Por: Alejandra Meléndez
Periodista y editora multimedia-Revista Alternativa
Han pasado más de cincuenta años desde que El Bigotes abrió en Ibiza y desde entonces nada ha cambiado: tienen un único plato en la carta y la comida se sirve para todos a las 2:00 p.m. Está ubicado en un entorno natural e idílico rodeado de las aguas cristalinas de Cala Mastella, al norte de la isla y desde 1969 prepara el tradicional bullit de peix, un guiso ibicenco, compuesto en su mayoría por pescado fresco y acompañado de patata y arroz a banda.
El origen de todo se dio cuando Juan Ferrer, su fundador, salía a pescar con sus amigos, y luego cocinaban los pescados al fuego. “Era una época en la que los turistas empezaban a llegar a la isla y se empezó a correr la voz. Cuando era la hora de comer y pasaba gente, mi abuelo los invitaba, hasta que se fue repitiendo eso cada vez más, y con mucha más gente, que al final decidió montar un pequeño restaurante”, comenta Mónica Roí Ferrer, su nieta, que hoy está al frente del restaurante junto con su familia. Juan, con 92 años, algunas veces visita el lugar que debe su nombre a su característico bigote.
“Dispuesto para casi 70 comensales, con un modesto y sencillo diseño, en el que se enaltece lo rudimentario, la invitación de este auténtico lugar es a vivir una experiencia para los sentidos”
La espera se hace corta con los entrantes: aceitunas, pan con alioli de la casa, y una copa de vino frío mientras se observa la preparación del bullit de peix a leña. A las 2:00 p.m. comienza el servicio, una suculenta bandeja de pescado, que suelen ser corvinas, meros, rapes, seguido del arroz que elaboran con el caldo del bullit. Y para terminar, el típico postre flaò, preparado con huevos, queso de cabra, menta y hierbabuena, un sorbete de limón y el exclusivo café caleta, que está hecho de brandy, canela, azúcar y piel de limón.
¿Cuál ha sido el secreto de todos estos años? Mónica cuenta que ha sido, el mantener lo rústico y la esencia de salir a pescar, y ofrecer a los comensales, el pescado igual que antes, un pescado fresco, en una misma olla, a fuego de leña, para todos. Y añade, “la modernización, está muy bien en los beach clubs, pero al ser un rincón diferente, y tan rústico, es lo que a la gente le gusta, que seguimos siendo así”.
Y es que la sencillez de El Bigotes contrasta con el universo del lujo que está a pedir de boca en Ibiza. Dispuesto para casi 70 comensales, con un modesto y sencillo diseño, en el que se enaltece lo rudimentario, la invitación de este auténtico lugar es a vivir una experiencia para los sentidos. A detener el reloj y disfrutar de un ritual en torno a la mesa. Y por qué no, de una siesta bajo el sol de sobremesa.