El municipio de Guapi, en el Pacífico colombiano, celebró este 7 de diciembre su fiesta tradicional de las balsadas, una procesión nocturna dedicada a la Inmaculada Concepción. Aunque históricamente cada comunidad ribereña aporta un altar flotante, este año solo dos balsadas se atrevieron a participar debido a la violencia que afecta la región.
La tradición reúne a las comunidades para construir altares navegantes decorados con luces y cocos centelleantes, que descienden por el río al ritmo de tambores y arrullos. Sin embargo, el temor a la inseguridad obligó a las balsadas de Temuey y Chamón a adelantar su salida por razones de seguridad, según explicó José Dolores Montaño, líder de una de las embarcaciones.
Guapi, ubicado en el departamento del Cauca, vive un contexto marcado por la presencia de grupos armados y enfrentamientos recientes. Hace un mes, un ataque armado contra la estación de policía local dejó muertos, heridos y daños estructurales en la plaza principal. Este escenario llevó a que la comunidad de Guapi optara por no construir su balsada, destinando los recursos a la reparación de su iglesia.
A pesar de la adversidad, los habitantes mantienen viva la tradición como símbolo de su identidad cultural. La alcaldesa Milena Grueso señaló que las balsadas tienen raíces africanas y representan un acto de devoción y protección para el municipio. La comunidad se esfuerza en preservar este legado frente a las dificultades impuestas por el conflicto.
En el centro del pueblo, las festividades se redujeron, pero algunos habitantes continuaron la celebración como una forma de resistencia cultural. Para los guapireños, las balsadas no solo son una fiesta, sino un vínculo con su historia y un espacio de unión que el conflicto no ha logrado extinguir.
Agencia EFE.