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Protestas

El valor de la protesta

Las protestas de hoy serán el punto de inflexión de una sociedad que se cansó de las mentiras y mensajes destemplados de un gobernante que se la pasa más en campaña y en Twitter que administrando una nación con miles de problemas.

Foto:Alternativa/Hansel Vasquez

John Wilkes fue un periodista, político radical y parlamentario británico protagonista de su país en la mitad del Siglo XVIII. Wilkes se popularizó por promover una férrea defensa del derecho de los electores para determinar sus representantes en la Cámara de los Comunes. Específicamente en el año 1771 Wilkes defendió el derecho de editores y periodistas a publicar textualmente las intervenciones que se realizaban en los debates en el parlamento.

Se podría decir que Wilkes fue el creador del concepto de “opinión pública”. Algunos analistas también le atribuyen la creación del radicalismo, ya que sus ideas fueron fuertemente soportadas por la protestas sociales y marchas ciudadanas. Es muy posible que esas protestas fueran las primeras de la historia de la humanidad que lograron sus objetivos, desmoronando al establecimiento con la fuerza de la calle. Los historiadores recuerdan primordialmente que un grupo significativo de ciudadanos, seguidores de Wilkes le mostraban continuamente su apoyo con amplias manifestaciones realizadas en diferentes puntos de Inglaterra entre los años 1768 y 1769.

A lo largo de todo el Siglo XIX en Europa y en Estados Unidos se desarrollaron diferentes movimientos sociales. Las marchas y protestas en las calles se normalizaron, como parte de la vida cotidiana en diferentes altitudes. Los líderes de estos grupos de ciudadanos reconocieron en el fenómeno de Wilkes una opción política y de bastante contundencia. Los protestantes no siempre lograban sus objetivos, pero lo que siempre se lograba era captar la atención del gobernante de turno. Hay que recordar que el único instrumento para convocatoria de las marchas era el voz a voz. No existía ningún tipo de tecnología diferente a la coordinación desde los barrios, las fábricas y las pequeñas tiendas locales en donde se corría la voz para organizar a los ciudadanos.

En el Siglo XX América Latina y el resto de continentes vivieron grandes protestas sociales. Colombia no fue la excepción.

En la última campaña presidencial los simpatizantes del Pacto Histórico utilizaron el recurso de forma extrema. Hoy millones de colombianos saldrán a las calles de las principales ciudades del país a protestar por las medidas y reformas que ha tratado de impulsar y promover el presidente Gustavo Petro.

Para muchos llegó el punto de dejar de quejarse en redes sociales y círculo de amigos. Llevamos varias semanas oyendo en diferentes escenarios a estudiantes, empresarios y ciudadanos del común: “hay que hacer algo”. La votación de alcaldes y gobernadores del pasado 29 de octubre fue el principio. Los ciudadanos de las grandes capitales se expresaron de manera firme en contra de una izquierda desorientada y confusa. Cooptada por los grupos guerrilleros y de narcotraficantes dicen algunos. Se entregó el país a los criminales dicen otros.

El mandatario actual de la capital de Antioquia, Federico Gutiérrez, lo simplificó de la mejor manera recientemente. El Gobierno no está haciendo la “paz total” si no se está haciendo una “entrega total”. De hecho, en el más reciente Foro de esta Revista organizado en el Club El Nogal, un experto en la historia del conflicto como León Valencia, explicó que esta iniciativa en la práctica está muerta y que actualmente el gobierno Petro está buscando otros temas fundamentales como la constituyente para cambiar el tema.

El llamamiento a un día cívico el viernes pasado por parte de Petro, intentando sabotear la marcha con el disfraz del necesario ahorro de agua desató la ira de miles. Coincide con el cumpleaños del presidente, algo que por encima de todo es de mal gusto. En nada ayuda que se observaron banderas del M-19 frente al Palacio de Justicia. Las protestas de hoy serán el punto de inflexión de una sociedad que se cansó de las mentiras y mensajes destemplados de un gobernante que se la pasa más en campaña y en Twitter que administrando una nación con miles de problemas.

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