No, ni está mal escrito el título, ni lo has leído mal. Tras la elección más traumática en la historia de Santa Marta y a raíz de una debatible actuación de la comisión escrutadora, desde hace unos pocos días el señor Carlos Pinedo Cuello es el vencedor en la contienda por la alcaldía de los 500 años en la Perla de América.
La discusión y euforia en redes, principalmente en X, no tuvo parangón durante tres días seguidos en los que la ciudad fue tendencia nacional. Y es que, de un lado, teníamos a los “pinedistas” que, tras los últimos informes del escrutinio, estaban sobrecogidos por la pena de la derrota y resignados a otros cuatro años de Fuerza Ciudadana.
Por el otro, estaban los “caicedistas”, que se daban ganadores por escasos 240 votos, y victoriosos en unas elecciones difíciles para el movimiento. Todo explotó cuando salió el fallo del Tribunal de Santa Marta, el cual dejó sin piso la medida que sostenía la inscripción de Agudelo. De forma sospechosamente acelerada y sin esperar a la ejecutoría del fallo, la comisión escrutadora distrital concertó no contar los votos del candidato de Fuerza un día después de la famosa sentencia.
Al final, los ánimos en ambos bandos se invirtieron y desataron un ambiente hostil donde se sobrepuso la sensación del fin de la era naranja en la ciudad. Empero, y oculto entre el choque de las avalanchas pasionales, existe una realidad latente e ignorada que amenaza con destruir aquellas altas expectativas, construidas sobre suelos blandos.
Tal y como lo destaqué en mi anterior columna, Carlos Pinedo es la viva representación de la política tradicional del país. Esa misma que se disfraza de derecha o izquierda cuando en las diferentes elecciones presidenciales de la región, se surten cambios ideológicos por más leves que sean.
De esos mismos que, ahora que Milei es presidente y suba en popularidad, se pondrán la camiseta amarilla con negro y dirán que son libertarios pura sangre, aunque toda su estructura política se base en puestos corbata con el Estado.
Las señales están ahí y se pueden ver desde sus inicios de su vida política. Pinedo la comenzó en el partido Cambio Radical, donde alcanzó su curul por primera vez al concejo. Para lograrla, se adjudicó las banderas de la oposición férrea al caicedismo, consiguiendo aplicar por primera vez en la ciudad la moción de censura para un secretario de despacho.
Al comenzar su segundo periodo, por aquel lejano 2015 y para sorpresa de nadie, se bajó del bus de la oposición y apoyó la candidatura del segundo al mando de Fuerza Ciudadana, “Rafa” Martínez, a la alcaldía.
Esta misma historia se repitió para su tercer periodo, en el que apoyó a la actual alcaldesa progresista Virna Johnson; de la cual también es padrino de bodas y primo de su medio hermano mayor. De hecho, Pinedo tampoco apoyó al candidato de Cambio Radical para la gobernación durante el 2019, sino que impulsó la campaña de su hoy “némesis”, Carlos Caicedo, quien resultó ganador; sin contar que también votó por Petro en las pasadas presidenciales. Entonces ¿Qué podemos esperar de esta “nueva era”?
Sin un ápice de duda, será lo mismo que en los últimos doce años. Y no estoy afirmando que Pinedo sea un alcalde títere de la casa Caicedo. Pero, detrás de él, no hay un plan estructural que lo distinga, una identidad ideológica que lo defina y mucho menos acciones que permitan afirmar que su proyecto de ciudad es diferente al de Fuerza Ciudadana.
Seguramente aplicará la misma estrategia que en su primera campaña al concejo, bailar al son que le pongan para seguir acumulando lo que esta raza de políticos siempre quiere, el poder.