Adolfo Macías, alias Fito, se ha convertido en el fugitivo más peligroso de Ecuador tras escapar de la cárcel, donde lideraba la banda criminal Los Choneros. Conocido por su pasado como taxista, Fito ha ascendido al mando de una organización criminal que ha desencadenado la violencia en el país.
Fito, cuyo rostro ahora luce en carteles de "SE BUSCA", ha mantenido un perfil bajo, pero su escape ha desencadenado una intensa búsqueda por parte de las autoridades ecuatorianas. Se cree que abandonó la prisión horas antes de un operativo policial.
La banda Los Choneros, de la cual Fito era líder, surgió en la década de los noventa en la provincia de Manabí, una región estratégica para el tráfico de drogas hacia Estados Unidos y Europa. Con alrededor de 8.000 miembros, Los Choneros se han destacado por su participación en el crimen organizado.
Fito ejercía un control interno significativo en la cárcel de Guayaquil, donde incluso celebraba eventos con música y pirotecnia. Se le atribuye un trato preferencial por parte de las autoridades carcelarias, según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
El ascenso de Fito al mando de Los Choneros se produjo en 2020, sucediendo a Jorge Luis Zambrano, alias Rasquiña, y Junior Roldán, JR, quienes fallecieron. A pesar de cumplir una condena de 34 años por varios delitos, incluyendo tráfico de drogas y asesinato, Fito se graduó como abogado en prisión.
La fragmentación de Los Choneros se ha intensificado con los cambios en el liderazgo, generando luchas internas con bandas rivales como Tiguerones y Chone Killers. La banda ha perdido poder frente a una alianza liderada por Los Lobos, cuyo jefe en Quito también se fugó recientemente de prisión.
Los Choneros, que inicialmente se dedicaban a crímenes tradicionales en alta mar, han establecido nexos con carteles colombianos y mexicanos, manteniendo vínculos con el Clan del Golfo, el Cartel de Sinaloa y organizaciones balcánicas, según el Observatorio Ecuatoriano de Crimen Organizado.
La fuga de Fito y otros líderes criminales representa un desafío para las autoridades ecuatorianas, que buscan controlar la violencia desencadenada por estas bandas en el país.