Por Jorge Lesmes M
Director (e) Revista Alternativa
La vida de Felipe Rocha era de privilegios.Todo a la mano. Hijo de una prestante familia que por generaciones se ha movido en el mundo de la ganadería. Estudió en los mejores centros educativos tanto en el país como en el exterior. Socio de los clubes más exclusivos de la ciudad. De largas vacaciones recorriendo el mundo y centro de atención en fiestas y bares.
En el mundo en que se movía Rocha, todos querían ser su amigo y por supuesto hacer parte de su negocio, una compra venta de ganado, en el que prometía millonarias ganancias. Rendimientos económicos exorbitantes, algunos de ellos pasaron por encima del 30%. Pagos que con el paso del tiempo se volvieron insostenibles. Imposible de cumplirle a su selecta y millonaria clientela.
Esa vida elitista se esfumó. Hoy Felipe Rocha está tras las rejas. En una de las cárceles más duras para los reclusos como lo es La Modelo en la ciudad de Bogotá.Está respondiendo por dos delitos: estafa y falsedad en documento privado. Además, la Fiscalía lo señala de haber recibido cerca de cinco mil millones de pesos, de personas que confiaron en su negocio y que hoy no han recibido un peso devuelto.
Rocha está contra la pared y en la cárcel, gracias al trabajo realizado por tres abogados que han representado a diferentes clientes que perdieron sus inversiones. Fabio Humar, Jaime Lombana y Juan Felipe Criollo. Los tres decidieron juntar su experiencia y conocimiento en el caso y después de un año han demostrado que el negocio de Felipe Rocha no era nada diferente a una pirámide y que la única salida era la instancia judicial para obligarlo a responder por sus acciones.
Años dorados
Cómo comenzó esta historia que tiene como protagonista a un miembro de la sociedad bogotana, que está relacionado en el más alto mundo de los negocios, amigo personal de empresarios, hijos de expresidentes y de las familias más tradicionales del país. Y cómo esos empresarios, muchos de ellos expertos en el mundo de los negocios, con estudios de economía y finanzas en las principales universidades del mundo, terminaron invirtiendo sus dineros en un fondo ganadero que, por su oferta de altos rendimientos, tenía todos los vicios de una pirámide.
La historia empezó hace cerca de diez años.Felipe Rocha era conocido en los más exclusivos círculos sociales de Bogotá. Había estudiado en el colegio Anglo Colombiano, posteriormente se fue a vivir por una larga temporada a los Estados Unidos y cuando regresó buscó a sus viejas amistades para ofrecerles un negocio respaldado en buena parte por la tradición ganadera de su familia, así como los negocios en cultivos de flores y arroz.
Su propuesta fue simple: “Yo tengo la tierra, ustedes ponen la inversión”. La tierra eran dos enormes fincas. Una ubicada en Ibagué y la otra en la sabana de Bogotá, donde su familia por años había desarrollado una importante industria ganadera.
Rocha, fue hábil en el modelo de negocio que estructuró. Se hizo desear por sus clientes, que lo buscaban para que los tuviera muy en cuenta con un cupo de inversión. Se movía como pez en el agua en cuatro clubes exclusivos en la capital. Hacia reuniones de negocios en los restaurantes, para ser visible frente a sus potenciales inversionistas.
Cuando terminaba sus reuniones los interesados se le acercaban o lo llamaban por celular. Sus respuestas cargadas de palabras de éxito eran siempre las mismas: “No hay cupos por el momento. Todo está full, es una inversión muy exclusiva”. Su interlocutor no daba el brazo a torcer y pronunciaba las palabras mágicas que esperaba Rocha: “puedo hacer una inversión mayor. Aportar más capital”. Y de inmediato la respuesta: “haré lo posible y le avisaré”.
De esa manera fue consolidando un grupo de inversionistas a los que le prometió excelentes dividendos. Aparentemente el riesgo no era muy grande. El respaldo de una marca familiar, que por años había incursionado en el negocio ganadero, que el nombre de Felipe Rocha se repetía en la élite de la sociedad bogotana, fue como una especie de seguro social para lograr un cupo de inversión.
Los clientes
El negocio de Rocha fue creciendo. Las investigaciones realizadas por los abogados Humar, Lombana y Criollo, permitió establecer que las víctimas de esta estafa se podían dividir en cinco grandes grupos. Las platas fueron entrando. Hubo inversionistas que empezaron con 200 millones y los más lanzados entregaron entre seis mil y siete mil millones de pesos.
El primer grupo de víctimas de la pirámide ganadera la conforman inversionistas que hicieron aportes millonarios, pero de dineros declarados ante el fisco y cuyos dividendos fueron recibidas en transferencias bancarias con el respectivo pago de impuestos.
Ese fue el primer grupo de inversionistas. Los conocidos de Rocha de toda la vida. Con los que se reunía con frecuencia en los clubes sociales del Country, Los Lagartos, Nogal y Metropolitan. Fueron cerca de 40 los que decidieron apostarle al negocio ganadero. Se calcula que la inversión fue cercana a los diez mil millones de pesos. Y en los primeros años Rocha cumplió a cabalidad el giro programado de los dividendos.
El segundo grupo lo conforman aquellas personas que se enteraron del fondo de inversión ganadero y comenzaron a contactar a Felipe Rocha en busca de un cupo. El origen de los dineros de esos inversionistas era de negocios legales, cuyas ganancias no habían sido declaradas ante la DIAN. Invirtieron más de diez mil millones de pesos. Y decidieron no acudir a la justicia para denunciar la estafa de Rocha, por la sencilla razón que las explicaciones ante el fisco les iban a enredar la vida más de la cuenta.
El tercer grupo apareció cuando Felipe Rocha comenzó a tener problemas con el compromiso de pagos. Cuando algunos de los inversionistas lo increparon en las reuniones sociales porque el cumplimento del pago de rendimientos estaba demasiado demorado.
Entonces, Rocha les abrió la puerta a platas de dudosa procedencia. La inyección económica que logró superó los dos mil millones de pesos. Dineros que necesitaba con urgencia para cumplir con sus antiguos inversionistas que ya tenían claro que las cosas no andaban bien y la preocupación por la pérdida de sus patrimonios económicos eran enromes.
El quinto grupo, fue el más selecto. Muy reducido que hizo enormes inversiones y durante un largo periodo recibieron los dividendos. Cuando explotó la quiebra prefirieron no acudir a la justicia. Para algunos de ellos, esos dineros eran como si hubiesen hecho un viaje de vacaciones a Europa por una larga temporada.
El derroche
En los años dorados de Felipe Rocha, con el negocio de la inversión ganadera marchando, con ríos de plata que le entregan en efectivo en las reuniones de negocios que tenía en los clubes sociales, le abrieron la puerta para vivir como un verdadero millonario.
Largas vacaciones recorriendo en moto por Alaska, gastos a manos llenas en las tiendas de modade las principales marcas de ropa en estados Unidos y Europa. Fiestas de celebraciones que pasaban los 13 millones de pesos, para celebrar el cumpleaños de alguno de sus pequeños hijos.
Pero ese mundo del derroche por cuenta de los aportes de sus socios en la inversión ganadera, comenzó a prender las alarmas. Los inversionistas comenzaron a ver con preocupación que mientras Rocha tenía una vida de millonario, los desembolsos de las ganancias de sus inversiones cada vez se demoraba más.
Para calmarlos, Rocha les enviaba fotos de camiones cargados de ganado que supuestamente se habían vendido después de su ciclo de engorde. La verdad, posteriormente descubierta, fue que en plena carretera en inmediaciones de una de las fincas de su familia en Ibagué, paraba a los camioneros, les ofrecía una propina para que le permitieran tomar las fotos. Y luego a través de sus redes sociales enviaba las imágenes para señalar la solidez de la inversión.
Lentamente el negocio de Rocha se fue desbaratando como un castillo hecho de arena en una playa. Los inversionistas dejaron de creer en su palabra. Las mentiras iban en aumento. Las explicaciones sobre el por qué no cumplía con los giros, se fueron regando como pólvora por los clubes sociales de la ciudad.
Hasta el que el escándalo estalló. Fue hace más de un año.La historia comenzó a aparecer en los medios de comunicación y los nombres de algunos ilustres que cayeron en la pirámide de Felipe Rocha salieron a la luz pública. Pero la mayoría de los damnificados prefirieron la reserva de sus historias y contratar a los servicios de abogados con gran experiencia en los temas relacionados con las pirámides.
Un año después, Felipe Rocha está tras las rejas. Un grupo de inversionistas con la esperanza de recupera parte de su capital. Unas autoridades financieras que no entienden cómo empresarios de ese talante arriesgan sus patrimonios en este tipo de pirámides que son ilegales. Que han dejado a miles de ciudadanos en la ruina. Y a pesar de ello, todavía hay quienes deciden invertir con la esperanza de grandes dividendos. Sueños que terminan en pesadillas.