En la definición actual de las normas colombianas, una pensión de un trabajador o independiente es “el estudio para establecer el valor presente de todas las obligaciones futuras de reconocimiento y pago de pensiones de jubilación, bonos o títulos pensionales. Por tratarse de una cuantía futura que depende de la probabilidad de vida de las personas, es un pasivo contingente y por ende incierto”.
Esto en palabras menos actuariales o contables quiere decir, que la entidad que sea que vaya a pensionar a una persona debe tener en cuenta la expectativa de vida, o promedio de edad, para hacer un cálculo grueso del tiempo de duración de dicha pensión, esto sin contar todavía con el tema de cónyuges o sobrevivientes.
De la enredada definición anterior se desprenden dos variables que al final terminan golpeando las finanzas de cualquier nación, fondo, banco o empresa: el pago mensual (también llamado mesada pensional) y la edad a la cual la persona accede a dicha pensión.
En el caso de nuestro país las edades están diferenciadas entre hombres y mujeres. Los hombres comienzan a recibir su pensión a los 62 años cumplidos y las mujeres a los 57 años cumplidos. Esa diferencia entre unos y otros ha generado severas discusiones filosóficas en otras naciones, ya que hay movimientos que piden igualar las edades, otros piden aumentar ambas edades (como el reciente caso de Francia) y otros buscan que hay una diferencia adicional dentro del grupo poblacional femenino: las que han tenido hijos y las que no.
Si queremos una gran simplificación la pensión total de una persona es su mesada multiplicada por el número de meses desde que comienza la edad de pensión hasta su muerte. Hay que insistir en que los detalles de los sobrevivientes (cónyuge o hijos menores de edad) alteran significativamente los resultados. Un ejemplo fácil de entender viene a continuación: un señor que se pensiona con 2 millones de pesos mensuales a los 62 años. Supongamos que muere 10 años después, esto quiere decir que la pensión total fue de 240 millones de pesos (sin incluir los efectos de aumentos por IPC). Si es un hombre soltero el tema termina ahí. Si es casado, la viuda hereda la pensión por los siguientes años hasta que ella muera. Esto puede más que duplicar el valor pensional total, especialmente cuando estamos observando que una gran porción de los ciudadanos vive muy por encima de las expectativas de vida promedio que se encuentran en los libros y registros oficiales.
Sumando y restando meses, mesadas, hombres y mujeres llegamos rápidamente a la conclusión que vienen advirtiendo los analistas financieros por décadas en nuestro país: muy pronto va a explotar la bomba de tiempo de todo el sistema. No hay cómo financiar el largo plazo con las condiciones actuales.
“Un señor que se pensiona con 2 millones de pesos mensuales a los 62 años. Supongamos que muere 10 años después, esto quiere decir que la pensión total fue de 240 millones de pesos. Si es un hombre soltero el tema termina ahí. Si es casado, la viuda hereda la pensión por los siguientes años hasta que ella muera. Esto puede más que duplicar el valor pensional total”.
Los jóvenes se están empleando cada vez menos, por menos tiempo y por salarios menores. Los nuevos cotizantes al sistema pensional no están ingresando el suficiente dinero a la gran bolsa para eventualmente pagar las pensiones de sus padres o abuelos. Si o si hay que recalcular los fundamentales de una pirámide que es totalmente insostenible a largo plazo. ¿Cómo hacerlo sin afectar los derechos adquiridos? También hay que tener en cuenta las normas actuales y los filtros que va a poner la Corte Constitucional a cualquier cambio que se apruebe. El futuro pensional está enquistado en un gran manto de duda que sólo tiene dos formas de resolución.
La primera fórmula es aumentar la edad a la cual las personas empiezan a recibir la mesada pensional. El doloroso ejemplo francés de aumentar dos años la edad de pensión a hombres y mujeres terminó en violentos disturbios sociales por todo el país por unos buenos meses. El gobierno del presidente Macron destruyó la poca popularidad que tenía a la fecha de tomar esa delicada decisión, a la que los llevó la fuerza de la bomba pensional que también estaba a punto de reventar en ese país.
La segunda fórmula es mantener las edades y reducir el valor promedio de la mesada para los futuros pensionados. No hay más fórmulas. Es así de simple y de contundente la ecuación. Se reduce el valor o se aplaza el ingreso. Menos dinero ya o mismo dinero, pero después. No se puede tener ingreso alto y baja edad. Se debe escoger una de las dos, privilegiar la edad o privilegiar el ingreso.
Una gran duda que puede desencadenar protestas, disturbios y miles de discusiones mientras todo el país se pone de acuerdo. Un acertijo que hoy por hoy no tiene soportes y viabilidades financieras que seguimos insistiendo como sociedad en no modificar las condiciones de un contrato que ya no tiene piso.
La reforma pensional que cursa en el Congreso está mal enfocada en ese sentido, pues discute sobre la participación y en qué medida de los privados versus los públicos. No importa si hay privados o no en la solución. Lo verdaderamente fundamental para debatir es cómo y cuándo se va a pagar. He ahí una cuestión sin resolverse y sin soporte actualmente.