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Carlos Andrés Pérez

Treinta años del fallido golpe que empezó a trastocar a Venezuela

La sublevación militar contra el presidente Carlos Andrés Pérez en […]

La sublevación militar contra el presidente Carlos Andrés Pérez en 1992 convirtió a Hugo Chávez en figura política. El general Fernando Ochoa, protagonista de los hechos, los narra y analiza.

“Chávez era un ambicioso sin límites morales”, dice Ochoa.

Por MOISÉS SÁNCHEZ

Periodista

Hace 30 años, exactamente el 4 de febrero de 1992, se produjo la intentona golpista que buscó sacar al entonces presidente de Venezuela, Carlos Andrés Pérez. La insurrección militar fue liderada por quien en aquel tiempo era el teniente coronel Hugo Rafael Chávez Frías.

El general Fernando Ochoa Antich fue uno de los protagonistas de aquel día en el que Chávez y su grupo de colaboradores quisieron poner en jaque a la democracia venezolana. Ochoa, hoy con 83 años, era en ese momento ministro de Defensa de Pérez y participó en decisiones que finalmente hicieron fracasar el plan golpista.

“Por ahora los objetivos que nos planteamos no fueron logrados”, dijo Chávez, quien fue sacado del Ejército y encarcelado. Sin embargo, luego fue indultado y se convirtió en figura política. Siete años después, para infortunio de Venezuela, se instaló en el poder.

Alternativa: General Ochoa, ¿cómo era la Venezuela en la que se intentó dar ese golpe?

Fernando Ochoa Antich: El proceso de crecimiento del país entre 1945 y 1983, cuando empieza el deterioro económico, había sido inimaginable. A principios del siglo XX era de los más atrasados de América Latina y luego, uno de los primeros del continente. El gasto público experimentaba un estado de crecimiento permanente porque el ingreso (gracias al petróleo) seguía aumentando. Pero llegó un momento en que empezó una caída del ingreso que complicó el gasto, y vino la inflación.

El presidente Pérez, que estaba iniciando su segundo gobierno (1989-1993), consideró que era importante tomar medidas de ajuste para modificar la estructura en la que crecía el ingreso y aumentaba el gasto, porque eso ya no se podía sostener. Entonces ocurre el estallido popular del 27 de febrero de 1989, el Caracazo. Eso debilitó mucho al Gobierno, pues todo el mundo esperaba que su segundo mandato fuera tan próspero como el primero (1974-79). El deterioro del prestigio del Presidente permitió que la conspiración, que estaba ya circulando entre las Fuerzas Armadas, tomara impulso y se iniciaran los hechos del 4 de febrero.

Se cumplen 30 años de esa intentona golpista. ¿Cómo vivió ese momento como ministro de Defensa?

Yo había viajado a Maracaibo el 3 de febrero a una reunión normal con el gobernador Osvaldo Álvarez Paz. Al regresar a Caracas, a las 8 de la noche del 3 de febrero, se me informó que había un fuerte rumor de que, al llegar el presidente Pérez del exterior (había ido al Foro Económico Mundial en Davos, Suiza) habría un atentado contra él en el aeropuerto de Maiquetía. Esos rumores salían a cada momento en medio de la crisis que vivía Venezuela.

En conjunto con otros militares y la Dirección de Inteligencia se tomaron las medidas y se descartó el riesgo de algún atentado contra el Presidente en Maiquetía. Yo quedé más tranquilo, pero cuando llegué al túnel de la autopista Caracas-La Guaira, había un gran problema de tránsito porque se había quemado un automóvil dentro del túnel y eso me causó mala impresión. Consideré que debía esperar al Presidente en el aeropuerto. Solicité refuerzos a la unidad militar cerca del túnel para apoyar lo que se pudiera presentar en el aeropuerto. Recibimos al presidente Pérez y si había alguna intención de atacarlo, no se manifestó.

Cuando el Presidente me vio se sorprendió porque a mí no me correspondía esperarlo. Abordamos el carro presidencial y le pasé la novedad. Él se molestó un poco y me dijo: “Caramba, Ochoa, rumores y más rumores. Eso es lo que le hace daño al Gobierno”. Yo guardé silencio, llegamos a La Casona (residencia presidencial hasta 2012), donde él se quedó. Yo me fui a mi residencia en Fuerte Tiuna (sede militar en Caracas). Todo estaba normal. A las 8 de la mañana del 4 de febrero, la situación era la siguiente: La Casona estaba siendo atacada; el Palacio de Miraflores, donde estaba el Presidente, estaba siendo invadido por una unidad de paracaidistas; el Ministerio de la Defensa, donde yo estaba, se encontraba rodeado por una compañía de militares insurrectos. Las unidades empezaron a ser controladas por ellos.

Tan grave era la situación que tomé la decisión de llamar al Presidente y pedirle que se dirigiera al país. El Presidente no veía necesario eso, pero, dada mi insistencia, porque si no ese mismo día el Gobierno estaría derrocado, él se fue a una estación de televisión y envió su mensaje. Ese mensaje y la presencia del presidente Pérez, a quien los militares sublevados habían prometido hacer preso, desmoralizaron a los soldados comprometidos en el golpe y ayudaron a desarticular parte de la insurrección.

Fernando Ochoa Antich, ministro de Defensa y canciller de Pérez, tiene hoy 83 años.

¿Cómo califica la actuación del presidente Pérez?

Fue una actuación decidida, firme y democrática; fue un ejemplo de valor y dignidad. No hay manera de no elogiar su actitud. Lo asesoré desde el punto de vista militar, pero las decisiones fueron tomadas por él, que tenía una gran experiencia, y acertó.

¿Qué pasaba en la institución castrense que motivó tal levantamiento?

Había un malestar, que se reflejaba en el nivel de vida de los oficiales. Además, en las Fuerzas Armadas de Venezuela, en el período democrático, se mantuvo el tiempo de 30 años de servicio y enseguida el retiro. Esto creaba, por supuesto, una debilidad en los mandos, porque en los mandos altos pasábamos poco tiempo y luego llegaba el final de la carrera.

Teníamos 50 años de esplendor económico, así que la crisis tenía que impactar en la sociedad y, en ella, a las Fuerzas Armadas de una manera muy grave. Surgió allí la tesis del golpe de Estado.

Algo también interesante de describir es que durante muchísimos años, para ingresar a la Academia Militar el aspirante podía tener hasta tercer año de educación media; es decir, sin haber acabado el bachillerato. Pero a partir del inicio del segundo gobierno del presidente Pérez ingresaban como bachilleres. Desde luego, todos los que entraban a la Academia Militar ya habían sido penetrados políticamente. Esa generación que se levantó había sido captada en el bachillerato por sectores de izquierda, que controlaban la educación media y lograron penetrar la Academia Militar.

«Chávez no solamente destruyó a Venezuela, sino que comprometió, en mucho, el destino de América Latina».

A usted se le acusó de participar en el intento de golpe…

Primero, los críticos se olvidan de las cosas o no conocen bien la historia. Entre el presidente Pérez y mi familia existía una amistad de muchos años. Mi padre era un gran amigo suyo y fue justamente embajador en Colombia. Segundo, si hubiera estado comprometido en el golpe, difícilmente se habrían tomado las medidas que se tomaron para controlar la insurrección. Tercero, tuve que someter a juicio a los que conspiraron y todos fueron llevados a la cárcel. Y ninguno de ellos se atrevió a decir que yo estaba involucrado en el golpe.

En todas las declaraciones, el presidente Pérez jamás dijo esa barbaridad. Si yo hubiese estado a favor de derrocarlo, no habría continuado como ministro de Defensa. Yo concluí mi trabajo de ministro en julio de ese año (1992), porque cumplía 30 años de servicio para el retiro. Si el Presidente hubiese tenido dudas de mi lealtad, no me habría dejado ni en el Ministerio de Defensa, con todo el poder inherente a ese cargo, ni me habría nombrado ministro de Relaciones Exteriores, que fue un reconocimiento a mi lealtad y a todo ese esfuerzo que se hizo para controlar el golpe.

¿Funcionó o no la inteligencia militar previa al 4F?

De cierta forma, sí funcionó, porque la información le llegó al comandante del Ejército y me llegó a mí. Ahora bien, el Presidente era poco dado a creer en rumores. Él se molestaba cuando se le informaba de posibles conspiraciones. Como consecuencia, los cuerpos de inteligencia, que le debía informar directamente a él, poco le decían.

Pérez estaba en su segundo gobierno. En 1993 fue destituido.

Pérez es destituido en el 93 y Rafael Caldera llega de nuevo al poder en el 94 e indulta a los insurrectos. ¿Cómo califica esa decisión?

El presidente Caldera (1994-1999) consideró que liberar e indultar a los militares sublevados y, entre ellos, a Chávez, que ya había sido pasado a retiro, era beneficioso. Fue, sin duda, una decisión un poco ligera la de Caldera, que creyó que la presencia de estos individuos en la calle traería como consecuencia que ellos tomaran el camino de la vida democrática. Bueno, tomaron el camino de la votación, pero no de la democracia.

¿Cómo analiza lo que pasó en Venezuela tras el triunfo de Chávez?

Chávez llegó a la presidencia con un gran carisma, su popularidad era muy elevada. Tenía una gran fuerza y, al mismo tiempo, sus adversarios estaban muy debilitados. Chávez consideró que podía hacer lo que quisiera con Venezuela y empezó a tomar medidas equivocadas, comprometiendo la estabilidad democrática y el sistema político existente.

¿Cómo ve la figura de Chávez hoy ya muerto?

Chávez era un ambicioso sin límites morales. Decidió hacer lo que fuera para alcanzar la presidencia. No solamente destruyó a Venezuela, sino que comprometió, en mucho, el destino de Latinoamérica. Chávez fue la figura que generó una alteración muy grave de un sistema que, con todas las debilidades que pudiera tener Latinoamérica, se había venido fortaleciendo con democracias participativas en casi todos nuestros países.

«Venezuela debe ser un buen ejemplo para que la decisión de Colombia en las próximas elecciones sea realmente madura».

¿Y a Maduro cómo lo ve?

Es más difícil definirlo. No he tenido relación con él. Maduro tiene posiciones contradictorias. En oportunidades actúa con prudencia y luego lo tira todo al vacío. Espero, por el bien de Venezuela, Colombia y América Latina, que él entienda la necesidad de transformar ese proceso revolucionario tan equivocado y dañino en un sistema político. La única manera en la que un país puede funcionar es a través de un sistema político. Los gobiernos personalistas, como han sido todas las dictaduras latinoamericanas, no conducen a nada.

La democracia colombiana ha funcionado porque, justamente, ha habido alternancia en el poder; y en Venezuela, eso mismo género 40 años de estabilidad política. Ojalá Maduro permita que surjan otros partidos que enfrenten al suyo y, sencillamente, cuando corresponda, uno salga del poder y otro partido asuma las riendas, como debe ser una alternancia republicana, que es lo que les ha generado estabilidad a Europa y Estados Unidos.

Cuando Hugo Chávez admitió el fracaso del golpe.

¿Ve viable un cambio con elecciones transparentes teniendo a Maduro y al chavismo en el poder?

No es fácil. Se requeriría que Maduro permitiera crear un Consejo Nacional Electoral realmente independiente. Esa es la visión de un estadista. Si quiere que la historia lo reconozca como estadista, tiene que tomar ese camino. Y eso comienza por crear instituciones, porque estas del chavismo no son instituciones sino grupos manejados por sectores, y con estos no llegaríamos nunca a nada. Si él crea las instituciones y las respeta, genera realmente una democracia alternativa y pasaría a la historia. De lo contrario pasará como con Chávez, condenado por la historia y condenando a Venezuela a una mayor tragedia.

¿Colombia va en la misma dirección que Venezuela?

¡Qué difícil hablar de Colombia para los colombianos! (risas). He escuchado y leído de las preocupaciones por un posible triunfo de la izquierda. Yo confío en la madurez del pueblo colombiano. Venezuela debe ser un buen ejemplo para que la decisión de Colombia en las próximas elecciones sea realmente madura y permita que se sostengan las instituciones democráticas y no se repita la historia nuestra. Colombia siempre ha vivido en estabilidad política y en Venezuela hay una excesiva inestabilidad. Tengo confianza en el destino de Colombia porque estoy seguro de que será, como siempre, un destino grande.

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