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César Álvarez César Álvarez Gustavo Petro

Las ratas, las palomas, y el carbón de Petro

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Si la obsesión del presidente Gustavo Petro por destruir al Grupo Ventura, y de paso a esta revista, fuera proporcional a la de cumplir su promesa de acabar con el ELN en tan solo tres meses, éste ya habría desaparecido, y probablemente el Catatumbo no estaría en manos de narcoterroristas.

Pero el presidente ha dejado muy claras sus prioridades: duro con los empresarios y la prensa crítica, pero suave con los criminales.

Bajo este modelo de priorización, el ELN jamás desaparecerá. Primero acabarán con la industria portuaria en Buenaventura y con la prensa libre en Colombia, que con los terroristas y narcotraficantes que hoy ejercen soberanía en los casi 5.000 km² del Catatumbo.

En este mundo al revés que el presidente Petro ha diseñado, lo inverosímil, trágicamente, se ha normalizado, y mientras Colombia sufre, su pueblo, sus empresarios y su prensa se resignan a una realidad costosa, dolorosa y cargada de una implacable verosimilitud.

El ELN es más fuerte, más rico, más peligroso y letal que nunca. El empresariado y la prensa, mientras tanto, están más débiles, más vulnerables, más amenazados y menos influyentes. Hacer empresa y periodismo se ha convertido en una actividad de alto riesgo. Opinar también. Esperemos que votar en el 2026 no se sume a esa lista.

Mientras el noreste del país lucha por no ahogarse bajo una ola de coca, terror, balas y muerte, el presidente Petro no puede conciliar el sueño por las ratas, las palomas, la toxoplasmosis y el carbón que, supuestamente, tienen al Pacífico al borde del abismo.

El ELN controla un área equivalente al tamaño de Trinidad y Tobago, pero lo que trasnocha al presidente es que el Grupo Ventura opere menos de 200 metros de atraque marítimo.

Esa obsesión ha llevado a que, en la Colombia de los, las y les “nadies” —esa Colombia que el presidente Petro y su gobierno han (con)destruido—, nadie pueda decirle nada a nadie. Especialmente si ese nadie está en el poder.

En esta Colombia de la “paz total” y del “virus de la vida”, la libertad para hacer prensa y construir capital, paradójicamente, parece ser exclusiva de los medios alternativos como los YouTubers que aplauden al gobierno a cambio de contratos.

Si la Revista Alternativa le incomoda, señor presidente, ¿por qué no mejor dar motivos para celebrar su gestión en lugar de eliminar los espacios para el disenso?

Las alegaciones de que en el Muelle 13 ratas y palomas esparcen toxoplasmosis, y montañas de carbón contaminan el aire, no son más que una metáfora de lo que ocurre en el país: roedores que saquean el Estado, aves que simbolizan una paz que solo sirve a los criminales, y una montaña de corrupción que nadie parece capaz de remover.

Las ratas del Muelle 13 bien podrían ser las de la UNGRD, donde los contratos huelen a podredumbre. Las aves blancas de la “paz total” no traen ramitas de olivo, sino pactos secretos que fortalecen a los grupos armados. Y las montañas de carbón no contaminan tanto como la indiferencia del gobierno frente a los miles de colombianos que hoy huyen del Catatumbo.

El problema de este gobierno no es su inclinación ideológica, sino su incapacidad para aceptar que la democracia incluye la discrepancia. En su afán por silenciar a quienes le contradicen, el presidente Petro olvida que la verdadera fuerza de un líder no está en destruir a sus críticos, sino en demostrar que sus acciones pueden superar las críticas.

El ataque al empresariado a y a la prensa no es nuevo. Pero el empresario valiente y el periodista crítico siempre encuentran la manera de sobrevivir. La libertad de prensa y la capacidad de construir capital no es un regalo, es un derecho. No es un privilegio otorgado por el Estado, es una conquista de la sociedad. Y mientras haya empresarios y periodistas dispuestos a hacer bien su trabajo, ambas sobrevivirán.

El ELN, la corrupción, la inseguridad y la falta de ejecución siguen siendo las grandes deudas de este gobierno. Mientras tanto, el presidente parece más ocupado en pelear con empresarios y medios de comunicación que en cumplir sus promesas. Si el presidente Petro dedicara tanto esfuerzo a resolver los problemas del país como a atacar a sus críticos, Colombia sería un lugar muy diferente.

Pero no es así. Y es por eso seguimos aquí, escribiendo, opinando y resistiendo.

Faltan 417 días para elegir un nuevo Congreso y 494 para elegir un nuevo presidente. La cuenta regresiva continúa. Y nosotros también.