Los factores de riesgo individuales no deben utilizarse como excusa para culpar a las víctimas, sino como una herramienta para prevenir la agresión, permitiendo identificar a quienes están en mayor riesgo y actuar en consecuencia. La responsabilidad de la violencia siempre recae en el agresor.
La violencia contra la mujer, según las Naciones Unidas, se define como “todo acto de violencia de género que cause o pueda causar daño físico, sexual o psicológico”, incluyendo amenazas, coacción o privación arbitraria de la libertad, tanto en la esfera pública como en la privada.
La violencia de pareja se refiere a comportamientos de una pareja o expareja que generan daño físico, sexual o psicológico, como la agresión física, la coacción sexual, el maltrato psicológico y las conductas de control. La violencia sexual por su parte se define como “cualquier acto sexual, intento de acto sexual u otra acción dirigida contra la sexualidad de una persona mediante coacción, sin importar la relación con la víctima”.
Esto abarca la violación, entendida como la penetración forzada de la vagina o el ano con el pene, otra parte del cuerpo o un objeto; el intento de violación; los tocamientos sexuales no deseados y otras formas de violencia sexual sin contacto.
Las encuestas poblacionales basadas en el testimonio de las sobrevivientes proporcionan las estimaciones más precisas sobre la prevalencia de la violencia de pareja y la violencia sexual. Según un análisis de datos en 161 países y territorios entre 2000 y 2018, realizado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), casi una de cada tres mujeres en todo el mundo (30 %) ha sufrido violencia física y/o sexual por parte de su pareja o por otra persona. A nivel mundial, hasta el 38 % de los homicidios de mujeres son cometidos por sus parejas. Además, el 6 % de las mujeres reporta haber sido víctima de agresiones sexuales por personas ajenas a su pareja, aunque los datos sobre este tema son limitados. La mayoría de los actos de violencia de pareja y sexual son cometidos por hombres contra mujeres.
Un dato relevante, es que durante los confinamientos por la pandemia del covid-19, la exposición de las mujeres a parejas abusivas aumentó, mientras que su acceso a servicios esenciales se redujo. Las crisis humanitarias y los desplazamientos también pueden agravar la violencia, tanto en el ámbito de la pareja como la ejercida por terceros, generando nuevas formas de intimidación contra las mujeres.
Factores de género que impulsan la violencia contra hombres y mujeres
La desigualdad de género se define como “una condición social caracterizada por la diferencia de valor asignada a hombres y mujeres, y la distribución desigual de poder, recursos y oportunidades entre ambos” (DSS 2022). Los factores que impulsan la violencia son aquellos que crean las condiciones propicias para que ocurra. Entre los factores de violencia de género identificados se destacan: el control que los hombres ejercen sobre la toma de decisiones y las limitaciones a la independencia de las mujeres en la vida pública y privada, los estereotipos de género rígidos, las formas hegemónicas de masculinidad, y las relaciones entre pares masculinos que promueven una cultura de agresión, dominio y control.
Factores estáticos y dinámicos que impulsan el uso de la violencia
Los factores de riesgo asociados con el uso de la violencia como forma de relacionamiento pueden incluir la edad, el género, la orientación sexual, la raza, la cultura, antecedentes de maltrato infantil (exposición a la violencia durante la infancia), el consumo de alcohol y otras drogas, problemas de salud mental, bajos niveles educativos, el empleo (o su pérdida), el estrés financiero o personal (incluida la pobreza), y la falta de apoyo social. Estos factores pueden ser estáticos, como los antecedentes de maltrato infantil, o dinámicos, como el consumo de alcohol y otras drogas.
Relación entre el consumo de alcohol y la violencia de género
Entre 2019 y 2020, una de cada cinco hospitalizaciones (22 %) por agresiones cometidas por cónyuges, parejas o familiares involucraron consumo de alcohol por parte de la persona hospitalizada. Según bases de datos sobre morbilidad hospitalaria, en ese periodo se especificó que el 60 % de las hospitalizaciones relacionadas con agresiones bajo los efectos del alcohol fueron causadas por familiares, incluidos cónyuges, parejas, padres u otros parientes. Comprender estos factores de riesgo es clave para desarrollar estrategias efectivas de prevención y respuesta frente a la violencia de género.
Para finalizar, es importante subrayar, que tener en cuenta estos factores de riesgo no solo busca que las víctimas detecten de manera temprana señales de alerta y puedan acudir a los organismos de control, sino también promover una reflexión sobre los aspectos que deben trabajarse a nivel individual para mitigar los riesgos y fortalecer los factores protectores.
Esto incluye, abordar y tratar afecciones de salud mental que pueden tener múltiples causas; evitar la exposición temprana de los niños a sustancias psicoactivas, como el alcohol en eventos familiares; mejorar la red de apoyo; fomentar el desarrollo académico y profesional; y mejorar los hábitos de alimentación y ejercicio, que no solo elevan la autoestima, sino que también benefician el bienestar emocional y cognitivo.
