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César Álvarez ELN

Con terroristas no se negocia

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Con terroristas no se negocia. Tampoco se les invita al diálogo, y mucho menos, se les indulta.

Con todos aquellos que usan sistemática y deliberadamente la violencia, indistintamente de la causa, no se hacen concesiones ni acuerdos.

Los terroristas encarnan la brutalidad y la barbarie. Negociar con ellos va contra la naturaleza humana. ¿Quién, por ejemplo, hubiese negociado con Osama bin Laden?

¿Por qué, entonces, negociar con Pablo Beltrán y los terroristas del Ejército de Liberación Nacional—ELN—no es antihumano?

Si bien negociar con terroristas y criminales es parte de la Colombia Humana que el presidente Petro algún día soñó, cuesta entender por qué después de tantos incumplimientos la negociación continúa.

Adoptar una postura clara y rígida frente al ELN—y cualquier otro grupo terrorista—es simple. No requiere de mucho análisis, en especial, al comparar el terrorismo de Colombia con otras manifestaciones del terrorismo internacional.

El terrorismo, en todas sus formas, es injustificable. No existe fe, ideología, postura política, ni moral que lo sostenga.

El terrorismo niega y destruye el derecho a la vida; infecta con pánico la libertad de pueblos inocentes; y viste con una camisa de fuerza y miseria a la prosperidad de cualquier país.

¿Por qué, entonces, el presidente Petro insiste, persiste, y no desiste de escuchar las demandas del ELN, y peor aún, de encontrar maneras para cumplírselas?

El terrorismo del ELN, como el de las FARC, es carroñero. Roba, mata, y come del muerto. Su terrorismo es tan despreciable como la misma ideología que supuestamente profesan.

Ante la total ausencia de respeto por la vida inocente, sólo la determinación inquebrantable del uso de la fuerza y la capacidad de disuasión y prevención funcionan.

El terrorismo, después de todo, es la expresión más clara de la degradación humana.

El terrorismo es oscuridad. Es muerte. Las familias de los 22 cadetes de la Policía Nacional, víctimas de José Aldemar Rojas Rodríguez, alias ‘El Mocho’, injusta y trágicamente lo saben bien.

Es importante precisar que los 22 cadetes no perdieron la vida. El ELN se las arrebató.

Este grupo terrorista planeó, financió, y ejecutó un plan suicida para que una semana como esta hace 5 años, el sueño desinteresado de servir a la patria de Luis Alfonso Mosquera Murillo; Óscar Javier Saavedra Camacho; Jonathan Efraín Suescún García; Juan Felipe Majarré Contreras; Juan Diego Ayala Ansola; Juan David Rodas Agudelo; Diego Alejandro Pérez Alarcón; Jonatan Ainer León Torres; Allan Paul Bayona Barreto; Diego Alejandro Molina Peláez; Carlos Daniel Campaña Huertas; Diego Fernando Martínez Gálvez; Juan Esteban Marulanda Orozco; César Alberto Ojeda Gómez; Cristian Fabián González Portillo; Fernando Alonso Iriarte Agresor; Erika Sofia Chico Vallejo; Cristian Camilo Maquilón Martínez; Steven Ronaldo Prada Reaño; Iván René Muñoz Parra; Andrés Felipe Carvajal Moreno; y Andrés David Fuentes Yepes terminara de manera injustificada.

Al negociar con los terroristas del ELN, el presidente Petro y todo su equipo negociador le dan una bofetada a estas 22 familias, a los más de 100 sobrevivientes del atentado, y a un país entero que si bien sabe que en el universo del presidente, robar, matar, y aterrorizar si paga; sigue sin comprender por qué todos debemos vivir en él.

Paradójicamente, esta misma semana, en la que se conmemoraron 5 años del atentado del ELN a la Escuela de Policía General Santander, el presidente Petro viajó a la Santa Sede en el Vaticano para darle una segunda bofetada al país.

Si bien las Sagradas Escrituras exhortan a poner la otra mejilla. Mi llamado, aunque tarde, es a que no lo hagamos más.

Pedirle al Papa Francisco que preste el Vaticano para hacer un espectáculo mediático de la negociación con el ELN es abominable.

Los terroristas del ELN, y el presidente Petro son oscuros. Revestir con luz a la oscuridad es una herejía. Dios quiera que el Papa no se vaya a prestar para eso.

Si tienen decoro, señores del equipo negociador, ¡párense de la mesa! Y ni se les ocurra ir al Vaticano en caso de que el Papa caiga en el error de prestar la casa de Dios para albergar a terroristas.

Negociar con terroristas no tiene sentido. Nunca lo ha tenido, y mucho menos después de lo visto con las FARC.

Pedirle al presidente que entre en razón, infortunadamente, es como pedirles a los terroristas del ELN que dejen de robar, secuestrar, traficar, asesinar, y violar sin esperar algo del presidente a cambio.

Sin sentarse a la mesa, un gobierno decente enviaría un mensaje al ELN. ¡Dejen las armas ya! Entréguense y se les respetara la vida. No lo hagan, y todo el peso de la ley, y la fuerza del Estado caerá sobre sus vidas hasta que el último miembro de su organización sea neutralizado.

Un presidente sensato le hubiese pedido al Papa Francisco que no cese de orar por los héroes de nuestra patria que sirven sin descanso para protegernos, y que tampoco cese de interceder por las familias de aquellos que han entregado sus vidas en el ejercicio de su profesión tratando de hacer a Colombia un país libre de terroristas.