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César Álvarez Vladimir Putin

¿Por qué Putin volvió a ganar?

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Putin volvió a ganar. Pero eso no es noticia. Los resultados de las ‘elecciones’ en Rusia se sabía que eran una crónica de una victoria anunciada.

Desde hace un cuarto de siglo, en Rusia sólo ha habido un verdadero candidato a la presidencia.

Para nadie es un secreto que los opositores de Putin corren con un sólo tipo de suerte: el silencio. El cual es impuesto vía prisión, o vía muerte, normalmente por envenenamiento, y paradójicamente mientras se está en prisión.

Los que logran sobrevivir y poner su foto en el tarjetón electoral, no son realmente opositores. Son políticos afines a Putin, escogidos a dedo. Pero también silenciados.

Después de todo, la ‘elección’ debe parecer justa y libre, aunque sea sólo un instrumento para legitimar la autocracia Rusa, y consolidar el poder de Putin.

Esta es la quinta vez que Putin es elegido presidente de la Federación Rusa. En el año 2000 Vladimir Putin fue elegido con el 52% de los votos; en el 2004, con el 72; en el 2012, con el 64; en el 2018, con el 77, y este año fue elegido con el 87% de los votos, lo que la convirtió en la votación más alta registrada en la historia de dicho país.

Ello, sin olvidar que durante 2008 y 2012, a pesar de que la Constitución rusa de la época le prohibía cumplir más de dos mandatos consecutivos, Putin siguió tomando las decisiones como primer ministro de la nación.

Con los resultados del pasado fin de semana, el autócrata gobernará, por lo menos, hasta el año 2030, pues Putin podría lanzarse nuevamente a la presidencia al final de este periodo, y gobernar otros seis años más de ser elegido.

Su poder no es lo único que se ha consolidado. En el último cuarto de siglo, su popularidad también ha crecido. Se estima que más del 80% de los Rusos lo ven como un Zar, quién rescató a Rusia de la pobreza, y del desprestigio internacional luego de la caída de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).

Mejor dicho, para la mayoría en Rusia, Putin no es un dictador como lo ve occidente. Putin es Rusia, y Rusia es Putin.

Todos aquellos que profesan este terrible mantra, lamentablemente, también creen que el rol de Putin es vitalicio.

La restauración de Rusia, y la realización de la visión de una nación prospera, poderosa y dominante, no se ha logrado aún, está en proceso, y mientras no haya un sucesor a la vista, no hay nadie mejor para el trabajo que Putin mismo.

Esta imagen mesiánica requiere de mucha propaganda y desinformación. Dos áreas en la que Rusia es pionera, y en las que Putin ha tenido 25 años para perfeccionar.

Por un lado, el gobierno controla los medios de comunicación estatales, los cuales representan la mayoría en el país. Mientras que, por el otro, y a través de las redes sociales primordialmente, bombardea al mundo con noticias falsas, replicadas con bots, para polarizar, y desestabilizar a sus adversarios a nivel internacional. Especialmente, en un año como este en el que grandes democracias, incluyendo los Estados Unidos, escogerán a sus nuevos mandatarios.

Aunque en casa, la oligarquía pudiese cuestionar y rechazar la manera de gobernar de Putin. Los oligarcas saben bien que, de hacerlo, tienen mucho que perder, y poco o nada que ganar. Y contrario a lo que muchos pensaron, la invasión a Ucrania no desestabilizó a Putin. Lo consolidó.

Tras amenazar con el uso de armas nucleares si la OTAN envía tropas a Ucrania, queda claro que Putin no descarta ninguna opción con tal de vencer en Ucrania.

Para Rusia una victoria en Ucrania representa la salida de los Estados Unidos del escenario mundial, y por ende un cambio sustancial en el orden geopolítico.

Si bien no hay una respuesta clara a la pregunta de ¿cómo sacar a Putin del poder? Después de las elecciones de este fin de semana que pasó, está claro que perder en Ucrania no puede ser una opción.

Putin explota la visión de occidente, que busca soluciones y estabilidad, generando crisis e inestabilidad para crear puntos de influencia. Ucrania es la clara muestra de ello.

Si Rusia prevalece en el campo de batalla, Putin tocaría el cielo con las manos. Pero mientras occidente, siga apoyando a Ucrania habrá esperanza de que Putin siempre tenga los pies sobre la tierra, y no creer que puede hacer lo que quiera sin sufrir consecuencia alguna.