Se configuraron una serie de sucesos independientes, al parecer alejados unos de otros, que terminaron desencadenando una resurrección política inesperada en los últimos días. El viernes pasado, la juez 44 de conocimiento penal de Bogotá Sandra Liliana Heredia, rechazó totalmente la solicitud y pretensiones de nulidad de lo actuado en el proceso que se adelanta contra el expresidente Álvaro Uribe Vélez. La defensa pretendió anular lo adelantado hasta la fecha pero su intento falló. De la misma manera Heredia negó a las partes cualquier posibilidad de presentar algún tipo de recurso. La juez explicó que encontró motivos suficientes para juzgarlo por los supuestos delitos de presunto soborno, fraude procesal y soborno de testigos. Uribe y su abogado Jaime Granados niegan todas las acusaciones, y ahora deberán enfrentar un delicado juicio penal. Es la primera vez que la Fiscalía presenta cargos contra Uribe que resultan aceptados. Se dictaminó que a partir de este momento el exmandatario adquiere condición de “acusado".
El terreno jurídico en el que está empantanado Uribe podría verse como una victoria política de sus opositores, inclusive muchos de ellos celebraron la decisión judicial el pasado viernes. El mayor rival, el actual presidente de la República Gustavo Petro, no ha disimulado que siente que la situación pone las cartas a su favor del todo, de cara a la próxima campaña presidencial del 2026. Aniquilar a Uribe judicialmente, se parece a lo que en su momento hicieron despachos y organismos de control en los casos de Sergio Fajardo, Federico Gutiérrez y varios ejemplos más. En Colombia se volvió común utilizar estos mecanismos como parte de la sangrienta lucha política.
El panorama que no han visto los de la izquierda es que este enemigo que aparecía apagado, encapsulado, maniatado, bloqueado acaba de revivir con la fuerza descomunal de aquel que ya no tiene nada que perder. En un evento organizado por una universidad hace pocos días, volvimos a ver al Uribe vehemente, coherente, culebrero, con el tono que lo llevó a lo más alto de la política. Nada raro que en los próximos días lo volvamos a ver tomando tinto encima de un caballo y ese tipo de escenas de la tragicomedia nacional. Un fenómeno muy extraño que sucede en política es que los contendores se activan cuando están en los peores momentos de sus procesos judiciales. Un ejemplo claro de esto es Donald Trump que cada vez que lo multan, lo condenan, paga fianzas y lo increpan en los diferentes estrados judiciales que tiene en simultánea andando, sube más rápido en las encuestas. Es una correlación negativa perfecta. Entre peor le va con los jueces y en asuntos legales, mejor le va con la opinión pública. Por supuesto los políticos logran manipular los escenarios siempre en su favor con procesos copiados unos de otros de victimización y llantos de cocodrilo.
Algunos inclusive podrían decir que lo mejor que le puede pasar para que recupere del todo su popularidad es que lo condenen, ya que ahí , si o si vendrá la inevitable victimización. Aunque no se puede presentar como candidato, el ruido y daño que puede hacer para la narrativa de la izquierda es descomunal. Los dos años que vienen de campaña del gobierno para defender de cualquier forma la continuidad, se debilitan no sólo por todos los escándalos internos sino porque un verdadero opositor como lo es Uribe, en modo ataque, seguro se vuelve un problema difícil de solucionar. Santos lo sufrió de manera sostenida en el pasado. En cuestión de días, a punta de trinos y videos los mensajes de Uribe se pueden volver letales. La nueva fiscalía, sin darse cuenta, despertó el monstruo de mil cabezas que ahora va a ser imposible de parar.