Por Enrique Rubio
En una noche que fluía tan gris como el juego del Real Madrid, Toni Kroos supo de nuevo, por última vez como futbolista luciendo la camiseta de su club, sacar su varita mágica para poner en la cabeza de Carvajal un balón que queda desde ya para la historia del madridismo.
El saque de esquina que dio el gol al Madrid será el último gran servicio a la causa del alemán, retirado para siempre de un equipo campeón en el minuto 85 de un partido que sella una trayectoria de leyenda.
Poco dado a explicitar sus sentimientos -pese a su emoción en el homenaje que le tributó el Santiago Bernabeu en su última actuación-, Kroos salió del campo con una enorme sonrisa en la cara y en medio de una atronadora ovación.
Se encaramó a una de las vallas del fondo de la afición madridista, donde recibió los gritos de "¡Toni!¡Toni!" de sus seguidores mientras él mismo los alentaba con los brazos.
Terminaba así una carrera en el Real Madrid para todos los tiempos, un nombre que no hizo ruido al entrar, pero que sale en medio del ensordecedor reconocimiento de todo el mundo del fútbol.
El córner que cambió el partido llegó después de que Kroos ofreciese señales cada vez más nítidas de que en el balón parado podía estar la llave que abriese el choque.
Hasta el minuto 30 ni siquiera tuvo la oportunidad de botar un saque de esquina. Cuando lo hizo, con la afición madridista a sus espaldas, Wembley casi se viene abajo.
Kross estaba sufriendo ante el duelo enormemente físico que había propuesto el Borussia Dortmund. Sabitzer le echó el cerrojo durante la primera parte, y pese a acabar con el mejor porcentaje de pase (95 %), casi todos ellos fueron de seguridad, sin capacidad de romper líneas.
Hasta se permitió el infrecuente lujo de fallar algún pase en corto, ante la sorpresa del público.
Sin la pelota, como es bien sabido, Kroos es menos Kroos.
No se le veía cómodo, pero el alemán siempre vuelve. Sus lanzamientos eran cada vez más certeros, y rozó el gol en una falta que sacó de la escuadra un acertado Kobel.
Ya no sufría tanto con los desmarques de Brandt a sus espaldas y participaba más en la creación del juego.
Guardaba lo mejor para el final: su saque de esquina al primer palo, rematado de forma sublime por Carvajal, le daba al Real Madrid la Decimoquinta.
Una vez más, una asistencia del centrocampista alemán estaba detrás de un título madridista. A su salida del campo, Carlo Ancelotti lo recibió con un fuerte abrazo y unas palabras al oído. Uno por uno, sus compañeros le felicitaron y abrazaron, como líder silencioso del vestuario que siempre ha sido.
Con la medalla de campeón al cuello, Kross miró por última vez a la grada. El Madrid extrañará al hombre que convirtió sus piernas en un compás para trazar algunos de los dibujos más bellos de su centenaria historia.