“La retórica sobre la “élite corrupta y criminal” que nos había gobernado durante 200 años ya no se escuchaba. Ahora se hablaba de colaboración, trabajo conjunto, equipos económicos iluminados y miedo al salto al vacío, un suicidio”
POR: Fernando Cepeda
Un inteligente analista político inventó, por allá en los años setenta, el concepto de el “partido del orden”. Se refería a la manera como la clase gobernante en Colombia lograba superar el faccionalismo de los dos partidos políticos, liberalismo y conservatismo, para asegurar, en los momentos más críticos, que las corrientes políticas divididas, se integraran como clase social. Se constituía un superpartido que “actuara eficiente y oportunamente siempre que las rivalidades internas entre las dos facciones amenazaran la estructura global y el control que tiene sobre esta estructura”. Es el “partido del orden”. Eso fue el Frente Nacional.
¿Podría hablarse hoy en estos términos? ¿Acaso la segunda vuelta introducida en la Constitución de 1991 buscaba perpetuar de otra manera ese “partido del orden?”.
La segunda vuelta es oportunidad para frenar el extremismo político del momento. El partido comunista en Francia, 1958. El extremismo de la derecha encabezado por la familia Le Pen, en Francia también. En la segunda vuelta se reagrupan todas las fuerzas políticas constitutivas del “partido del orden” para asegurar su supervivencia.
¿Qué pasa ahora en Colombia? ¿Todavía existe el “partido del orden?”. La primera vuelta mostró que es mayoritario. Tenía, sumadas sus diferentes facciones, más del 50%. Pero estaba fraccionado. La Segunda Vuelta debería servir para unirlo, recuperar su vigencia. Así parecía haber ocurrido. En mayo 30, principalmente, el tracking que estaba escondido apareció y mostró que el “partido del orden”. estaba ahí, que el outsider, candidato que vivía en Bucaramanga, llevaba varios puntos de ventaja sobre el otro candidato; que el orden estaba garantizado. Habría un cambio pero no radical. Cuando más del establecimiento político, vapuleado sin compasión por el candidato Rodolfo Hernández. Era la alternativa al cambio estructural del sistema económico, social y político.
Pronto era casi imposible encontrar alguien que no dijera, eufórico, que ya el candidato Hernández era ganador. Que el ambiente se había distensionado. No importaba lo estrecho del margen de ventaja. Una confianzuda aritmética política no dejaba dudas. Al parecer el “partido del orden”. estaba ahí nuevamente, para controlar los riesgos de que el faccionamiento abriera el camino al representante y promotor del cambio estructural.
Pronto el candidato del cambio estructural acusó a su contrincante de promover un cambio hacia el vacío, un suicidio. Con esa palabra. Una apropiada estrategia le proporcionó apoyo de figuras prominentes que lo convirtieron, quién lo creyera, en el candidato del orden establecido, demócrata experimentado y probado, buen conocedor de los temas, el conductor que podría guiar a la nación por el camino correcto sin permitir que las inescapables turbulencias lo desviaran. Como que el candidato del “partido del orden”. estaba ahí, acompañado de unos votantes fieles y de otros que prestaban su credibilidad a esa nueva imagen.
La retórica sobre la “élite corrupta y criminal” que nos había gobernado durante 200 años ya no se escuchaba. Ahora se hablaba de colaboración, trabajo conjunto, equipos económicos iluminados y miedo al salto al vacío, un suicidio.
Vale decir que ante semejante situación dos candidatos, como defensores de nuestras mejores tradiciones, opuestos a los vicios y falencias que venían deformando el sistema político, económico y social, era casi obligatorio decir que el “partido del orden”, se había apoderado de ambas campañas y, como nunca antes, tenía asegurado el triunfo, con cualquiera de los dos candidatos.
Así las cosas, no sabríamos si el “partido del orden”. ahora es súper predominante o desapareció por innecesario o porque realmente no existe. Estamos viviendo otro contexto político que no terminamos de entender.
Ahora, diría el analista citado, se requiere “un pueblo que conscientemente fabrique su historia”.