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Davos, una nueva oportunidad para la gobernanza en Colombia

Es una posibilidad para corregir el diálogo entre gobierno y empresa e involucrar de manera permanente a varios sectores, también internacionales, para una transición energética que sea fruto del consenso

Foro Nueva Normalidad en la Tierra Davos.

Por: Mauricio Jaramillo Jassir

Profesor de la Universidad del Rosario

El Foro Económico Mundial o de Davos es un espacio de diálogo entre líderes políticos y empresariales que busca definir acciones concretas que contribuyan a la gobernanza global. Uno de los principales atributos que tiene es que, a diferencia de los que se circunscriben a gobiernos, tiene en cuenta al sector privado cada vez más importante en la toma de decisiones en temas que los Estados no pueden gestionar con absoluta autonomía como en la seguridad alimentaria, la transición energética o ecológica, la respuesta a los desafíos de la pospandemia y la coordinación de acciones frente a la guerra en Ucrania.

Al igual que el año pasado, el Foro de Davos se desarrolla mientras se va concretando la posibilidad de una desglobalización empujada por un nacionalismo económico reemergente. Desde la posguerra, la premisa central para poner orden en el sistema internacional consistió en el aumento de los intercambios comerciales y en la interdependencia entre las naciones a través del desmonte paulatino de fronteras. Esto tuvo efectos en varios aspectos como las migraciones, la profundización de las relaciones entre Estados y una circulación inédita de bienes, capitales, servicios y personas. Eso sí, esta globalización tuvo velocidades y resultados asimétricos. En algunas zonas como en Europa se consolidó como un proyecto robusto que permitió generar incluso la idea de una ciudadanía europea. En contraste, en otras, hizo aún más evidente la desigualdad y generó un rechazo cada vez más popular a la globalización.

Desde 1999 cuando se dieran multitudinarias movilizaciones en el marco de la tercera conferencia de la Organización Mundial del Comercio, el altermundialismo o el movimiento antiglobalización no ha dejado de ganar adeptos. Sin embargo, hasta la guerra en Ucrania no había asomado con tanta inminencia la posibilidad de un retroceso en ese proceso como se ha visto en estos dos años. Europa ha vuelto al nacionalismo y ha alterado la premisa con la que se fundó la Unión Europea que consistía en que la mejor forma de evitar la guerra era la interdependencia entre los países, tal como se hizo inicialmente entre Alemania y Francia, rivales difícilmente conciliables en el pasado. Desde la invasión rusa, Estados Unidos y Europa han impuesto sanciones económicas de todo tipo y lanzado una guerra comercial costosísima en términos de abastecimiento. La confrontación además ha puesto en jaque la distribución de insumos en el sector agroindustrial con lo cual, no solo se ha desabastecido un sector representativo del sur global (Asia Central, Medio Oriente y África Subsahariana) sino que la inflación ha golpeado a las clases medias en general en todo el planeta. El Programa Mundial de Alimentos y la FAO —del sistema de Naciones Unidas— han advertido que unas 40 millones de personas en el África Subsahariana y Medio Oriente pueden sufrir de inseguridad alimentaria en el futuro cercano. Lo anterior está asociado también al calentamiento global.

Reunión entre el presidente Gustavo Petro y Alain Berset, presidente de la Conferedación Suiza para 2023.

En medio de semejante panorama ¿qué utilidad puede tener una reunión como la de Davos? Y más específicamente ¿qué representa para Colombia en términos prácticos? El Foro no es una institución internacional con decisiones vinculantes para Estados o empresas. Precisamente en eso que algunos verían como debilidad, está su principal fortaleza. Se trata de un escenario de discusión en el que se pueden visibilizar temas que, de otra manera difícilmente podría ventilarse a escala global. Gracias a Davos se ve un compromiso cada vez más concreto del sector privado para llegar al ideal tan esquivo del desarrollo sostenible. Como ha insistido la influyente economista Mariana Mazzucato, la separación entre lo público y privado es hasta cierto punto artificial, pues en la práctica existe una simbiosis en la que cooperan ineluctablemente. Davos es, en alguna medida, un espacio que aceita y estimula esa idea de gobernanza donde público y privado resultan ser uno.

Colombia es buen ejemplo (o contraejemplo también) de lo anterior. La propuesta que han puesto sobre la mesa tanto Gustavo Petro como la ministra Irene Vélez revive la idea de una transición energética mucho más acelerada de lo que se pensaba y menos paulatina, de acuerdo con la expectativa de José Antonio Ocampo. El anuncio de que no se renovarían licencias para exploración de gas y petróleo para avanzar en la lucha contra el calentamiento global más allá de su propósito loable, conlleva un problema mayor. Aún no existen consensos en Colombia para llevarla a la práctica o que la hagan viable, como tampoco parece haberse dado una negociación amplia con todos los sectores involucrados. El problema no es la transición energética, menos aún cuando más de 11 millones de personas votaron por ese programa, sino la ausencia de consenso incluso entre los miembros del gabinete que suelen tener posiciones encontradas, lo cual es sano por ser sinónimo de pluralismo. Sin embargo, corre el riesgo de convertirse en incoherente, cuando no aparece una voz que ponga matices a una idea que se presenta riesgosamente en términos absolutos.

Ministra de Minas y Energía, Irene Vélez y sus polémicas declaraciones en el Foro Económico Mundial.

Davos es una nueva oportunidad para corregir el diálogo entre gobierno y empresa e involucrar de manera permanente a varios sectores (incluso actores internacionales) para una transición energética que sea fruto del consenso. No es posible la defensa y preservación del ambiente ni la de desarrollo sostenible sin el concurso de privados. Colombia no puede desconocer un contexto global en el que precisamente por razones sociales, los términos de dicha transformación se han replanteado.

“Se trata de un escenario de discusión en el que se pueden visibilizar temas que, de otra manera difícilmente podría ventilarse a escala global. Gracias a Davos se ve un compromiso cada vez más concreto del sector privado para llegar al ideal tan esquivo del desarrollo sostenible”

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