En un golpe contra el tráfico ilegal de aletas de tiburón en el Pacífico colombiano, las autoridades han logrado desarticular una red criminal que operaba desde Buenaventura hasta el Valle del Cauca. La investigación, que duró casi seis años, reveló cómo esta organización ilícita exportaba clandestinamente las aletas hasta Asia, donde eran vendidas a precios exorbitantes para su uso en sopas, un plato de alta demanda entre las personas adineradas.
Un policía infiltrado en la red de cazadores de tiburones más importante de la región descubrió que alias 'Fernando' era el encargado de comercializar las aletas desde Buenaventura hasta Roldanillo, Valle del Cauca. En esta localidad, Fernando Rodríguez Mondragón, hijo del exnarcotraficante y capo Gilberto Rodríguez Orejuela, recibía los cargamentos en una reconocida pesquera, para luego proceder con su exportación.
El modus operandi de la red consistía en someter las aletas al proceso de "blanqueo", donde se retiraba la piel del tiburón para su posterior secado al sol o en hornos. Una vez preparadas, eran transportadas al aeropuerto El Dorado, donde una empresa de carga internacional se encargaba de sacarlas del país, aprovechando contactos para evitar la detección por parte de las autoridades.
Según lo descubierto durante la investigación, a los pescadores se les pagaba apenas 25.000 pesos por una aleta de tiburón, mientras que la red criminal las vendía a precios que llegaban hasta los $600.000, dependiendo del tamaño y la especie del animal. Este lucrativo negocio ilegal estaba impulsado por la alta demanda de aletas de tiburón en Asia, donde son utilizadas para la preparación de sopas, un plato considerado un símbolo de estatus entre la élite adinerada.
Tras años de seguimiento y trabajo encubierto, las autoridades lograron capturar a Fernando Rodríguez Mondragón, identificado como el principal traficante de aletas de tiburón, junto con otras cuatro personas vinculadas a la red criminal.
