Hace ya siglos que los diez mil de Jenofonte volvieron a las playas del Mar Negro y las Falanges que destrozaron al ejército persa en Platea son polvo, pero Anábasis y la triste retirada de las fuerzas de Mardonio perseguidos hasta su casi extinción por las ciudades griegas, siguen siendo, entre otros muchos momentos trágicos, el paradigma de la batalla de los hombres libres, de la manera única de hacer la guerra cuando los que luchan son ejércitos ciudadanos.
En Cannas, Lepanto, Midway, o ahora en Gaza, hombres que representan asambleas electas, regidos por normas positivas de derecho, propietarios, intelectuales, ingenieros o estudiantes, ciudadanos libres, que saben no solo como luchar, sino por qué luchan.
Estas fuerzas, salvo raras excepciones, han vencido siempre dominando el campo de batalla racionalmente, desde la forma más básica del combate en formación cerrada que inventaron los Hoplitas griegos, o hasta el día fatal del ataque nuclear.
Ver a las Fuerzas de Defensa de Israel es ver un ejército de guerreros antiguos, probablemente ningún ejército del mundo hoy sea un ejército ciudadano, tan similar en todo a las fuerzas griegas clásicas y tan similar en su desafío: derrotar a los barbaros.
Esa pequeña democracia, como una ciudad Estado, se ve enfrentada a los ejércitos vicarios de una teocracia criminal, que asesina a palos a sus propias mujeres y niega a sus ciudadanos todas las libertades, líderes medievales que operan naves de combate y que aspiran al imperio de Oriente desde las mismas tierras de las que un día partió Jerjes a su mortal destino en Salamina.
Ciudadanos libres, dispuestos a luchar por su propia libertad. La historia del éxito militar de occidente no es otra cosa que la organización militar derivada de este concepto fundamental, e Israel ahora, como nada, representa esa visión.
Es falso que Israel combata contra el pueblo Palestino, Israel combate contra fuerzas bárbaras por su supervivencia y su libertad. Los enemigos de Israel no representan a ningún pueblo, sino a una visión mágica del mundo, una ideología premoderna opuesta a todos los valores de la civilización occidental que Israel representa y los judíos encarnan y por eso Israel no puede perder.
Este episodio de la lucha por el alma Occidente apenas empieza. La niebla de la guerra no nos permite saber cómo será mañana, pero debemos creer que Israel vencerá, porque esta guerra es la guerra de todos. De una manera secreta y profunda Israel es cada hombre libre del mundo. Esta guerra será bajo el canon de Pericles, no bajo el canon del sermón de la montaña y transformará muchas cosas y apenas empieza.
Como lo dijo Borges en su poema Israel: “… un hombre que se obstina en ser inmortal y que ahora ha vuelto a su batalla, a la violenta luz de la victoria, hermoso como un león al mediodía.”