Colombia fue el único país de toda Latinoamérica que registró un deterioro en el impacto del terrorismo entre el año 2022 y 2023.
Según el Índice Global de Terrorismo, una medición anual que elabora desde hace 12 años el Instituto para la Economía y la Paz con sede en Sídney, Australia, el número total de incidentes terroristas en el país incrementó un 235%, pasando de 51 incidentes en el 2022, a 171 en 2023.
El número de muertes asociadas con esos 171 incidentes terroristas también pasó de 33 muertes en el año 2022, a 84 en el 2023, lo que indica un aumento del 154% en número de muertes por causas terroristas.
Las lesiones, o el número de heridos, aunque levemente, también aumentaron. Mientras que en el 2022 fueron 118, en el 2023 pasaron a 135, lo que representa un aumento del 14%.
Y finalmente, pero mayormente preocupante, los casos en los que grupos al margen de la ley toman como rehenes a civiles, aumentaron 1,057%, pasando de 7 casos en el 2022, a 81 en 2023.
Si bien durante la última década, Colombia ha sido el país de la región con el mayor impacto de terrorismo, las cifras más recientes del Índice Global de Terrorismo—GTI por sus siglas en inglés—confirman que el deterioro de Colombia en el último año contrastó con la tendencia que se ve en el resto de la región.
En otras palabras, mientras el resto de la región avanzó en materia de lucha contra el terrorismo, Colombia retrocedió.
Las cifras no mienten. Las cifras alertan. Colombia sigue en caída libre. A la crisis de seguridad en las grandes capitales del país, como si no fuera suficiente, se le suma ahora el deterioro en materia de terrorismo.
Frenar esa caída es imperativo. Para nadie es un secreto que los nexos entre el crimen transnacional organizado, la corrupción, y el terrorismo son una trinidad impía, y la piedra angular sobre la cual dictadores construyen Estados fallidos o mafiosos.
En Colombia, infortunadamente, no sólo los cultivos de coca, los corruptos, y los terroristas abundan, también dirigentes políticos que adoptan el caos como política de gobierno.
Frenar esta caída es un acto de sensatez con el pueblo Colombiano. En tiempos en los que se habla de paz total, de diálogos de negociación, de ceses al fuego, no puede ser posible que el país caiga en una crisis de seguridad más profunda.
El gobierno nacional, empezando por el mismo presidente Petro, debe enfocarse en hacer menos demagogia y entregar más resultados. Quizá así, el país sí podría creer que esparcir el virus de la vida, no por las estrellas del universo, sino por todo el territorio nacional, es posible.
Después de todo, esparcir ese virus es necesario porque las FARC y el ELN siguen matando. Según el Índice Global de Terrorismo más del 60% de las muertes causadas por incidentes terroristas fueron atribuidas a grupos disidentes de las FARC, mientras que el restante 40% al Ejército de Liberación Nacional.
Frenar la caída libre no sólo le haría bien al país. En particular, al presidente Petro le serviría para aumentar sus posibilidades de ganar el premio Nobel de Paz, al que fue recientemente nominado.
Indistintamente de la conveniencia personal que pueda tener para el presidente, fortalecer la lucha contra el terrorismo le cambiaría la vida a todos los colombianos.
Una lucha frontal, integral, exhaustiva, profunda, con la cual se frene en seco el resurgimiento de grupos armados; se desmantelen las redes criminales y de apoyo a grupos terroristas; se disminuyan las brechas socioeconómicas; se eliminen las inestabilidades políticas; y se fortalezca la cooperación internacional, debe ser una prioridad para este gobierno.
Infortunadamente, la coyuntura política arroja un pronóstico negativo. Por ahora, armas para combatir, no va a haber más. El presidente canceló todas las importaciones de Israel en ese rubro.
Con la llegada del humilde servidor Mancuso al país, lo de parar el resurgimiento de los grupos armados, quedará en veremos.
Con el regreso de Mancuso a Colombia, y el de Alex Saab a Venezuela, además de los ya consolidados carteles mexicanos en el territorio, lo de la desmantelada de las redes de apoyo terroristas y de crimen transnacional organizado, también parece estar en el limbo.
Ello, sin contar, por supuesto, que el partido de los comunes anunció que ex-combatientes de las FARC están preocupados porque la Justicia Especial para la Paz (JEP), estaría violando lo acordado en el 2016 y por lo cual muchos estarían pensando en rearmarse.
En materia socioeconómica las cifras tampoco son alentadoras. Con un 0.3% de crecimiento en el PIB durante el último trimestre de 2023, y poca o ninguna inversión extranjera directa, ¿cómo cerrar las brechas?
Paradójicamente, en lo que más podría ayudar el presidente de manera directa, es con lo que menos colabora. La estabilidad política y la cooperación internacional seguirán en vilo mientras el presidente siga ‘gobernando’ a través de Twitter, ahora X.
Esperemos que el próximo reporte del índice global traiga mejores noticias para el país.