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César Álvarez César Álvarez Gobierno Gustavo Petro

Petro: Lo peor está por venir

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El tan esperado segundo tiempo de la presidencia de Gustavo Petro ha comenzado, pero lejos de generar optimismo, muchos colombianos ahora desean que estos dos años restantes pasen más rápido que los primeros. La amarga realidad es que, desde el 7 de agosto, ni los días se acortan ni las cosas mejoran. Estamos en una cuenta regresiva, y lo peor del gobierno Petro aún está por venir.

Decir que la situación del país empeorará no es una exageración, es simplemente una conclusión lógica. Petro ha demostrado de manera consistente una agenda centrada en radicalizar a sus seguidores, intimidar a sus detractores, fomentar divisiones de clase, raza y género, asustar a los empresarios y ahuyentar la inversión. Además, se ha dedicado a encubrir la incompetencia de su equipo, mientras que a través de sus influencers y bodegueros intenta sostener su narrativa.

Conforme Petro se acerca a los últimos 23 meses de su mandato, las tensiones políticas inevitablemente se intensificarán. En un país ansioso por llegar a un frenético ciclo electoral—primero para el Congreso y luego para la Presidencia—, el presidente se verá acorralado en un entorno cada vez más hostil. La presión para mostrar resultados será abrumadora, pero la verdad es que, su gestión en la segunda mitad, a juzgar por los resultados de la primera, tendrán poco o nada bueno que mostrar.

Ante la ausencia de logros tangibles, es previsible que Petro recurra a sus tácticas de siempre: más radicalización, intimidación y división. Su capacidad para generar pánico y confusión ha sido su carta de triunfo, y, en este escenario, no hay razón para creer que cambiará de estrategia.

El país ha conocido al Petro candidato, al Petro presidente, pero aún no ha visto a un Petro gobernante. Su tendencia a reaccionar con autoritarismo bajo presiónsugiere que, en este periodo crítico, se aferrará aún más a sus impulsos más subversivos. Los mismos que siempre lo han llevado a desafiar y socavar la autoridad desde adentro, y ahora que ostenta el poder más alto en el país, todo indica que buscará desmantelar las estructuras institucionales que puedan representar un freno a sus ambiciones.

El desgaste político no hará más que agudizar su inclinación hacia un liderazgo coercitivo. En un contexto donde se enfrenta a una creciente oposición, unas alianzas debilitadas, y unos desertores de sus causas que buscarán salvar algún capital político, es muy probable que Petro decida gobernar con mano dura, alienando no solo a sus críticos, sino también a los sectores moderados que aún podrían haberle brindado apoyo. La necesidad de consolidar su legado o, peor aún, de preparar el terreno para un sucesor que le permita seguir manejando los hilos desde las sombras, lo llevará a decisiones cada vez más extremas.

Petro no es un mandatario que tolere bien las críticas. Bajo la creciente presión de fuego amigo y de la opinión pública, su respuesta será probablemente la represión de la disidencia interna y un endurecimiento de su retórica confrontacional.Esto solo profundizará la polarización política y social que ha marcado su mandato, y llevará a Colombia a una etapa de mayor inestabilidad.

Lo que Petro no entiende, o no quiere entender, es que su autoritarismo, quizá consolida su poder, pero erosiona al país. Un presidente que se aísla del diálogo y gobierna con miedo y coerción no construye un legado, destruye las bases de la democracia. Petro está ante un reto monumental: ¿Cómo lograr dejar una huella duradera sin votar al país al abismo? Porque claro está que en el borde del abismo ya estamos.

No lo digo con ánimo de asustar, y mucho menos ofender. La sensatez no agranda los desafíos, tampoco los elimina, pero si los prevé, y en ella se encuentra la mejor preparación para enfrentar la adversidad.

Si bien esta segunda mitad del gobierno Petro no es el principio del fin, per se. De cara al momento que espera el país con ansiedad—ir a las urnas para escoger un nuevo Congreso, y luego un nuevo presidente de la República—, mi mensaje es simple: paciencia, enfoque, y mucha convicción. Lo peor está por venir, pero defender nuestra democracia, y reconstruir un país comienza con nuestra voz, y en especial nuestro voto.

Debemos estar preparados, y confiados en que cesará la horrible noche. Faltan 570 días para el 15 de marzo, y 647 para el 31 de mayo de 2026. La cuenta regresiva continúa.