Steven Spielberg no solo es garantía de excelencia técnica y narrativa, es también un contador de historias sensibles y profundas que exploran los deseos, sueños y ambiciones de sus personajes, más si se sus protagonistas son niños, personajes con los que el legendario director se identifica plenamente, construyendo realidades dramáticas e igualmente inspiradoras.
una maestría artesanal sencilla pero elegante, sin la espectacularidad de sus historias más colosales, pues se reserva esta potencia para impulsar a sus personajes y sus conflictos.
The Fabelmans narra la historia de una familia cuyos integrantes no encajan en un molde habitual, con un padre apasionado por la ciencia, la técnica y la informática y una madre con el talento suficiente para tocar piezas de música clásica en un piano, de esta combinación surge “Sam” el hijo mayor interpretado en dos momentos de su vida, la infancia y la adolescencia, un joven entusiasta de las imágenes cuya mente e imaginación se disparan luego de asistir a a ver una película por primera vez en el cine.
Esta película podría parecer en apariencia la historia de “Sam” y su descubrimiento de la magia del cine que lo llevará a convertirse en un director de cortometrajes escolares, es a su vez un drama intimista lleno de profundas grietas al interior de la estructura atípica de su familia. Es un mapa que recorre el personaje principal atravesando los valles profundos de los conflictos emocionales entre sus padres, su entrada en la adolescencia, el descubrimiento del amor y como todo ello convierte su temprana afición por el cine, en un refugio imaginario en el cual depositar sus miedos, alegrías, tristezas y triunfos.
La familia Fabelman recorre distintas ciudades gracias a las oportunidades laborales que su padre va conquistando, este es interpretado por un dócil y encantador Paul Dano, una mezcla de padre tradicional de la Norteamérica de mitad de siglo XX, con un entusiasta y amoroso padre lleno de ingenio y amor por la ciencia. Por otra parte, está “Mitzi”, la madre de Sam, una ama de casa quien tuvo que sacrificar sus talentos para dedicarse a su familia, lo cual construye un personaje que por momentos da la impresión de vivir dos vidas paralelas, siendo esta interpretada por una soberbia Michelle Williams, una cómplice de los sueños del pequeño y futuro cineasta. Estos dos elementos definirán la personalidad de “Sam” al tiempo que cimentarán los conflictos emocionales por los que deberá atravesar.
Foto: Universal Pictures
La película es una carta de amor de Spielberg al cine, a los ojos de todo niño que se maravilla con las películas y la experiencia mágica de ir al teatro a ver historias fantásticas que impulsan la imaginación y crean artistas. Es también un recordatorio constante del peso de contar historias a través de las películas en donde más allá de la pirotecnia y el espectáculo alucinante de luz y color, es un mecanismo de comunicación intima y personal donde poder transitar los traumas, sueños y alegrías, es la cámara la herramienta para parafrasear a la vida real, un artefacto propio de los ilusionistas con el cual maravillar al público, mientras el sufrimiento interno se diluye entre historias ficticias pintadas con recuerdos y dolores privados.
Esta historia está filmada con una calidez engañosa, la apariencia gentil y amable de la familia esconde profundos conflictos universales vistos desde los ojos de cada uno de sus integrantes, es aquí donde Spielberg se desenvuelve con una sensibilidad única, con una imagen de ensueño y dorados repetitivos que dan la impresión de estar viviendo un momento suspendido en el tiempo aún cuando hay tantos cambios en lugares y edades de sus personajes, ofreciendo una maestría artesanal sencilla pero elegante, sin la espectacularidad de sus historias más colosales, pues se reserva esta potencia para impulsar a sus personajes y sus conflictos. Es una película tranquila y amable, pero es un recordatorio constante del espejismo que es la realidad en ocasiones y los mecanismos usados para evadirla o alterarla.
Solo al iniciar la película se hace una declaración de intenciones, es una descarada autobiografía del propio director y su encuentro con la magia del cine, nos brinda una visión intima a su propia infancia, a sus miedos y sufrimientos, a todas las experiencias tempranas que definieron al genio, y también, una especie de agradecimiento al cine mismo por convertirse en su forma de lidiar con sus propios mundos, dolorosos y amables. Es el viaje hacia el asombro a través de los ojos de la inocencia, un recorrido genuino y precioso a través del espejo del alma humana.
“The Fabelmans” se estrena en cartelera nacional el próximo 12 de enero de 2023.