“En un acto épico en populismo, el propio alcalde de la época montado en una retroexcavadora demolió cinco puestos de salud ubicados en los barrios populares de la ciudad”.
POR: Leonor Consuelo Gómez
Un cambio, indudable, ha sufrido la capital del Magdalena luego de decidir creer en esas denominadas promesas alternativas, progresivas o gobiernos de izquierda. Tras casi 12 años en el gobierno, sí han cambiado muchas cosas, pero lejos a lo que muchos pueden pensar ha retrocedido en vez de avanzar.
Una comunidad sedada de ilusión ante una exitosa gestión en la Universidad del Magdalena, en donde el espejismo de una administración Mockus, parecía real, en una ciudad que lo tiene todo: Santa Marta, se convirtió en el escenario perfecto para que la promesa de cambio fuera la opción.
El primer gobierno de la izquierda llegó en 2012, con recolección de firmas, en ese momento la cifra de pobreza monetaria según el DANE estaba en 42,8 % y en la actualidad 2022 ha superado el 50% de la población que vive en estas condiciones, convirtiéndola en la tercera capital del país con más niveles de pobreza y la número uno de la región Caribe.
La salud, derecho fundamental por medio del cual se preserva la vida de los ciudadanos, también ha sido drásticamente golpeada.
En un acto épico en populismo, el propio alcalde de la época montado en una retroexcavadora demolió cinco puestos de salud ubicados en los barrios populares de la ciudad. Nuevamente una efímera promesa de remodelación hizo pensar a los samarios que ese modelo de gobierno podría ser la solución. Y fue gracias a ese hecho que los samarios quisieron apostarle una vez más a los naranjas, con la promesa que si no eran elegidos los de antes no iban a culminar las obras.
Sin embargo, pasaron cinco años para que fueran entregados tres de esos cinco centros asistenciales y hasta la fecha todavía hay dos que no han sido puestos en funcionamiento, por lo que la Fiscalía investiga un presunto detrimento patrimonial que supera los 4 mil millones de pesos, perjudicando a más de 200 mil samarios que no pueden acceder adecuadamente a dicho servicio.
Pasadas dos alcaldías, la excusa de los bajos índices y la inactividad gubernamental fue que no se contaba con una alianza estratégica del Gobierno departamental. Y fue así como los ciudadanos por tercera vez le dieron la oportunidad y esta vez también a la Gobernación, lo que ha acrecentado la grave situación de la ciudad y el departamento. Siendo la excusa perfecta que ahora no tienen el apoyo presidencial. Lo cual es una falacia, prueba de ello, el tema de agua.
Santa Marta, rica en afluentes, puerto de abastecimiento del preciado líquido en la colonia, hoy muere de sed. Evidencias presentadas por el procurador del medio ambiente Jorge Escobar, han demostrado que planes de acciones concertados en su momento con el procurador general de la nación y los recursos propios de la ciudad han podido solucionar al menos en corto plazo el problema de abastecimiento del líquido.
Es famosa aquella entrevista al líder de las administraciones naranjas, cuando en una emisora local aseguró que “nadie me pidió agua”, argumento utilizado como razón para justificar por qué no se soluciona este problema.
Si analizamos los índices de educación, el panorama tampoco es alentador. En los más recientes resultados de las Pruebas Saber 11, Santa Marta se ubicó en el puesto 20 de 23 con un Índice Global del ICFES (246) por debajo de la media nacional (252).
En cuanto a la generación de empleo formal es otra de las cifras, en Santa Marta la informalidad llegó a 60,2 % subiendo dos puntos porcentuales en comparación de 2012 cuando la cifra era del 58%.
Pero en medio de toda esta desgracia, una luz de esperanza llega, el pueblo ha despertado de esa sedación y en las pasadas elecciones parlamentarias se inició ese castigo en las urnas. Fuerza Ciudadana no logró el escaño en el Senado y lejos de lo que esperaban tan solo lograron una credencial a la Cámara de Representantes.
Las cifras hablan por sí solas, una ciudad caótica, con extenso diagnóstico en cada una de sus problemáticas, pero no ejecución en los temas esenciales. ¿Si hemos cambiado? Claro que sí, eso es indudable, pero lastimosamente el cambio ha sido para retroceder en vez de transformar positivamente una ciudad que ha vivido 12 años de ilusiones y falsas promesas.