El 1 de enero de 1994 empezó para Martín Mestre y su familia una pesadilla sin precedentes que al parecer solo 30 años después podría llegar a su fin. Su hija, Nancy, con apenas 18 y quien estaba lista para viajar a estudiar a EEUU, fue violada y herida con un disparo de bala en su cabeza.
Apenas eran las 6 AM.
Horas antes Nancy había sido recogida en la casa familiar por un sujeto llamado Jaime Saade Cormane, un tipo 10 años mayor que ella quien la estaba cortejando y la invitó a salir a celebrar el año. Una costumbre muy de Barranquilla, la ciudad donde el crimen ocurrió y a donde regresó Saade 26 años después ajeno a su voluntad, cabizbajo y con cara de terror, tras todo este tiempo de estar huyendo protegido por su familia y teniendo una nueva vida en Brasil bajo el nombre de Henrique dos Santos Abdala.
El padre de Nancy, Martín, inició a partir de ese momento una cacería para dar con el asesino de su hija. Ella murió tras ocho días de angustiosa espera en un hospital. La joven permaneció en un estado de inconsciencia del cual nunca emergió tras ser llevada por Saade y su padre, este último argumentando que Nancy había intentado suicidarse. Una mentira que se cayó tras pericias forenses que dieron pistas sobre lo sucedido en esa madrugada.
Martín Mestre durante décadas acudió a todo tipo de autoridades y tras algunas pistas obtenidas a través del seguimiento en redes sociales a la familia de Saade. Así pudo conocer que un hermano suyo era médico y trabajaba en Brasil en cercanías a Belo Horizonte. Allí fue ubicado por la veterana comisaria de la Policía Federal brasileña Fátima Bassalo, quien tras seguirlo se dio cuenta que tenía junto a su esposa una lavandería, dos hijos y varias comodidades.
Un punto clave en la investigación fue descubrir que Jaime Saade Cormane había registrado a su hijo mayor con su nombre real y no como Henrique dos Santos Abdala. La razón: permitirle a su hijo a futuro recibir herencia de su familia en Colombia.
Bassalo fue responsable de la primera detención de Saade y tras su puesta en libertad, la primera vez, ha dicho que era un tipo que no levantaba sospecha alguna. “Tenía una vida normal, familia y trabajo”. Sin embargo, la comisaria, encargada de cooperación internacional de la Policía Federal en Minas Gerais, ha explicado que tras su liberación Saade retornó a su vida normal pero, al lograr el padre de Nancy que el Tribunal Supremo de Brasil revocara su decisión y decidiera extraditarlo por el crimen en abril, huyó con ayuda de familiares de su esposa al estado costero de Alagoas.
De su familia brasileña sólo se conoce una entrevista que su pareja tuvo con el diario español El País, en donde reconoce que siempre supieron por qué huía su marido, que creen en su inocencia y consideran que fue un “chivo expiatorio” porque es un buen papá y un buen esposo. Toda una historia de encubrimiento que denota una complicidad familiar sin precedentes de Barranquilla a Belo Horizonte.
Saade llegó a Colombia cerca al mediodía del jueves 11 de abril, aterrizó en el Aeropuerto El Dorado de la mano de efectivos de la Interpol y horas después fue llevado a Barranquilla la ciudad donde hace 26 años golpeó, violó y asesinó a Nancy Mestre Vargas, tal y como lo determinó un juez en 1996, y por lo que fue condenado a 27 años de prisión.
El caso seguirá rodeado de misterio y complicidad con demasiados interrogantes y varías teorías sobre si Jaime Saade estaba acompañado de otras personas y si contará quiénes son y qué papel jugaron en el homicidio, o si simplemente decidió hacer con Nancy todo lo que quiso para saciar sus instintos, esos mismos que al parecer no dejaron huellas en Brasil o, por lo menos, no se conocen hasta el momento.
Por ahora la lucha de Martín Mestre, el padre que perdió a su hija Nancy en año nuevo de 1994, tendrá un respiro. El asesino está tras las rejas en Barranquilla. Falta que la justicia colombiana verdaderamente lo haga cumplir por su crimen, sin privilegios, sin permisos, sin acceso a ese dinero familiar que le permitió escapar y hacerse una nueva vida.