A tan solo un mes de las elecciones en Estados Unidos, que elegirá el próximo inquilino de la Casa Blanca, no se vislumbra un claro ganador. La polarización política que vive la mayor potencia del mundo, se ha acentuado y los ataques personales entre los candidatos han prevalecido por encima de los planes de gobierno, en un mundo convulsionado por las guerras tanto en Gaza como en Ucrania y sus respectivas consecuencias en el tablero político internacional.
Donald Trump, el candidato republicano, no ha bajado la guardia para insistir en que hace cuatro años le robaron las elecciones, pese a que no existe prueba alguna que demuestre que así ocurrió. Su discurso se ha radicalizado mucho más que en los tiempos en que fue presidente hace ocho años, pero mantiene una enorme influencia en un electorado que pide un mayor control a la inmigración, mano dura en la guerra de Ucrania y una política interna antiaborto.
Por su parte la vicepresidenta Kamala Harris, que tomó el testigo dejado por Joe Biden, ha tenido que realizar una campaña electoral contrarreloj y lograr convencer a la masa de votantes indecisos que ella es la persona indicada para gobernar a Estados Unidos hacia el futuro, dejando el pasado reflejado en Trump.
El candidato republicano ha intensificado los ataques contra la vicepresidenta, a la que ha señalado de tener un padre marxista e incluso llegar a afirmar que ella no hace parte de la comunidad negra.
En el único debate que hubo en la recta final de la campaña política entre Kamala Harris y Donald Trump, realizado por la cadena de televisión ABC en Filadelfia a tan solo un mes de las elecciones, contra todo pronóstico, la vicepresidenta Harris logró su objetivo: que la masa de televidentes recordaran lo que había hecho Trump en el pasado, especialmente lo ocurrido durante el asalto al Capitolio, cimiento de la democracia y las libertades en Estados Unidos, y que fue tomado por una horda de seguidores republicanos para evitar que el Congreso certificara el triunfo de Joe Biden.
Los analistas políticos estadounidenses dieron como ganadora del debate por unanimidad a Kamala Harris y señalaron que Trump se había visto errático, molesto y siempre a la defensiva.
Uno de los momentos más difíciles para Trump ocurrió cuando afirmó que los inmigrantes ilegales se estaban comiendo las mascotas que habitaban en Springfield, Ohio. La historia se montó como una estrategia de la campaña republicana para golpear a Harris por el manejo migratorio del país y que finalmente no dio resultado porque era una información falsa, como se lo hicieron saber los moderadores del debate al candidato.
Si bien Harris fue claramente ganadora del debate, no hubo un golpe de gracia, que pudiera inclinar definitivamente la balanza a su favor para tener el camino más claro hacia la Casa Blanca.
Lo que sí logró minutos después, fue el anuncio que hizo la súper estrella Taylor Swift de apoyar la candidatura de Kamala Harris. Lo hizo a través de un post en Instagram acompañada de su gato en una clara alegoría a la información de Trump sobre que los ilegales se comían las mascotas. “Votaré por Kamala Harris porque ella lucha por los derechos y las causas que creo necesitan un guerrero que los defienda”. Su mensaje llegó a los 284 millones de seguidores.
La respuesta por parte de las toldas republicanos no se hizo esperar. Karoline Leavitt, portavoz de la campaña Trump señaló minutos después: “una prueba más que el partido Demócrata se ha convertido en un partido de élite adinerada”.
Las encuestas realizadas después del debate le han dado una ligera ventaja a Kamala Harris. La más reciente realizada por la agencia Reuters/Ipsos señalaban un 47 % a favor de Harris contra un 42 % de Trump. Pero la verdad se definirá el próximo 5 de noviembre en las urnas, donde el número de votos no otorga la presidencia sino el que determina el ganador es el Colegio Electoral.