Por fin terminó, con renuncia, el novelón de la aspiración de Joe Biden a ser el candidato del Partido Demócrata en las elecciones presidenciales y enfrentar a Donald Trump. Biden prefirió primero arrastrar a su partido a una división alrededor de él mismo y permitió que Trump se consolidara en los llamados estados pendulares donde se define la suerte del país más poderoso del mundo. Además, renunció postulando a su vicepresidente, Kamala Harris, en una suerte de transacción más que un acto de conciencia política.
A minutos de la renuncia, adhirieron a Harris los esposos Clinton y Barack Obama, para que no quede duda que el Partido Demócrata está en manos de dos familias que lo han manejado a su antojo desde hace 30 años. La democracia interna quedará para otro día.
Ya veremos las encuestas de los próximos días, pero dudo que la preferencia leve hacia Trump se vaya a disolver por el arribo en paracaídas de una persona que como vicepresidente fue tan incompetente como su presidente. Tampoco creo que el inaudito auge de Trump se deba quién está en el tarjetón demócrata, sino en la desafección de sectores obreros, empleados, campesinos y pequeños propietarios que se han ido deslizando hacia el conservatismo, en un proceso que lleva muchos años y tiene mucho calado en la política electoral norteamericana, porque su escenario son los estados del cinturón industrial (Rust Belt) como Pennsylvania, Wisconsin, Ohio y Michigan.
En 2016, Donald Trump entendió que esos eran los estados que debía arrebatarle a los demócratas para ganar en el Colegio Electoral, aún perdiendo con el voto popular. En 2020, Joe Biden los recuperó menos Ohio, ganando en el colegio electoral por una diferencia de 74 votos, de los cuales 46 le llegaron de esos estados que volvieron a ser azules.
Mientras Biden sumía a su partido en una profunda crisis, Trump fortaleció su presencia en el Rust Belt. Fue durante un mitin en Butler, Pennsylvania, que sucede el atentado el 13 de julio; a los dos días anunció que su vicepresidente sería JD Vance, oriundo de Ohio, con un mensaje por Truth que decía que Vance “Se enfocará decididamente en el pueblo por el que luchó tan brillantemente, los trabajadores y agricultores de Pensilvania, Michigan, Wisconsin, Ohio, Minnesota…”. Mejor dicho, estará a cargo del triunfo o la derrota. La consagración como candidato sucedió en la convención republicana en Milwaukee, Wisconsin.
En julio de 2016 un libro conmovió a los Estados Unidos, Hillbilly Elegy, escrito por un joven abogado ignoto de Ohio, veterano de la marina, llamado JD Vance, que narraba emocionalmente su vida en un pueblo del Rust Belt, agobiado por la pobreza de los trabajadores suburbanos de la industria, que habían visto que con el paso de los años la prosperidad de los Estados Unidos se construía a costa de la pobreza de los obreros, agricultores y empleados y en favor del corporativismo financiero.
El libro llegó a las estanterías en medio de la campaña presidencial en la que Hillary Clinton aventajaba en las encuestas a Trump por tres puntos. Al final Clinton ganó por dos puntos en la votación popular, pero perdió en el colegio electoral por 77 votos, que salieron de los estados del Rust Belt que Trump arrebató a los demócratas.
El currículo de servicio público de Vance no es impresionante y su desempeño como consultor privado ha estado entre lo normal y lo mediocre. Como político ha sido otra cosa. Hillbilly Elegy le dio tal notoriedad nacional, que el Washington Post lo llamó “la voz del Rust Belt”. Promueve el sindicalismo, las leyes antimonopolio y la regulación financiera y ha defendido con Elizabeth Warren iniciativas de protección del ingreso laboral. Pero es decididamente conservador en materias como aborto, migración, libertad de elección de sexo y matrimonio igualitario.
Vance se postuló a la campaña por el senado en 2021 y ganó las primarias republicanas para competir por la silla vacante del republicano Rob Portman. En las elecciones generales derrotó al demócrata Tim Ryan por seis puntos.
La primera medición en RealClearPolitics después de la postulación de Kamala Harris reduce el margen de Trump a 1,7 %, diferencia insignificante que puede ser irrelevante si los en los estados pendulares no se reduce la ventaja de Trump que llega hasta seis puntos y donde, JD Vance “trabajará decididamente por su pueblo, los obreros y agricultores” del Rust Belt.
La elección del presidente del país más poderoso del mundo la liderarán sus vicepresidentes, Vance como emergente y Harris como sucesora. El escenario serán cuatro estados en donde solo está el 12 % de la población. Por eso lo importante no es tanto quién se enfrentará a Trump, sino cómo se enfrentarán a JD Vance en su terreno.
