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‘Stranger Things’ y su invitación a volver a ser niños

Con el estreno de su cuarta temporada, Stranger Things vuelve a ratificar por qué es una de las series más importantes de Netflix, al tiempo que se consolida como un espectáculo de ciencia ficción con una carga nostálgica que invita a volver a ser niños.

Imagen trailer oficial Stranger Things

No es un secreto que las grandes producciones tanto en streaming y cine tradicional, han estado jugando de manera descarada con el uso de la nostalgia, quizá una de las emociones más poderosas del ser humano; de allí que la industria audiovisual haya sido tan sagaz para interpretar la necesidad de devolverle a los espectadores más veteranos, aquellas sensaciones de infancia, llenas de fantasías, aventuras y viajes a mundos mágicos, aquel tiempo donde no existía ninguna preocupación por los problemas y las dificultades que trae consigo crecer y dejar a un lado la inocencia que tanta felicidad trajo en aquellos lejanos años.

Stranger Things es el mejor ejemplo de esta táctica comercial que muchos adultos contemporáneos agradecen, y es que es un producto confeccionado con los hilos más sensibles del arsenal de recursos con los cuales llegar al corazón de quienes han dejado atrás cualquier alegría infantil. Es ciertamente una máquina del tiempo que permite abrir un baúl donde habita entre brumas y memorias, el niño que soñaba con dragones y extraterrestres.
No hay sorpresa alguna en resaltar las evidentes inspiraciones cinematográficas de las que esta serie bebe en abundancia; principalmente porque todo ya está hecho y ligado a un momento específico de la historia y de su narrativa, la colorida y exótica década de los años 80’s. Inmediatamente surgen recuerdos de aquella primera vez en que el público vio E.T. El Extraterrestre (1982), Historias Asombrosas (1985 – 1987) o aún la más longeva Encuentros Cercanos del Tercer Tipo (1977), todas ellas con una mente y una sensibilidad única, como lo es la de Steven Spielberg; y es tan solo una referencia de tantas a las que recurre este espectáculo de ciencia ficción moderno, en donde la constante, es una aproximación a la forma en que la infancia se enfrenta a los misterios de mundos multidimensionales, de criaturas aterradoras, fantasmagóricas y de otros planetas.

Es ciertamente una máquina del tiempo que permite abrir un baúl donde habita entre brumas y memorias, el niño que soñaba con dragones y extraterrestres.

Imagen trailer oficial Stranger Things

El punto, más allá de lo evidente, no es la nostalgia en sí misma, ni la relación de la serie con distintas referencias tan claras e intencionales, es mucho más profundo, y es que Stranger Things se ha convertido en un catalizador del escapismo, toda su infraestructura visual y auditiva están pensadas sobre la emoción y las conexiones que aún existen entre el adulto de hoy y el niño del ayer. Parecería una obviedad, pero resulta dramático si ahondamos no en el producto como entretenimiento, sino su capacidad de encontrar en una misma vida, la sentencia del no retorno, de la magia perdida y la incapacidad de volver a sentir asombro, de volver a creer con ingenuidad en el monstruo que habita bajo la cama, es a su vez, para los más sensibles, un acto de melancolía, de aquel que vive a través de las aventuras de este particular grupo de niños que enfrentan sucesos paranormales, es una carta de amor a la amistad, a la confianza y al valor.

Quizá es un pequeño respiro en un océano de realidad y pérdida de aquella magia que aún existe, aún en los pasillos más oscuros y lejanos del espíritu humano. Es una invitación a creer, a soñar y a imaginar una vez más, una súplica para volver a ser niños.

Si resaltamos la influencia “spielberiana”, es por esa innegable profundidad con la que el director aborda la naturaleza infantil, la exploración de una sensibilidad e inocencia que es puesta a prueba ante conflictos que sobrepasan cualquier noción de realidad, potenciando las proezas en personitas que logran no solo conmover, sino ejemplificar una serie de cualidades de las que el adulto suele despojarse, esa bondad y capacidad para abrazar lo extraño, enfrentar lo amenazante e incluso, la inexorable virtud de la valentía, de librar batallas que no les corresponden pero que asumen bajo la premisa del bien.

Estas y muchas cualidades más se encuentran en Stranger Things, que no es otra cosa más que una cápsula atemporal en la que habitan nuestras memorias, nuestros reflejos más lejanos, es una producción que nos invita a proyectarnos en sus protagonistas y ver el mundo con los ojos de un niño nuevamente, ofreciendo un antídoto contra el letargo que la adultez y sus conflictos diarios ofrecer en cantidad, quizá es un pequeño respiro en un océano de realidad y pérdida de aquella magia que aún existe, aún en los pasillos más oscuros y lejanos del espíritu humano. Es una invitación a creer, a soñar y a imaginar una vez más, una súplica para volver a ser niños.

Imagen trailer oficial Stranger Things

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