El actor Christian Tappan vivió en el año que terminó el momento más brillante de su carrera, con un premio Macondo por su actuación en ‘Lavaperros’ y con la histórica nominación a los premio Emmy por su ‘Molina’ en ‘El robo del siglo’.
Por Juan Fernando Sánchez
Actor, productor teatral y gestor cultural
@juanfernandosanchezv
Para mí, Christian Tappan no es solo uno de los mejores actores que tienen hoy Latinoamérica y el resto del mundo, sino que es una de las personas más cálidas y carismáticas que uno puede encontrar.
Nació en México, pero es a la vez colombiano y ciudadano del orbe. Empezó su carrera artística desde muy joven, primero en comerciales y luego en dramatizados como el juvenil Décimo Grado, que marcó a toda una generación en Colombia, entre finales de los 80 y principios de los 90.
Hoy, a punto de llegar al medio siglo de vida, tiene decenas de producciones en su portafolio y muestra que ha llegado a la madurez como actor. De ello da testimonio el reciente premio Macondo, que otorga la Academia Colombiana de Artes y Ciencias Cinematográficas. Tuve el honor de gritar su nombre y entregarle el premio a la mejor interpretación masculina principal, por el papel de don Óscar en la película de Netflix Lavaperros, de Carlos Moreno.
Igualmente, da testimonio de su calidad artística la también reciente nominación a los Emmy, galardones que en Estados Unidos se otorgan a lo mejor de la TV y ahora del streaming. Fue finalista en la categoría mejor actuación masculina, por su papel de Molina en la miniserie El robo del siglo, que se puede ver también por Netflix.
Estar candidatizado a este galardón no es poca cosa. Hace 10 años era impensable que un latinoamericano llegara al podio de una categoría de los Emmy junto a los mejores actores de la televisión mundial.
Christian le debe su contacto temprano con la actuación al trabajo de su padre, el mexicano Alfredo Tappan, quien creció en ese mundo desde antes de que existiera el video. Trabajó por muchos años en la poderosa cadena Televisa; hizo cine con figuras como Geraldine Chaplin, Anthony Quinn y John Wayne; y también dirigió en la TV colombiana.
Por él, desde los 8 años, el niño pelirrojo que Christian era tomaba una buseta en Ciudad de México y se iba derecho a la escuela de Televisa. Ahí empezó a cuajarse el artista, que es más que un actor. Lo que viene son extractos de una conversación profunda que refleja mucho de su personalidad.
El descubrimiento del actor
“Yo descubrí que quería ser actor viendo ‘El Chavo del 8’. Esa fue la primera vez que estuve en un estudio de televisión sentado entre las cámaras observando cómo se hacía ese programa en vivo y en directo, a dos metros de Don Ramón, Kiko, Chespirito… Ahí dije ‘soy de esto’, y de allí no me he movido”.
Las etapas de la carrera
“Cuando uno es niño y está viviendo esto, lo vive como niño y lo disfruta como un juego. Después viene el adolescente y lo gozas, pero vas sintiendo cosas que están cambiando en tu cuerpo, en tu cabeza y en tu trabajo. Ya de adulto, uno se ocupa y se preocupa más por las cosas. Con el tiempo empiezas a ver cómo aprovecharlas como herramientas para tu carrera y tu vida. Y después ves cómo sigues manteniéndote en el mismo nivel de energía física y mental. Lo fundamental es no preocuparse mucho y dejar que te sorprendan las cosas”.
Personajes muy orgánicos
“A veces me preguntan por qué mis personajes son tan orgánicos, tan cargados de verdad, y es porque así me tomo la vida, las amistades, la familia y esto. Está bien planear y enfocarse, pero verlo como sueños, como cosas que pueden pasar, y qué bonito si pasan. No obligarte a que tengan que pasar porque ahí comienzan las energías que no fluyen… Y lo otro es que, si algún día le preguntas a mi esposa Juliana, ella te va a decir que yo siempre he sido un niño y no pienso cambiar: voy a seguir siendo un niño toda la vida”.
Un año inesperado
“¿Tú crees que yo me esperaba que mi 2021 fuera así cuando pasó todo lo del 2020? Yo no pensé las cosas maravillosas por las cuales estoy pasando en reconocimientos, en invitaciones y en premios. Nunca me programo para tanto, pero sí para hacer mis personajes con mucha verdad. A veces hasta me enfermo porque –¡qué carajo!– para eso me utilizo y para eso estoy, aunque nunca navego tan allá”.
La vara actoral, cada vez más alta
“La vara se va elevando solita y me sorprende cada vez más. Eso me emociona. Soy un llorón y con los años, más. En febrero cumplo 50 años y todavía mi carrera me da estos regalos… Me veo como un hombre de 60 años feliz con mi carrera y no renegando de ella. ¡Con lo difícil que es que eso nos pase a los 60 años!”.
La noticia del Emmy
“Estaba dormido y comenzó a vibrar el celular. Eran mensajes felicitándome y diciéndome ‘nominado a Emmy’. Yo no entendía. Además, me escribían productores y directores a quienes les llegaba la noticia muy de primera mano; no fue cosa de medios. Entonces logré despertarme por completo y enseguida me llaman a decirme ‘gran güevón, ¿usted ve lo que acaba de pasar? ¡Está nominado al Emmy!’. Ahí comencé a investigar y a buscar las nominaciones al Emmy, veo y expreso: ‘¡Qué es esto, hermano!’. Y al ver con quiénes más estaba nominado, me quedo congelado. Le muestro a Juliana, mi esposa, lo que está pasando y comienzo a llorar…”.
La dimensión del logro
“Tú no entiendes hasta el tercer día que es la Academia Internacional de la Televisión la que te nominó y luego te enteras de que 500 producciones a nivel mundial estuvieron postuladas y solo quedan cuatro actores… ‘Molina’ es un personaje maravilloso, de muy lindo corazón, pero uno no logra imaginarse que llegó hasta la sensibilidad de los miembros de la Academia. Me vio gente que no entiende mi idioma y, sin embargo, con subtítulos dijeron ‘este carajo es’. Llegar a mover fibras sin decir una palabra o sin que el espectador pueda entender el idioma, es algo que trasciende…Yo no me lo creía”.
La gala en Nueva York
“Netflix me invitó a la gala de los Emmy y tampoco me lo creía. New York, coche negro en la puerta del hotel, alfombra roja, entrevistas, otro idiomas… Y yo pensando todo el tiempo: ¿qué digo?, ¿hablo en inglés o español?, ¡qué carajos hago! Entonces fui a tomarme un par de whiskies para bajar los nervios, y en eso me topo con Andrés Parra, quien había ido en representación de su serie Presidente… Cuento con Parra ahí cerca y cuando llega el momento me dice ‘usted, usted’ y me señalaba, y yo estaba volviéndome loco. Si animamos la escena, podría ser otro cuento de Disney, con un bonito carruaje para ir a los premios, y yo bajándome con sombrero volteado y la mochila cruzada (risas). Fue algo muy especial. Al principio, yo no sabía ni cómo vestirme, ni qué hacer, ni nada. Yo no sabía cómo asumir esto y nunca lo pude asumir”.
Cuando no dicen tu nombre
“Hermano, es muy grande cuando oyes toda la presentación en inglés, pero cuando no oí mi nombre como el premiado sí agradecí mucho que estuvieran conmigo Andrés, Juliana y “Juli” Moreno, la productora de la serie. No es que a uno lo inunde la tristeza, sino que comienzas a devolver la cinta de cómo llegaste a ese momento. Entra como una nostalgia y uno empieza a pensar en qué se debe hacer para que eso vuelva a pasar. Y, vuelvo al principio, sería el error más grande de mi carrera que me ocupe ahora de pensar qué necesito hacer para llegar otra vez a ese momento. Pero sí, cuando oyes el nombre del ganador, ese rewind comienza ahí –tra-tra-tra– en la cabeza… Sin embargo, es bueno agarrarlo como una especie de retrospectiva que te llene de ganas de hacer más cosas. Ese momento fue como ‘juepucha, bueno, vamos pa’ lante’. El niño es el que lo sintió, el que lo perdió; no uno porque uno ya está dos horas después con un whisky en la mano y ‘güepajé, qué carajo y chao, sigue la vida, mañana nos vamos y no pasó nada’. Pero en ese momento sí pasó algo con el niño… Y con uno, un poco también”.
‘Macondo’, sabes que te quiero
“Ese premio Macondo es más especial que la misma nominación al Emmy. Es el premio que más me ha gustado ganarme, por el personaje y porque yo siempre he defendido al cine. Me gusta el cine, amo los personajes del cine porque son los más difíciles de hacer. Una película es algo muy difícil de contar. En una serie tienes varias escenas que a lo mejor no te salen muy bien. En las películas, en cambio, no tienes esa opción; una escena es algo específico. ‘Macondo’ es el premio más bonito que me he ganado y es de mi Colombia adorada y de la Academia de Cine que ha costado mucho sacar adelante. Todos los actores deberíamos sentirnos orgullosos de esos premios”.
Lo corrosivo del ‘show business’
“Yo ya no lo sufro, pero la palabra que utilizaste es perfecta: corrosivo. A muchos les hace mucho mal y no lo saben manejar: los acaba o los cambia. Pero yo me topo mucho con que sigo siendo el mismo tipo de siempre; dejé de sufrir por esas vainas y anulé eso de mi vida. Si te piden una foto hay que darla con el mayor cariño porque son ellos los que te ven y los que disfrutan tus personajes, pero me alejé de eso. Soy pésimo para una alfombra roja, para atender a muchos medios al mismo tiempo… En algún momento la fama pudo haber sido muy corrosiva, muy difícil. Lo sentí hace unos 12 años cuando comenzaban a pasar cosas y ya tenía 34-35 años. Creo que eso me ayudó también, aunque yo soy actor desde ‘pelao’ y tuve programas juveniles que fueron muy conocidos como Décimo Grado”.
‘No hay prestigio, solo popularidad’
“Las nuevas generaciones tienen que olvidarse un poco de eso (la fama) porque ellos son los que más peligro corren por las berracas redes sociales. Ahora quieren tener millones de seguidores y no están pensando en cultivarse ni en hacer bien su trabajo, porque ya no existe el prestigio sino la popularidad. No tengo ningún resentimiento con mi carrera porque estoy feliz con todo lo que ha pasado y, sin embargo, digo eso”.
El personaje que lo ha puesto en jaque
“Todos me dan sustico y adrenalina. Yo siempre he dicho: el día que un personaje no me cause eso, no lo hago. Unos tienen más complejidad que otros. Por ejemplo, el de Lavaperros: tener que engordarme hasta llegar a 94 kilos y querer sentirme la peor escoria de la naturaleza, el peor ser humano, y que se vea grotesco y feo, cuando no soy así, eso ya es una dificultad. Yo creo que a los personajes hay que crearlos a partir de su naturaleza porque todos fueron papás, hijos, sobrinos, tíos que tomaron decisiones. Hay que buscarles esa complejidad para que realmente te los crean. Buscar desde muy adentro para que eso pase, pero no cuestionar al personaje porque cuando el actor lo hace, se lo caga. Hay que fluir con él y que más bien él te responda cosas y se responda cosas a sí mismo que te sorprendan. Con ese personaje yo descubrí algunas que me sorprendieron, como cuando beso a la actriz y abro gigante la boca y ella, ¡pobrecita! Sin embargo, pensé que eso se tenía que ver asqueroso en una pantalla de 16 metros; y fue asqueroso sentir esa grasa, ese sudor y ese ‘man que huele feo’. Todas esas cosas tienen su complejidad”.
‘Molina’, a partir de la debilidad
“‘Molina’ era hacer todo lo contrario a lo que hacía el otro carajo y a cómo se veía. Molina, un hombre que se va a morir, que tiene un problema de salud gracias al error que comete su mejor amigo y, sin embargo, sigue siendo su mejor amigo quien lo dejó botado. Comencé a crear el personaje a partir de la debilidad de él, de no sentirse bien, de sentirse aminorado con su salud, con su cuerpo. No obstante, él quiere verse bien y tomar las mejores decisiones. Verse completo, ¡aunque no esté completo! A partir de esa debilidad, de esa humanidad, queríamos ver a un hombre que todavía pudiera planear, hacer, decir, tener un poco de fuerza, como yo creo que muchos enfermos terminales se pueden sentir”.
Ahora las historias se cuentan distinto
“Ya los hechos históricos son marcos solamente para contar cosas de los personajes, de los seres humanos. ‘El robo del siglo’ pasa en un solo capítulo, en el tres. En el uno y el dos son ellos; en el cuatro y el cinco son ellos con sus familias. Ahora ya nos concentramos en cómo viven, en cómo son”.
Ser director no lo ‘derrite’
“Hace muchos años yo intenté dirigir acá en México en una experiencia que tuve de 1995 a 2001 y dije “vuelvo”. Mi papá me lo reclama semanalmente, pero no. A mí lo que me gusta es la producción. Ya llevo dos cosas, viene una tercera. Me ha gustado estar creando de la nada, decidiendo color, texturas, personajes, vestuarios, maquillaje… Yo no sé hacer un contrato y no sé si lo quiera hacer algún día, pero estoy enamorado ahora de lo que está pasando en mi vida, porque he sido fiel creyente de que el universo de los personajes está terminado únicamente cuando están vestidos y en el set, y a esto súmale cómo lo cuentan, cómo lo filman, cómo lo montan y cómo termina saliendo. Creo que me voy a quedar en la producción y me voy a saltar la dirección. No me ‘derrite’… Y eso que tuve a mi papá toda la vida como ejemplo. Todo el mundo ve como obvio que un actor pase a dirigir. Pues yo no, me lo salté”.
Fotos: Cortesía Christian Tappan