El presidente Lasso aplicó la “muerte cruzada”, un mecanismo que le permitió disolver la Asamblea Nacional
Por: Santiago Zeas B.
Periodista y consultor político
@santiagozeasec
De cabeza. Así quedó el escenario político ecuatoriano en menos de una semana: el Congreso fue disuelto constitucionalmente, el presidente Guillermo Lasso aceptó terminar su período prematuramente y la primera vuelta de las elecciones anticipadas quedó definida para el agosto venidero.
En una jugada inédita, un asfixiado presidente Lasso (84,7 % de desaprobación según Perfiles de Opinión) encontró un tanque de oxígeno en la Constitución que, irónicamente, fue concebida en 2008 por la administración de su opositor número uno: Rafael Correa, reconocido admirador y defensor de Hugo Chávez, Daniel Ortega, Miguel Díaz Canel, los Kirchner, Evo Morales, Gustavo Petro y hasta Nicolás Maduro.
Un día después de acudir al Congreso para defenderse de un juicio político plagado de cuestionamientos por sus deficiencias de forma y fondo, el presidente echó mano del artículo 148 de la Constitución que recoge la versión ecuatoriana del Socialismo del siglo XXI. De este modo, mandó a sus casas a los 137 legisladores, quienes tenían su imagen por los suelos con el 94 % de desaprobación, según la misma encuestadora. De ahí que a nadie sorprendiera que ninguna organización ciudadana, organismo no gubernamental o entidad multilateral hayan movido un dedo por defenderlos.
Cuando los exdiputados querían desconocer la disolución y el movimiento indígena afín a Correa quería organizar alguna acción, la Corte Constitucional los desactivó al inadmitir los recursos planteados contra la aplicación de esa figura constitucional conocida como “muerte cruzada”.
Con la confirmación del cierre del Congreso, la crisis política ecuatoriana mutó en una campaña acelerada y no programada. Así, el Ecuador tiene sobre la mesa las fichas de un rompecabezas electoral por armarse, pero que ya abrió un debate ideológico de si el gran beneficiado de este remezón es Correa, amigo de Petro y viejo conocido en Colombia y en la región.
“Ecuador tiene sobre la mesa las fichas de un rompecabezas electoral por armarse, pero que ya abrió un debate ideológico de si el gran beneficiado de este remezón es Correa”
Guillermo Lasso tiene posiblemente los días contados como presidente de Ecuador
De hecho, el debate que atraviesa la opinión pública y las redes sociales termina enfocándose en si la Revolución Ciudadana, el movimiento de Rafael Correa, regresará al Palacio de Gobierno.
Por un lado, está el propio Correa, que desde inicio del período de Lasso —mayo de 2021— no ha cuidado las formas en su afán de empujarlo del sillón presidencial. En sus cálculos, su partido tiene la primera opción de triunfo. Su optimismo se fundamenta en los resultados de la última elección local del 5 de febrero, cuando ganó las alcaldías de Quito y Guayaquil, las principales ciudades del país. “Lasso es un gran fraude, cómplice de la destrucción de la patria y constitucionalmente debe ser removido”, fue su primera reacción tras declararse triunfador de esos comicios regionales. Y el 19 de abril, en un comunicado titulado “Urgente: salida democrática”, pidió que el presidente aplicara la figura constitucional de la “muerte cruzada”, que no es otra cosa que disolver la Asamblea y llamar a elecciones anticipadas.
Por otro lado, están los partidos, políticos y generadores de opinión, críticos al correísmo, quienes demandan una plataforma de unidad electoral. “No es momento de improvisar, hay que unirnos por objetivos y no dividir al país por ideologías”, dice el exvicepresidente Otto Sonnenholzner, uno de los candidatos para ceñirse la banda presidencial.
En una jugada inédita, un asfixiado presidente Lasso (84,7 % de desaprobación según Perfiles de Opinión) encontró un tanque de oxígeno en la Constitución que, irónicamente, fue concebida en 2008 por la administración de Rafael Correa
Esta tendencia mira con recelo y hasta con envidia la capacidad organizativa electoral de la Revolución Ciudadana, que entre noviembre de 2006 y abril de 2017 ganó en al menos ocho elecciones. “La única organización política que tiene la capacidad de organizarse y ganar las elecciones en un plazo de cuatro meses es el correísmo”, señala Luis Eduardo Vivanco, periodista fundador del portal digital La Posta de línea crítica con Correa y Lasso.
El principal temor de una eventual victoria de un delfín de Correa es que coopte los organismos de control y justicia y así asfaltar el camino de regreso de su líder, sentenciado en 2020 por corrupción y que reside en Bélgica. De hecho, Lasso ha dicho que su decisión de invocar la muerte cruzada y acortar su período fue detener un plan “macabro” de Correa de preparar su retorno.
Sin embargo, si se analiza con pausa los números en las últimas dos elecciones, el correísmo tiene un voto duro que no llega al 40 %, porcentaje necesario de votos para ganar en una sola vuelta, siempre y cuando tenga una ventaja de 10 puntos sobre quien llegue. En 2021, el presidencial correísta ganó la primera vuelta con 32 %, pero se desplomó en el balotaje. Mientras que el actual alcalde de Quito ganó la elección con apenas el 25 % de los sufragios.
Si esa tendencia se mantiene, el rompecabezas electoral obligaría a una segunda vuelta a mediados de octubre, para conocer finalmente a quién entregará el poder el saliente Guillermo Lasso.
“El principal temor de una eventual victoria de un delfín de Correa es que coopte los organismos de control y justicia y así asfaltar el camino de regreso de su líder, sentenciado en 2020 por corrupción y que reside en Bélgica”