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JAIME ARRUBLA Jaime Arrubla Guerra en Israel

En contravía

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Repudiar el terrorismo, venga de donde provenga, es lo único sensato que puede hacer un gobierno democrático. Los actos terroristas no pueden tener justificación, ni en la historia de las naciones, ni en el reciente pasado, por la sencilla razón de que van dirigidos contra la población civil indefensa, porque no son actos de guerra sino de venganza; porque no se puede legitimar la fuerza para la solución de los conflictos.

Lo que ha ocurrido en Israel por cuenta de los milicianos de Hamás a nombre del Estado Islámico de Gaza carece de justificación.

Hemos visto cómo dirigieron y acertaron sus misiles en blancos inocentes, como ocurrió con los doscientos sesenta jóvenes que disfrutaban de un espectáculo de música electrónica.

Han muerto personas de diferentes nacionalidades que nada tienen que ver con el conflicto, incluyendo compatriotas colombianos; han tomado a civiles como rehenes para usarlos como escudos y amenazan con matarlos si Israel toma represalias invadiendo la zona de Gaza en busca de los rehenes y de sus captores; han desatado una guerra en la región.

No tenemos ninguna prevención en contra de los Estados de Israel y Palestina y abogamos porque encuentren al fin los caminos de una paz duradera para sus naciones.

Nuestro país mantiene relaciones diplomáticas con ambos países. Pero no podemos estar en favor del terrorismo, cualquiera que sea su origen; ni podemos compartir ningún argumento para su justificación.

Por eso, una vez más vemos desenfocado al jefe de gobierno colombiano, que se ha convertido en una voz disonante en el mundo para condenar el terrorismo, haciendo coro con una manga de dictadorzuelos del hemisferio, que hace rato abandonaron los caminos democráticos; pareciera que el único afán es el de llevar la contraria, estar en contravía de los pueblos democráticos.

Aquí no hay duda sobre quiénes comenzaron con los ataques terroristas sin provocación alguna; los milicianos de Hamás entraron asesinando civiles y tomando cientos de rehenes, con niños entre ellos: actos sin duda terroristas contra la población civil y que se catalogan como de lesa humanidad. No repudiar estas atrocidades deja a nuestra nación como si estuviésemos de acuerdo con el terrorismo.

Son más de 1.000 muertos los que ha ocasionado esta incursión terrorista en el territorio de Israel, hay más de doscientos rehenes arrancados de sus hogares y enjaulados, y hasta la fecha, más de 7.000 muertos en el lado palestino en la Franja de Gaza, miles de heridos de ambos lados; estas cifras iniciales crecen todos los días, luego no hay una actitud más sensata que condenar el hecho que desató esta hecatombe.

Se trata de condenar la incursión terrorista de Hamás; no de desconocer los derechos del pueblo palestino a su territorio y mucho menos de ir en su contra como su nación que goza de nuestro reconocimiento y de nuestra solidaridad frente a esta nueva guerra que los afecta.

El acto terrorista ha desatado una guerra que pone en riesgo la seguridad del hemisferio; ya el Líbano, con su grupo terrorista el Hezbolá, y Siria han comenzado a disparar contra Israel y otros países amenazan con entrar en el conflicto; Israel responde recrudeciendo sus bombardeos sobre Gaza y golpea a Cisjordania y al sur del Líbano.

La posición que ha asumido el jefe de estado colombiano no interpreta a la mayoría de los habitantes de esta nación y nos pone en necesidad de tener que asumir al latere, nuestra posición individual como habitantes y ciudadanos para deplorar, condenar y lamentar los ataques terroristas que lastimosamente se han presentado.

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