Viernes, 26 de abril de 2024
Suscríbase
Viernes, 26 de abril de 2024
Suscríbase
emergenciaeconomica

Colombia, ¿de estrella emergente a ángel caído?

No hay muchas esperanzas de que Colombia recupere el grado […]

No hay muchas esperanzas de que Colombia recupere el grado de inversión de Standard & Poor’s en el corto o mediano plazo. Es más: lo que se ve es que pronto otra calificadora más podría bajarle la nota a la deuda colombiana. La noticia es mala, pero no es el fin del mundo.

Colombia, ¿de estrella emergente a ángel caído?
S&P abbreviation of Standard and Poor’s, financial intelligence provider for financial and business ratings and indicators

Por Narciso De la Hoz G.

Director de la Revista Gerente

A finales de abril, un análisis de Bloomberg prendió las alarmas: los bonos de Colombia en dólares ya se cotizaban en ese momento como si no tuvieran grado de inversión. ¿La razón? La preocupación de los inversionistas y operadores del mercado por la situación de las finanzas públicas del país, con un déficit explosivo (8,6 % del PIB o $ 95 billones) y, sobre todo, el ambiente sociopolítico enrarecido que tenía en jaque a la reforma tributaria estructural que el Gobierno había llevado al Congreso y finalmente se cayó antes del primer debate.

Mientras el país despertaba y anochecía entre los bloqueos de vías y actos de vandalismo, el pasado 19 de mayo S&P Global Ratings redujo la calificación crediticia de Colombia a basura; en otras palabras, le quitó el grado de inversión, al degradar su deuda soberana desde BBB- a BB+, con perspectiva estable.

Al explicar la decisión, S&P atribuyó la degradación al retiro de la reforma tributaria en un contexto de presiones de gasto elevadas que reducen significativamente la probabilidad de que Colombia mejore su situación fiscal.

Aunque en sentido estricto Colombia tiene aún el grado de inversión, pues Fitch Ratings y Moody’s mantienen la calificación en BBB- y Baa2, respectivamente, la decisión de S&P es un campanazo de alerta y podría ser seguida por las otras dos grandes calificadoras en cualquier momento.

¿Qué pasó con el país exitoso que en 2008 fue catalogado por la Unidad de Inteligencia de The Economist como miembro de un club de estrellas emergentes ascendentes, denominado “Civets”, para aludir a Colombia, Indonesia, Vietnam, Egipto, Turquía y Sudáfrica?

Aunque perder el grado de inversión no es el fin del mundo, como han señalado los principales economistas del país, lo que está en juego no es poco. Sin un sendero de ajuste creíble en el mediano plazo, Colombia corre el riesgo de convertirse en un ‘ángel caído’, como llaman en Wall Street a los países y empresas que pierden esta categoría y pasan a ser catalogados de alto riesgo crediticio.

Un estudio publicado por el Bank of America-Merrill Lynch, en Nueva York, explica que la deuda soberana del ‘ángel caído’ puede encarecerse hasta en un punto porcentual por encima de los países comparables que mantienen el grado de inversión y no están en riesgo de perderlo.

Al ciudadano de a pie, la pérdida del grado de inversión lo puede afectar de varias formas. Una es un dólar más volátil y caro. Otra, la desvalorización en los portafolios de las administradoras de pensiones y cesantías y los fondos de inversiones colectivas, por el aumento en las tasas de interés de la deuda colombiana. En marzo, cuando las tasas de la deuda de EE. UU. aumentaron por el temor a la inflación, las AFP, que tienen el 36 % de sus inversiones en TES, vieron caer sus portafolios en US$1 billón.

También se puede presentar un aumento en las tasas de interés de los créditos, si el país pierde el acceso al financiamiento externo, o este se encarece en exceso.

Puede ser más complejo

Economistas como el exministro de Hacienda, Juan Carlos Echeverry, sostienen que la crisis política y social, y la imposibilidad de alcanzar un consenso de crecimiento y estabilidad fiscal, podrían llevar pronto a una nueva degradación por Moody’s o Fitch.

“Estamos destruyendo la economía: en la calle hay destrucción y vandalismo; las empresas están endeudadas y sin poder trabajar en pandemia; hay desgobierno; el Congreso asustado sin voluntad de aprobar reformas y los políticos dedicados a mezquindades personales”, señaló Echeverry, quien estuvo a cargo de la cartera de Hacienda en 2011 cuando el país recuperó el grado de inversión que había perdido en 1999.

Dicha crisis generó la peor recesión en la historia del país, con una contracción del PIB superior al 4 %, solo superada por la de 2020 (-6,8 %).

“Existe algo peor que perder el grado de inversión y es perderlo con un país dividido. Mientras lo primero pasa con mucha frecuencia, lo segundo siembra dudas de si vamos a frenar la senda del endeudamiento”, coincide Felipe Campos, director de Investigaciones de Alianza Valores y Fiduciaria.

“El grado de inversión no es un mundo en blanco y negro; perdiéndolo también nos enfrentamos a matices, donde es diferente mostrar un país unido que más adelante lo puede recuperar (Rusia volvió a los dos años) o uno dividido que va a seguir endeudándose (Brasil)”, agrega el analista.

Daniel Velandia, director de investigaciones de Credicorp Capital, sostiene que una reforma tributaria que incremente el recaudo neto (de gasto social) en 0.8% – 1.0% del PIB podría evitar la reducción de la calificación (por Fitch y/o Moody’s).

Pero de llegar a producirse, algunos fondos extranjeros – que hoy son dueños de 25% de la deuda en moneda local colombiana- tendrían que realizar ventas forzosas en un rango que oscila entre $5,4 y $9,9 billones, aunque los TES ya habían incorporado en buena medida el escenario de pérdida del grado de inversión, a la cual Velandia le asignaba una probabilidad del 70 %.

“Si el Gobierno no presenta una reforma o la economía se frena de manera prolongada por las jornadas de protestas y bloqueos, es probable que Fitch y/o Moody’s también rebajen la calificación del país, lo que nos llevaría a perder realmente el grado de inversión”, concluye José Ignacio López, gerente de investigaciones de Corficolombiana, a quien también le preocupa la dificultad de hacer reformas estructurales (laboral o pensional), en el mediano y largo plazo.