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César Álvarez Gustavo Petro

Esa platica (y el software) se perdió

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El presidente Petro sigue bajando la vara. Lo ocurrido anoche fue un irrespeto absoluto hacia el gremio camionero, una indiferencia total para los millones de colombianos afectados por el paro, y un insulto frontal a la inteligencia de todo un país.

Cubrir el paro con la excusa de un software es una distracción burda. En su intervención, el presidente Petro confirmó su tendencia a victimizarse, exhibió su desconfianza en la policía, y dejó en evidencia su incapacidad no solo para gobernar, sino también para liderar una nación sumida en las múltiples crisis que él mismo ha generado.

Culpar a gobiernos anteriores ya no sorprende, y tampoco lo hace su constante cuestionamiento a la fuerza pública. Lo que realmente choca es su capacidad para sembrar odio y desviar la atención, en medio de un nivel de irresponsabilidad y doble moral que raya en lo grotesco.

Anoche, Petro no solo fue irresponsable, violó los principios y protocolos que rigen el manejo de información confidencial en el marco de acuerdos internacionales en materia judicial e investigativa.

Su hipocresía quedó expuesta. A pesar de su desdén hacia Israel y la ruptura de relaciones con dicho Estado, Petro no tuvo reparos en aplaudir el informe de inteligencia emitido por la Autoridad de Prohibición de Lavado de Dinero y Financiamiento del Terrorismo—IMPA, por sus siglas en inglés—, tanto así que lo convirtió en el centro de su intervención pública.

Además de irresponsable, Petro fue arrogante. Desafió la prohibición impuesta por la IMPA para divulgar el informe sin autorización previa, escudándose en su título, diciendo: “Como soy el presidente de la República, y como no reconozco en este momento relaciones diplomáticas con Israel, me salgo de esta prohibición”. Este acto de soberbia y prepotencia refleja un desprecio absoluto por las reglas.

El show mediático de anoche abrió varios interrogantes: ¿Pegasus nunca fue adquirido? ¿Se compró, pero no se usó? ¿Se adquirió y usó dentro del marco de la ley o para fines oscuros? ¿Fue una herramienta adquirida bajo la administración Duque, pero usada irregularmente por Petro? Cualquiera de estas opciones es una pregunta abierta.

Es incluso posible que las supuestas chuzadas contra Petro y su familia hayan sido realizadas con otra herramienta distinta a Pegasus. Lo único seguro es que, con o sin Pegasus, si el objetivo era impedir la llegada de Petro a la presidencia, ningún software de espionaje lo logró.

A la luz del informe de inteligencia presentado, parece evidente que la compra de Pegasus sí existió. Lo que es ilógico es suponer que la Dirección de Inteligencia de la Policía Nacional (DIPOL) u otra entidad colombiana haya hecho o planee hacer un uso indebido de esta herramienta simplemente por ser de espionaje.

Si aplicamos esa lógica absurda, entonces ningún software, arma de fuego, o equipo de telecomunicaciones debería estar en manos de nuestras agencias de inteligencia.

Irónicamente, tras humillar públicamente a la DIPOL, cuestionando sus fines al usar herramientas cibernéticas contra el crimen y el terrorismo, el presidente ordenó al General Salamanca encontrar el software dentro o fuera de la DIPOL. Al parecer, esa platica, y el software, se perdió.

Lo de anoche no fue una alocución nacional, fue una especulación nacional. Nadie se salvó: ni la DIPOL, ni las administraciones de Uribe y Duque, ni la ’revista de siempre’, y otros medios de comunicación, ni los camioneros.

El rebautizado lockout o paro empresarial solo refuerza lo que fue evidente anoche: la especulación se ha convertido en el método preferido de Petro para erosionar la autoridad de su cargo y la dignidad de la presidencia.

Ya es costumbre que el presidente, con sus palabras o silencios, así como con sus hechos u omisiones, ofenda a las mujeres, desprecie a militares y policías, calumnie a otros gobernantes, intimide a empresarios, y desacredite a los medios.

Como si no fuera suficiente, insulta la inteligencia de los colombianos mientras paralelamente protege a abusadores, exalta a criminales y terroristas, elogia dictadores, apoya vándalos, y contrata a bodegueros.

Señor presidente, no olvide que el máximo cargo del ejecutivo simboliza la unidad de la nación y encarna los valores, aspiraciones e identidad del pueblo colombiano. Cuando baja la vara, no solo cae su imagen, se desploma la dignidad del cargo y el honor de la institución que representa.

Recuerde que la autoridad ejecutiva, su comandancia sobre las fuerzas militares, su representación diplomática, y su capacidad legislativa le pertenecen al cargo, no a usted. Así como los colombianos, el cargo y la oficina de la presidencia merecen respeto.

Faltan 556 días para el 15 de marzo, y 633 para el 31 de mayo de 2026. La cuenta regresiva continua.