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Nicolás Gómez A. Opinión

Colombia, puede terminar como Venezuela

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No hay petrista que no reflexione sobre derechos humanos, democracia, libertad, transparencia en lo público, paz, justicia social, humanismo, medio ambiente y todo lo divino y humano. Ellos, como casi toda la izquierda internacional y local, creen hasta el tuétano de sus huesos que son los salvadores del mundo. Personajes como Petro logran convencerse a sí mismos de que son los mesías de una nación que requiere de su infinita e infalible sabiduría para salir adelante.

Lo anterior, curiosamente, es el mismo discurso de todo dictador sobre la tierra. Desde Putin hasta Maduro, pasando por quienes ya han sido derrocados, todos, absolutamente todos, venden el cuento chimbo de que son la salvación. Por ello, en sus discursos siempre escuchamos que su causa es divina e incluso la comparan con el cristianismo. Eso sí, en su delirio, son solo ellos—los mismos que promueven una ideología de odio hacia la Iglesia y todo lo que representa—los llamados a materializar su misión en la tierra.

Si ya leyó hasta aquí, seguro se dio cuenta, como muchos sabemos hoy y a lo largo de la historia, de que la perorata izquierdista no es más que una elaborada y oportunista mentira discursiva para alcanzar lo que por siempre será su obsesión: el poder y el sometimiento de las masas.

Es tan cierto que hasta en la Universidad del Rosario mantienen a un profesor que afirma que la ideología comunista es la verdadera vocación del catolicismo. ¡Hágame el bendito favor! Esta afirmación solo denota dos cosas de algo que no es un pensamiento autóctono del catedrático, sino más bien otra hábil mentira de la izquierda. Primero, quien se atreva a decir que es cristiano y comunista es un completo ignorante que sencillamente no sabe ni entiende lo que significa lo uno o lo otro. O, lo segundo y más probable, es que sea un cínico más de dicha secta que utiliza las bondades retóricas a su alcance para seguir engañando a los incautos.

Lo del infame profesor, como lo que el petrismo vocifera, son patrones y discursos idénticos a los que construyeron el poder chavista en Venezuela. El odio y el resentimiento—antivalores cristianos, cabe resaltar—alimentan un populismo que lleva a las sociedades a la perpetua confrontación con el sencillo objetivo de crear la oportunidad, dentro de un sistema democrático (porque ya la revolución no es una opción viable), de acceder al poder.

A Petro le funcionó, y le puede funcionar a su sucesor, máxime cuando el actual presidente parece empeñarse en apoyar y sostener a su amigo dictador Nicolás Maduro y trasladar el modelo socialista a Colombia.

No es casualidad que la izquierda latinoamericana siga en su silencio y complicidad frente a lo que sucede en Venezuela. Todos saben muy bien lo que ocurrió en las pasadas “elecciones” (si se les puede llamar así, teniendo en cuenta las nulas garantías para la oposición), y su tarea es ocultarlo con la esperanza de darle al tirano la oportunidad de mantenerse en el poder.

¡La izquierda necesita a Maduro! Y sí, aunque algunos ya ejerzan el poder, saben que el hermano país, como el pueblo oprimido de Cuba, debe continuar como está para poder sobrevivir en el hemisferio y lograr imponer el mismo sistema en sus respectivos países.

Recordemos que allí es y ha sido el refugio de donde ha provenido la financiación ilegal de más de uno. Mientras se trate de ilegalidades y de la búsqueda del poder, siempre existirá la solidaridad comunista. Para ello crearon la Internacional y han migrado a satélites como el Grupo de Puebla, autoproclamándose incluso socialdemócratas.

Todo lo anterior para concluir que, lamento en el alma decir esto, pero creo que Edmundo González y la gran heroína del Bravo Pueblo, María Corina Machado, no lograrán en esta ocasión derrocar a Maduro, porque los presidentes de Colombia, Brasil y México están del lado criminal de la historia.

Buscarán mantener el régimen en Venezuela para después venir por Colombia.