Designar a un grupo criminal como terrorista es simple, pero no es fácil, y puede ser muy contraproducente. El mal uso y el abuso del término terrorismo puede socavar su peso normativo, político, económico, social, y estratégico.
La lucha contra el terrorismo requiere de una serie de herramientas legales, fiscales, policivas, y militares, entre muchas otras, que no pueden ser tomadas a la ligera, pues son esenciales para responder adecuadamente a amenazas de actores no estatales a la seguridad y soberanía nacional de un Estado.
Esta semana el presidente Ecuatoriano, Daniel Noboa, no designó uno, sino 22 grupos delictivos organizados como terroristas; decretó el estado de emergencia en su país; y declaró una guerra contra el terrorismo.
La decisión de declarar la guerra al terrorismo no tiene precedente en el país. La designación de los 22 grupos como terroristas no lo tiene en la región. Ambas medidas, no obstante, son acertadas, proporcionales, y sobre todo oportunas.
El presidente Noboa no sólo acierta por su determinación para enfrentar a estos grupos y restablecer el orden y la seguridad en el país. Quizá más importante aún, acierta por su precisa lectura y claro entendimiento del cambiante panorama criminal de la región.
La realidad es que los días en los que a los criminales sólo les importaba el dinero, y a los terroristas sólo sus causas ideológicas, se han ido.
La adopción de tácticas terroristas, su uso deliberado, y sistemático, sumado al creciente interés en asuntos políticos hace que grupos como los Lobos, los Choneros, entre muchos otros en el Ecuador, se aparten de la definición de empresa criminal y se acerquen a la de organización terrorista, tal como es el caso de los mal llamados cárteles Mexicanos.
Lamentablemente, el caso del Ecuador es sólo un reflejo de la rápida y peligrosa evolución de los fenómenos criminales transnacionales de América Latina.
Esta marcada tendencia en la región deja ver que contrario a lo que algunos modelos teóricos sugieren, la coexistencia de dos tipos distintos de organizaciones en un mismo espectro o continuo, ya no es la norma sino la excepción.
La idea de que criminales en un extremo, y terroristas del otro, interactúan, forjan alianzas, y cooperan para alcanzar sus objetivos específicos, es reemplazada por la de estructuras organizacionales criminales híbridas construidas sobre la base de una trinidad impía de corrupción, crimen organizado, y terrorismo.
Si bien el Ecuador se encuentra en ‘estado de guerra’, la idea de esta trinidad impía supone que la represión militar del Presidente Noboa, no podrá resolver todos los profundos y complejos problemas de la noche a la mañana.
La crisis que atraviesa el Ecuador, no obstante, y vista de manera correcta, es una importante oportunidad para ajustar el enfoque de las políticas públicas de seguridad y defensa nacional, no sólo del Ecuador, sino de la región.
El carácter transnacional de estas organizaciones terroristas, su poder económico, bélico, y coercitivo, como en el caso del Ecuador, demuestra que ningún país es inmune a sus tentáculos.
Las organizaciones terroristas híbridas penetran las capas del Estado, controlan industrias criminales, y usan el terrorismo para crear poder donde no lo hay, o para consolidarlo donde hay muy poco.
Los que profesan que el cambio en el paradigma frente a la guerra contras las drogas es la solución, erran en entender los fenómenos criminales de la región exclusivamente en términos de oferta y demanda.
Sólo mano dura tampoco es suficiente. La lucha contra el terrorismo, especialmente en América Latina, ha dejado lecciones claras que, sin planes de desarrollo, equidad social y educación, el poder militar, investigativo, judicial, y político no pueden garantizar el éxito.
El terrorismo está diseñado específicamente para tener efectos psicológicos de largo alcance más allá de las víctimas inmediatas o del objeto del ataque terrorista. Su objetivo es infundir miedo y, por tanto, intimidar a un ’público objetivo’ más amplio que podría incluir un grupo rival, un país entero, un gobierno nacional o un partido político, o la opinión pública en general.
El presidente Noboa dio un paso asertivo hacia adelante al llamar a esas 22 organizaciones por lo que son, y en declararles una lucha frontal y directa.
César Álvarez es fellow de la fundación innovación para el desarrollo I+D y docente en Estudios de Terrorismo de la Escuela Australiana de Graduados en Policía y Seguridad. @cesaralvarez_au (Instagram y X)