no estaba con Sony ni con Julio. No tengo a nadie. Entonces, de vuelta a ceros y cagada del susto. Para rematar, me convertí en mamá, tenía 32 años y me sentía anciana. Pero saqué fuerzas, llamé a mi amigo Sebastián Mejía, director y guitarrista de mi banda, y le dije: “Quiero hacer estas canciones, vamos a buscar una guitarra apropiada”. La quería como la de “Fernando”, de Abba, y así lo hicimos pensando en dejar una maqueta. Fue entonces cuando llamé a mi amiga María Elisa Ayerbe, con quien había trabajado.
Háblame de ella, porque yo vi un video en el que tú decías que lo más bonito era que Mis amores estaba producido por una mujer…
Yo la conozco porque trabajaba con Julio y habíamos hecho cositas; justo antes de la pandemia hicimos un proyecto que se llamó Mi casa es tu casa. Ella es supercomplicada y yo también, así que nos entendemos. Le conté que tenía las guitarras y que quería grabar las voces; entonces empezamos a trabajar en su casa, que quedaba al lado de la mía. Fue muy bonito el trabajo entre ella, Sebastián y yo. Pensé que tenía solo unas maquetas, pero alguien que iba a ser mi manager me dijo que no hiciera más. “Esto es lo que es, es un disco absolutamente sentimental, es real; lo grabaste en la sala de la casa, donde tenía que ser. Yo te propongo que saques esto”, me dijo. Y mi buen amigo Julio Reyes me sugirió lo mismo. Yo le respondía: “Pero, Julio, yo grabé eso en mi casita, en un cuarto; ni siquiera estábamos en el estudio de María Elisa”. “A Tu Lado” fue grabada en un cuartico que tengo para las guitarras. Yo me sentí muy asustada, pero Julio me dio mucha seguridad y seguimos.
«Cuando supe que estaba embarazada me dio mucha alegría porque siempre quise ser mamá, pero también me cagué del susto con mi carrera».
Hay, además, una versión en francés de ”Nada”…
Esa es una de las canciones elaboradas con Julio. Yo siempre había querido hacer una canción en francés, porque durante mucho tiempo en mi vida estuve cantando en francés sin hablarlo. También metimos “Los caminos de la vida”, una versión que hice para Mi casa es tu casa con María Elisa, porque me parecía que iba con la situación que estábamos viviendo.
Y luego llega la sorpresa: las nominaciones a los Grammy Latino 2021…
Fue una sorpresa total. El disco me encantaba, me sentía muy orgullosa cuando salió, pero no le daba un peso. Continuaba sin darme el crédito. El equipo también empezó a dudar un montón, a decir que yo me preocupaba por cosas insignificantes. Mientras tanto, yo lidiaba con la depresión posparto y dudaba otra vez de mí. Y pasó esto. No me lo creía. Yo no veía chance porque, además, este era un álbum de cantautor y no lo metieron en la categoría. Fue una belleza de sorpresa.
Para mí es muy importante exponer más lo que pasa con las mujeres en Latinoamérica. ¿Qué consejo le das a las nuevas artistas, a las nuevas mujeres de la industria?
Este es un mundo machista, pero no hay que amarrarse a eso. Uno ya lo sabe. Pero si el hombre da un paso, uno da tres. Nos toca, porque las cosas son así. Yo soy más de acciones que de palabrería. Yo trabajo con mujeres. Mi equipo son solo mujeres en este momento y creo que ese es el tema: apoyarnos entre nosotras. No voy a escoger a una persona por ser mujer, sino por ser talentosa, pero sí creo que necesitamos buscar nuestro lugar. Mi único consejo es que uno siga siendo fiel a lo que hace porque uno pa’ qué se mete en esta carrera para cantar algo que a uno le sepa a “m…”. La carrera ha sido muy chévere conmigo porque he sido honesta. Mis canciones son historias que me han pasado y cosas que he vivido. Entonces, se trata de siempre ser fiel a uno mismo.