La situación de los desplazados de los municipios de la región del Catatumbo, Norte de Santander es dramática. Revista Alternativa llegó a donde están las víctimas y conversó con algunos de ellos. El temor de muchos padres no es solo por lo que les pueda pasar, sino por el riesgo que tienen sus hijos de ser reclutados.
Las madres muestran la angustia, mientras esperan atención oportuna de las autoridades, no solo para la asistencia coyuntural, sino disminuir la gravedad del conflicto que por décadas los ha afectado.
“Estamos en la noche sin luz. No podíamos dormir. Los perros ladraban a media noche, había miedo, temor”, dijo una desplazada en conversación con Revista Alternativa.
Indicó que “había gente que custodiaba el pueblo” , de los mismos habitantes, por si llegaba la incursión armada. “Cuando no había luz colocábamos fogatas, para poder tener una luz”, dijo.
Su llamado se centró en que les “brinden un apoyo, para poder acomodar la familia”.
Admitió cuál era su mayor temor. “Tengo dos hijos, uno de 16 años y me da miedo que se lo lleven”, expresó.
Otro desplazado contó con nostalgia el sacrificio que les tocó hacer, para salvar sus vidas.
“Dejamos todo, animales, lo que es de una finca lo dejamos botado, en la parte de Jesús María Semprún y La Colombiana”.
También dio detalles de las dificultades para poder abandonar la zona en medio de la oscuridad. “En la noche nos tocó salir sin hacer bulla, la niña mía se golpeó por la carrera y le tocó aguantar el dolor, porque no se podía hacer bulla”.
Es solo una parte de las millas de historias cargadas de dolor que sufren los ciudadanos que son víctimas de la guerra. En este caso, ahora con la exposición nacional que tiene por la dimensión de los hechos.
