Por: JORGE HERNÁN PELÁEZ
(Enviado especial a Doha, Catar, por Revista Alternativa)
En el partido final del Mundial Catar 2022 jugado hace unas semanas en el Lusail Stadium de Doha, se enfrentaron los dos grandes jugadores del campeonato: Kilian Mbappé de Francia y Lionel Messi de Argentina. Es pura casualidad que ambos estén actualmente reclutados por el Paris Saint Germain PSG de la Ligue 1 de Francia, equipo de propiedad de Qatar Sports Investments, cuyo presidente es el influyente empresario Nasser Al-Khelaifi.
No se sabe a qué horas tiene tiempo para otra posición, pero además Al-Khelaifi hace parte del grupo de directivos del canal de televisión BeIN, quienes teniendo los derechos de transmisión que les vendió la FIFA para su región, desarrollaron una transmisión de varias señales en múltiples idiomas para todo Medio Oriente. En los sets de análisis tenían al brasilero Kaká, al italiano Alessandro Del Piero, al argentino Gabriel Batistuta, a los británicos Gary Neville y John Terry, al danés Peter Schmeichel, a los franceses Arsene Wenger y Marcel Dasailly, al alemán Lothar Matthaus, al holandés Ruud Gullit, entre otros. Muy difícilmente otro canal de televisión en el mundo vuelva a sentar por 30 días a tantas figuras y campeones del mundo juntos.
Todo esto lo hace posible la naturaleza del negocio, ya que Qatar Sports Investments, es apenas una de las inversiones del fondo soberano Qatar Investment Authority, creado en 2005 para gestionar las utilidades provenientes de las actividades de exportación de gas y petróleo. Sin tener certeza (porque la familia dueña de todo en Catar no revela en detalles los estados financieros), se estima que el fondo soberano vale aproximadamente 450 mil millones de dólares. Esto es equivalente a sumar las fortunas de Elon Musk y Jeff Bezos.
Los cataríes botaron la casa por la ventana. Construyeron ocho estadios en tiempo récord, con múltiples denuncias de trabajadores inmigrantes de países como Pakistán y Nepal. Al final aceptaron que hubo decenas de trabajadores que enfermaron y algunos perdieron la vida, sin dar a conocer cifra alguna, en el proceso de construcción.
Para la logística organizaron comitivas de trabajadores asiáticos, africanos y de otros países cercanos que proporcionaron un ejército para custodiar los sistemas de metro y los mismos estadios. Cada uno de los voluntarios y trabajadores contratados para el mes del mundial era bilingüe. Todos y cada uno de los funcionarios que ayudaban a la gente a llegar a los partidos, centros comerciales, playas y otros lugares turísticos hablaban algún tipo de inglés. Se dieron el lujo de dejar el sistema de metro gratuito durante todo el Mundial para quienes tuvieran una boleta de un partido o una acreditación de prensa.
El centro de prensa funcionó a la perfección y la infraestructura e internet fueron impecables. Había wifi gratis en todos los estadios, y el operador de comunicaciones oficial Ooredoo regaló sim cards de 2 gigas de datos a los hinchas que llegaban al aeropuerto. No volveremos a ver mundiales de una sola ciudad, lo que permitió en mi caso personal asistir presencialmente a 19 juegos, cuando en cualquier Mundial es difícil ver más de 5 o 6 partidos en directo.
El efecto que buscaba la familia real funcionó, pues los miles de turistas de Argentina, Brasil, México y los países africanos que participaron se fueron sonrientes y hablando bien de la experiencia. Para los europeos la cosa fue distinta en cada nación. Los alemanes que perdieron con Japón y se fueron en primera ronda, los belgas que perdieron con Marruecos y tampoco pasaron a octavos no disimularon su frustración. Aunque la gente recordará en el futuro la gran campaña de Marruecos que llegó al partido por el tercer puesto, hay que destacar que Camerún le ganó a Brasil en el tercer partido, así como Túnez, Senegal y Ghana que mostraron el avance significativo del fútbol africano.
Los asiáticos no se pueden quejar: Arabia Saudita se dio el lujo de ganarle a Argentina el primer partido y ese continente logró meter a octavos a tres selecciones: Japón (que avanzó a cuartos), Corea del Sur y Australia que hace varios años dejó de participar en la eliminatoria de Oceanía buscando mayor nivel. Nada despreciable el nivel que tendrá a futuro Estados Unidos con unos jóvenes que preparan su siguiente Mundial de locales. Quedarán para el recuerdo detalles como el uso de la tecnología para definir el fuera de lugar y la famosa jugada del segundo gol de Japón a España, en donde el balón estaba 99% fuera de la línea.
Una gran duda resultó del congreso de la FIFA celebrado un par de días antes de acabarse el Mundial: no tienen muy claro el formato de un campeonato de 48 equipos, en donde además habrá tres equipos que no van a ir a la Eliminatoria, en efecto, los locales México, Canadá y Estados Unidos. Esta lucha por el formato y las Eliminatorias será el plato del primer semestre de 2023, porque obviamente esta fiesta ya se acabó, en un país donde finalmente abrió ciertas puertas pero no todas. Eso ya poco o nada importa a los hinchas, que están pensando cómo llegar a Estados Unidos, la próxima parada de esta enorme carpa llamada Mundial de fútbol.