No, no se equivoquen. No es Gustavo Petro. Tampoco Olmedo López, ni Sneyder Pinilla. Mucho menos Sandra Ortiz. Podrían pensar en Nicolás Petro, o en el otro Nicolás, el de apellido Alcocer. Tal vez Laura Sarabia. Incluso, alguien podría mencionar a Armando Benedetti, el asesor especial del presidente y el ex-diplomático del WhatsApp. Pero no.
Tampoco es el Ministro de Educación Daniel Rojas, o el ex-Ministro de Hacienda, Ricardo Bonilla. Si bien a muchos nos gustaría que fuera Vicky Dávila, pues su defensa de la verdad y la democracia es diametralmente opuesta a lo hecho por este Gobierno y cualquiera de los nombres anteriormente mencionados, el personaje del año en el 2024 es, sin duda, el pueblo colombiano.
No hay nadie más resistente, trabajador, inagotable y, como decimos en Colombia, más verraco que nuestra gente. Solo un pueblo tan tenaz como el colombiano podría soportar lo que el gobierno de Gustavo Petro y su equipo han hecho desde que llegaron al poder.
A todos, sin importar su inclinación política—izquierda, centro o derecha—, sin importar si viven en el campo o en la ciudad, les llegó el agua al cuello. Aunque algunos decidieron navegar estas aguas turbulentas por sí mismos creyendo en las promesas del cambio, hoy todos, incluso los que nunca creyeron, están atrapados en la misma tormenta.
Lo realmente impactante no es el nivel de caos al que hemos llegado, sino la capacidad del pueblo colombiano para no rendirse. Aunque Petro quemó el barco, los colombianos siguen nadando, y esperanzados en que se haga un milagro. Sin salvavidas, con las olas golpeando desde todas las direcciones, a oscuras, sin energía, sin comida, y a la deriva, pero con la cabeza por encima del agua. Esos son los colombianos.
Petro quemó el barco, pero el pueblo no se dejó ahogar. Y por eso, todos los colombianos son los verdaderos personajes del año. El reconocimiento es para los empresarios que se aferran a sus negocios, los vendedores ambulantes que luchan día a día, los médicos mal pagados, los profesores sin salud, las enfermeras que trabajan sin descanso, los policías y miembros de las Fuerzas Armadas que a pesar de que tienen las manos atadas, no dejan de pelear por nuestro país, los recolectores de basura que mantienen nuestras calles limpias sin que nadie les reconozca su esfuerzo, y todos los ‘invisibles’ que hacen que este país, paradójicamente, no desaparezca del mapa.
También son los campesinos amenazados, los jóvenes sin oportunidades de estudio, los niños víctimas de abusos, los enfermos que no consiguen sus medicamentos. Son las periodistas humilladas, los periodistas amenazados, las víctimas de las FARC, y otros grupos armados al margen de la ley que ven a sus victimarios investidos como gestores de paz. Son los empleados que trabajan por un salario mínimo que no alcanza para cubrir lo esencial, pero aun así no abandonan la lucha diaria.
Son también esos empresarios pequeños y medianos que deciden no cerrar sus empresas, aunque tengan que endeudarse, con tal de seguir ofreciendo empleo y sosteniendo a otras familias. Son los que, aun con las cuentas en rojo, eligen seguir adelante porque saben que detrás de cada nómina pagada hay niños que comen y hogares que se mantienen a flote. A ellos, toda la admiración.
La tormenta no ha terminado. Todo, de hecho, empeorará antes de que la situación mejore. Seguramente, en el 2025, los colombianos tendrán que tomar una bocanada profunda de aire, sumergir la cabeza, cerrar los ojos y esperar que la ola de incertidumbre, inseguridad y politiquería pase pronto. Será una revolcada como nunca antes. Muchos tocarán fondo. Pero, como ocurre con todas las tormentas, esta también cesará.
En 2026 llegará una tensa calma. Colombia necesitará un o una capitán con la valentía y la visión para reconstruir nuestra embarcación y llevarnos a puerto seguro. Tendrá que liderar la creación de un nuevo barco en el que quepamos todos: izquierda, centro y derecha, empujando juntos hacia adelante, sin importar que cada uno tenga sus propias ideas y orillas.
Ese o esa capitán, ya está entre nosotros. Podría ser un outsider, pero será alguien que haya vivido esta tormenta con nosotros, alguien cuyas habilidades para sortear crisis sean evidentes.
Mi oración, hoy día de Navidad, es que esa persona, sea quien sea, sea el personaje del año en 2026. Que logre guiarnos hacia un nuevo curso, que reconstruya nuestra nación y que gane la admiración y el respeto de un pueblo entero que hoy grita: “¡S.O.S! ¡Auxilio! ¡Socorro!”
Faltan 447 días para elegir un nuevo Congreso y 524 para elegir un nuevo presidente.
La cuenta regresiva continúa.