“No hay democracia si el sistema electoral no es transparente, limpio y blindado contra manipulaciones. Si la contabilidad de los votos puede ser alterada la democracia queda traicionada”
POR: Fernando Cepeda
Los rumores que desde siempre han circulado en torno a las alteraciones del formulario E14, han contribuido a una gran desconfianza en el sistema electoral colombiano. En varias ocasiones he llamado la atención sobre las evidencias de fraude electoral que se han planteado en distintos momentos en el país, manipulando los E-14. En varias columnas, en particular basados en un sofisticado estudio realizado por la Universidad de Georgetown, dirigido por el colombiano Manuel Castillo, que contó con la participación de miles de estudiantes, se estableció que allí se habría establecido un fraude cercano a los tres millones de votos.
Sin embargo, hasta esas denuncias no han dado lugar al más mínimo debate. Las preocupaciones siguen concentradas en el Código Electoral. Aun cuando el nuevo Código planteó cuatro clases de votación: voto manual; voto mixto (máquina y tarjetón); voto digital remoto; y voto anticipado para ampliar la jornada electoral que, además, se extendería hasta las cinco de la tarde, así como el estímulo a la mayor participación de la mujer en las listas y la modernización del registro electoral, son medidas benéficas.
Pero el problema no se resuelve. La necesidad de preservar la integridad de los sistemas electorales, implica ir más allá de las reglas del juego para insistir en la necesidad de corregir los problemas del trámite y manejo de la información electoral.
En el pasado ya tuvimos la experiencia amarga de ver cómo, una demanda muy bien elaborada por el Partido Mira, para demostrar que sus votos no habían sido correctamente tomados en cuenta y que, por medio de diversos trucos y manipulaciones, los habían despojado de tres curules en el Senado, se tomó tres años y medio en ser resuelta. Y no era un fraude menor. El Mira merece también admiración porque no se limitó a quejarse sino que presentó un acervo probatorio descomunal, que la Sala Electoral del Consejo de Estado pudo verificar luego de un esfuerzo de más de tres años, que sí había existido una trampa en miles de mesas de votación. La sentencia de más de cien páginas y bien compleja, le asignó, entonces, a ese partido, las tres senadurías.
Asombra que los medios no le hayan prestado atención al gran significado que tiene esta rectificación judicial frente a un deplorable estropicio, producto de la actividad dolosa e indebida de muchos funcionarios. El Consejo Nacional Electoral y la Comisión Escrutadora de Bogotá no cumplieron su deber, una sentencia histórica, digna de la mejor consideración y estudio.
El otro problema que se observó con la demanda del Mira, está en el hecho de que los contratistas privados se sienten los depositarios de la información clave, la que podría ser más reveladora, pero en el proceso se negaron a entregarla en un abierto desacato al poder judicial. Consideraron que era de su propiedad. Por eso el Código Electoral debe establecer que esta información es del Estado.
No hay democracia si el sistema electoral no es transparente, limpio y blindado contra manipulaciones. Si la contabilidad de los votos puede ser alterada la democracia queda traicionada. La competencia electoral se desfigura. La pérdida de confianza erosiona el proceso democrático. La deslegitimación del Gobierno es inevitable así este no sea el responsable de la manipulación del conteo de los votos.
Excelente que el Estado se proponga modernizar el proceso electoral en el país. Otra vez se habla de los intentos de Rusia y China para manipular elecciones, en Estados Unidos y algunos países europeos. La situación venezolana nos coloca en el radar de esas peligrosas manipulaciones.