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César Álvarez César Álvarez Opinión

¡Ni el Grinch se atrevió a tanto!

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Llegó diciembre con su alegría. Pero en Colombia no hay motivos para celebrar. Ojalá este gobierno de Gustavo Petro solo hubiera acabado con la Navidad. Pero no. Ni el Grinch, con todo su cinismo, habría osado tanto.

El presidente y su administración están arrasando con todo. No es hipérbole. ¿Qué país puede sostenerse sin seguridad, salud, educación, crecimiento económico, energía y justicia? Petro ha roto el delicado equilibrio entre estas columnas que sostienen una nación, dejando a Colombia tambaleando.

Da igual la región o el estrato social, Colombia no está mejor que hace tres años. Los indicadores no mienten: violencia disparada, secuestros al alza, cultivos ilícitos en expansión, y robos y homicidios que son pan de cada día. La seguridad no solo es un desastre; tampoco se percibe. Y no, no es un problema de percepción. Es un hecho. La seguridad, esa que debería ser garantía, fue negociada en la mesa de paz con quienes nunca respetaron las reglas de juego.

El sistema de salud, desfinanciado y desorganizado, parece estar en la UCI. No ha colapsado, pero va en picada. El gobierno ha sido incapaz de ofrecer soluciones, mientras los colombianos hacen largas filas para conseguir medicamentos o acceder a citas médicas. El diagnóstico es reservado.

La educación, lejos de ser prioridad, fue empeñada. El ICETEX, imperfecto pero funcional, ahora deja a miles de estudiantes sin recursos, condenándolos a abandonar sus sueños. ¿Cómo se construye un país sin jóvenes preparados, motivados y capaces de transformar su futuro?

La economía no crece, está estancada. Como si no fuera suficiente, el propio presidente anunció que las arcas del Estado se están vaciando. El modelo económico se hace agua, mientras los colombianos enfrentan inflación y desempleo, y los extranjeros no ven el país un lugar atractivo para invertir su capital.

Ecopetrol, la joya de la corona, está en el suelo. La electricidad es cara, el gas se importa, y las promesas de autosuficiencia energética resultaron ser cuentos chinos. Petro y su exministra Irene Vélez aseguraron que habría gas hasta 2042. Hoy, esa afirmación es otro ejemplo de la improvisación de este gobierno.

Y como si fuera poco, la justicia, que debería ser ciega, está a punto de perder la venda para que, desde los más altos estrados, pueda ver favorablemente al gobierno en caso que quieran quedarse más tiempo en la Casa de Nariño.

Mientras tanto, en las novenas, la mayoría rezarán pidiendo un cambio de gobierno, y cantando ven, ven no tardes tanto. Pero Petro y su círculo íntimo, entre buñuelos y natilla, tendrán poco de qué preocuparse. Para el resto, diciembre será el recordatorio de un año más perdido.

Los colombianos querrán olvidar este y seguramente el próximo año también. La incertidumbre abunda y el optimismo es escaso. Este gobierno no les dejó algo bueno.

El pueblo colombiano, sin embargo, nunca se rinde. Aunque hoy todo parezca oscuro, la paciencia y resiliencia de la gente siguen siendo la verdadera fuerza del país. El 2025 está a la vuelta de la esquina, y cada día que pasa es un día menos para este gobierno.

En estas fiestas, millones de colombianos cantarán villancicos con nostalgia, soñando con un país donde sus hijos no tengan que preguntar: ¿dónde están los juguetes?, ¿dónde están las matrículas?, ¿dónde está la seguridad? Tal vez, en un futuro no tan lejano, podamos decir que Colombia renace, no gracias a sus gobiernos, sino al temple inquebrantable de su gente.

Porque, aunque Petro hizo lo que ni el Grinch se atrevió a hacer, los colombianos, una vez más, demostrarán que están hechos para superar cualquier adversidad.