Por: Katherine Miranda
Representante a la Cámara por Bogotá
El 7 de agosto de 2022 se posesionó Gustavo Petro como presidente de la República. Desde su candidatura hice parte de su equipo como jefe de debate; por lo que acompañé la mayoría de sus propuestas. Sabía que, con su llegada al poder, habría muchos cambios, así como retos. Estuve al tanto de la Reforma Tributaria y el Presupuesto General de la Nación. Hice las observaciones, propuestas y modificaciones más adecuadas para los colombianos. El Gobierno siempre ha sabido de mis posiciones críticas, lo ha respetado; y, en más de una ocasión, las ha tomado en cuenta, porque finalmente entendemos que el trabajo es en equipo y es para y por el país.
Sin embargo, en medio de las relaciones, hay desacuerdos. No quiere decir esto que necesariamente haya una ruptura. Pero sí existen puntos no negociables, que, para mí es: la democracia. El 14 de diciembre de 2022 llegó el informe de conciliación del Proyecto de Acto Legislativo No. 243 de 2022 Cámara, 018 de 2022 Senado, acumulado con los Proyectos de Acto Legislativos No. 006, 016, y 026 de 2022; en ella se adopta la reforma política.
En esa misma semana ya había advertido que el Gobierno había cruzado una línea roja, porque, en la discusión del proyecto se había aprobado la modificación del artículo 262 de la Constitución Política, en la cual se elimina el tope de 15% de los votos válidos de la respectiva circunscripción para que los partidos y movimientos políticos se unan y conformen coaliciones. Sin duda, esta disposición pone en jaque a quienes, como yo, han llegado a ocupar puestos de elección popular por partidos y movimientos pequeños. Así, partidos con grandes maquinarias electorales podrían borrar del mapa electoral la posibilidad de aquellos candidatos que conforman estos partidos.
“Este Frankenstein, borra de un plumazo la democracia porque garantiza que quienes hoy conforman el Congreso, puedan reelegirse sin mover un dedo”
Aún así, “la horrible noche” llegó el 14 de diciembre. Ese día se discutió el informe de conciliación de la reforma política, en él se incluyó un parágrafo que había sido eliminado en la discusión de la Comisión Primera de la Cámara de Representantes. La disposición que modificaría el artículo 262 de la Constitución, contempla expresamente lo siguiente: “Para la organización de estas listas, por una única vez, se podrá tener en cuenta el orden de elección, sin condicionamiento de género, del último periodo constitucional para la respectiva corporación”.
Este Frankenstein, borra de un plumazo la democracia porque garantiza que quienes hoy conforman el Congreso, puedan reelegirse sin mover un dedo. Es muy conveniente que otros congresistas, miembros de los partidos del Gobierno, defendieran a capa y espada esta disposición, máximo cuando en el debate siempre defendieron la paridad de género y la igualdad; pero aquí leemos con detenimiento que en las próximas elecciones no habrá condicionamiento de género para su conformación.
Como era de esperarse, muchos me criticaron por mi posición de oposición. Pero como siempre les he dicho: mi único jefe político es la ciudadanía, son las 120.000 personas que votaron por mí a quien le rindo cuentas. En consecuencia, presenté mi impedimento porque el artículo 286 de la Ley 5 de 1992 es claro: “Todo aquel congresista que consideré que existe un beneficio particular, actual y directo; debe declarar el conflicto de interés en la discusión de cualquier proyecto de ley o acto legislativo”.
Por supuesto este es mi caso; y el de todo el Congreso. Votar y aprobar una disposición así, podría configurar una causal de violación al régimen de conflictos de interés; y tal como lo señala el artículo 182 de la Constitución Política, cabe la causal de pérdida de investidura. Sin embargo, no seré yo quien les advierta sobre las consecuencias particulares que les acarrea este mico.
Lo que sí he hecho y haré, es seguir luchando para que esta y todas las demás disposiciones que borren los tintes democráticos en nuestro país, sean eliminadas.
Aún nos restan cuatro debates más para aprobar definitivamente la reforma política, que se darán en el 2023. Espero que el año nuevo traiga sensatez y corrector, porque, de lo contrario, el plumazo de la firma de la reforma política será una estocada letal para el pueblo colombiano.